Distimia

Distimia es el término de la depresión crónica, se presenta con el estado de ánimo crónicamente depresivo latente la mayor parte del día, durante al menos dos años. No respeta género, edad, ni estatus. 

La palabra distimia viene del término dis: distorsión, disfunción, y timia: humor.  En los adultos, los principales síntomas son el mal humor, el estado de ánimo triste y deprimido, el incremento de la autocrítica percibiéndose a sí mismos como poco interesantes, inútiles y con pérdida de la esperanza. Los niños, como carecen del control de emociones, se muestran irritables, agresivos más que pasivos, hiperactivos, pueden morder, golpear o presentar conductas autodestructivas, morderse las uñas, jalarse el pelo, entre otras.

Criterios para el diagnóstico

  • Estado de ánimo crónicamente depresivo, la mayor parte del día, la mayoría de los días, por al menos dos años.
  • Presencia de dos o más síntomas: pérdida o aumento de apetito, insomnio o dormir demasiado, falta de energía, fatiga, baja autoestima, dificultad para concentrarse o para tomar decisiones, irritabilidad, aislamiento, introversión (encerrados en sí mismos) y sentimientos de desesperanza.
  • Somatizaciones frecuentes.
  • Anhedonia o falta de placer por actividades que antes disfrutaba.
  • Frase clave del que padece distimia: “Quiero evitar la fatiga”

El trastorno depresivo es frecuente entre familias en donde el modelo a seguir es la falta de alegría y optimismo. La depresión no se contagia por un virus patógeno, sin embargo es “contagiosa”, como la humedad cuando entra a los muros de una casa: es difícil retirar. 

Las causas del trastorno son: bio-psico-sociales-emocionales y hasta espirituales. Los patrones de pensamiento afectan la fisiología del sistema nervioso alterando la recaptura de los neurotransmisores, principalmente la serotonina, que es la encargada del estado de ánimo, la atención y el placer. El pesimismo, el sentimiento de culpa que cargamos en el inconsciente colectivo,  el resentimiento, la inseguridad, la falta de confianza en sí mismo y la incapacidad para adaptarse a los cambios, son el caldo de cultivo, así como las familias en donde actúan con violencia, falta de
afecto y las muy apegadas a las normas morales donde no se permite el placer y el disfrute. 


Los que padecen depresión crónica tienen tendencia a las somatizaciones: dolores de cabeza, fatiga, mareos, dolores musculares, problemas digestivos,  alergias, carecen de un sueño reparador, en fin, una serie de síntomas que el cerebro manda al cuerpo para descargar la tensión mental y proteger la psiqué de un mal mayor. Los síntomas los llevan a buscar diagnósticos con diferentes especialistas. El diagnóstico de depresión resulta una vergüenza en nuestra sociedad, sobre todo en los varones: “Eso es de gente débil —comentan mis pacientes— de personas que no tienen fuerza de voluntad”. 

Los afectados parecen amargados, ponen distancia a la cercanía, antisociales, no son flojos, por el contrario, pueden ser adictos al trabajo. Ante lo mal que se perciben buscan alcanzar metas importantes y, en muchos casos, lo logran