Tenemos derecho a la felicidad

La felicidad es un estado emocional subjetivo y relativo difícil de definir y ponernos de acuerdo. Podemos describir la felicidad como la sensación de bienestar y realización que experimentamos, un momento duradero o de corto tiempo, que se guarda en la memoria. Cada quién la experimenta de acuerdo con su temperamento, cultura, lo que aprendió en su familia y en el entorno que lo rodea. Los deseos y aspiraciones son importantes para buscar la felicidad.

Para ser felices algunas personas no necesitan condiciones, son felices porque se sienten satisfechas con su vida, agradecen por lo que tienen. Otras, en cambio, tienen cubiertas sus necesidades básicas y hasta las superfluas, sin embargo, no encuentran como llenar su vacío, sobre todo en estos tiempos modernos de cultura consumista, hedonista y desechable; no solo desechan los objetos materiales sino la relación con las personas.

A lo largo de la historia, profetas, intelectuales y hasta la psicología en sus teorías han definido a la felicidad como el bien supremo. En la antigua Grecia, el filósofo Epicuro afirmaba que adorar a los dioses era una pérdida de tiempo y recomendaba no esperar la vida eterna después de la muerte. También afirmaba que la felicidad es el único propósito en la vida. En la antigüedad rechazaron el epicureísmo; pero, qué sorpresa, hoy en día el tema de la felicidad se ha convertido en un tema necesario, incluso algunas universidades tienen la licenciatura en Psicología de la Felicidad.

 

Hay muchas causas por las que la gente se siente desgraciada: la economía está en crisis, la atención a la salud es muy deficiente, la pérdida de confianza en el gobierno se agrava día con día, la violencia, la inseguridad y los efectos del cambio climático. Las declaraciones del filósofo inglés Jeremy Bentham, parecen una utopía: “El único objetivo digno del estado, el mercado y la comunidad científica es aumentar la felicidad global”, aseguró. “Los políticos deben fomentar la paz, los hombres de negocios promover la prosperidad y los sabios estudiar la naturaleza para poder gozar de una vida más feliz”.

 

En los siglos XIX y XX los países medían su éxito por el tamaño de su territorio, sus conquistas, el crecimiento de la población y el aumento del PIB sin importar la felicidad de sus ciudadanos. Las naciones industrializadas como Japón, Alemania y Francia implementaron sistemas de salud, educación y prestaciones sociales centradas en fortalecer la nación. El objetivo de las escuelas fue producir ciudadanos con ciertas habilidades y obediencia para que sirvieran a sus fines.

 

La felicidad choca con el techo de cristal, ese que no permite crecer a pesar de los logros de la vida moderna. Conseguir la felicidad no es tarea fácil. El techo de cristal de la felicidad se mantiene sustentado en dos fuertes columnas: la psicológica y la biológica. En la psicológica la felicidad depende de expectativas, en cuanto se cumplen de nuevo se disparan deseando algo mejor. Estamos inmersos en la cultura de la inmediatez, la permisividad y el consumismo. En cuanto a lo biológico, las expectativas están determinadas por la bioquímica. La gente se vuelve feliz por las sensaciones placenteras de su cuerpo y se vuelve infeliz por las sensaciones desagradables y las disfunciones bioquímicas.

 

 

Perder el empleo, perder a un ser querido, pueden desencadenar la depresión, sentir depresión es una sensación corporal desagradable. El enojo es una sensación de calor y tensión en el cuerpo, lo que hace que el enojo se tan desesperante, incluso algunos comentan “ardo de rabia”. El cerebro para no perder el equilibrio dinámico canaliza las emociones en somatizaciones: diarrea, gastritis alergia, dolor de garganta, gripe, etcétera. Durante años el sistema bioquímico se adaptó a los cambios, la reproducción y la supervivencia, pero la felicidad no ha sido prioridad. La mala noticia es que las sensaciones placenteras desaparecen rápidamente, incluso el enamoramiento no es permanente, la duración depende de la bioquímica en su cerebro y la poca tolerancia a la frustración de las nuevas generaciones.

 

Lucy y Luis se casaron muy enamorados, se veían muy felices, gran derroche en la boda, parecía película de Hollywood. La felicidad duró poco, la pandemia intervino, Lucy acostumbrada a gastar sin medida, tuvo que aprender a controlar sus gastos, el negocio de Luis se vió afectado y sufrió pérdidas. El divorcio fue inminente, la falta de tolerancia y adaptación a los tiempos de austeridad, esfumó la felicidad. Nada fácil, las exigencias de ella con un hijo de por medio. A Luis le tomó tiempo superar el duelo de la separación y la restricción de no ver a su hijo.

En cuanto al sistema escolar, están enfocados a los conocimientos teóricos, no le dan importancia a la felicidad de los niños, sufren estrés por la presión del sistema y los maestros se quejan de la falta de atención. El problema no solo son los niños distraídos de hoy en día, es el sistema, el método educativo está anticuado, no le dan importancia a las materias en donde puedan desarrollar su creatividad como el arte, la música, el baile, materias que los relajan y los hacen más felices.

 

Pero qué paradoja, la búsqueda de la felicidad es la causa número uno de las adicciones, y el narcotráfico la consecuencia de tanta criminalidad. Las personas beben alcohol para olvidar, fuman marihuana para tranquilizarse, consumen cocaína y metanfetaminas para sentirse poderosos y un porcentaje alto toma medicamentos psiquiátricos para la depresión, la ansiedad y para controlar cualquier sensación en su cuerpo. Varias teorías han concluido que la felicidad se encuentra en dos áreas: amarse a sí mismo, amar a otra persona y un trabajo que te haga sentir satisfecho y cumpla con tus necesidades.

 

 

El país de Bután, un pequeño reino budista ha llamado la atención por la importancia que le dan a la felicidad, llamada “Índice de Felicidad Nacional Bruta FNB, los otros países ponen como primordial el PIB (producto interno bruto) la economía. Bután es un pequeño país ubicado en la parte oriental de la cordillera Himalaya, colinda al norte con China y con la India. Para medir la felicidad toman en cuenta cuatro pilares: el desarrollo económico, la preservación ecológica, la cultural, el buen gobierno y nueve áreas fundamentales: bienestar psicológico, uso del tiempo, vitalidad de la comunidad, diversidad cultural, resiliencia ecológica, estándares de vida, salud, educación y buen gobierno. La felicidad para los butaneses se basa en dos principios budistas. Todas las criaturas vivas persiguen la felicidad individual en un plano nacional. Corresponde al gobierno crear un entorno que facilite a los ciudadanos encontrar esa felicidad. El otro principio budista es el camino intermedio.

 

En resumen, la felicidad son sensaciones agradables de corta duración, no tienen que ver con el materialismo en el que estamos atrapados sino con sensaciones internas que nos proporcionan los sentidos. La actitud mental es fundamental para sentirnos felices.

Recomendaciones

  • Cuando tengas un plato de comida frente a ti, pregúntate: “¿Qué veo?, ¿qué siento?, ¿qué escucho?, ¿qué saboreo?”. Disfruta lentamente cualquier alimento y no tendrás problemas de sobre peso.
  • La anhedonia es un síntoma de depresión, la pérdida de placer en las actividades habituales, incluso de la felicidad y el placer de alimentarse. No es una debilidad, el que la padece necesita ayuda profesional.
  • La felicidad es contagiosa, elige a tus amistades, unas son tóxicas, resentidas, pesimistas. Retírate o te contagian.
  • La felicidad también la sientes al ayudar a las personas que lo necesitan, ser útil, servir a la comunidad y la responsabilidad como ciudadano y con el planeta.

 

* Rosa Chávez Cárdenas es psicóloga, homeópata y terapeuta. Visita su sitio web: www.rosachavez.com.mx Síguela en: https://www.facebook.com/DrRosaChavez y https://www.facebook.com/Tratamientointegral/ Comentarios a la autora: [email protected]

 

 

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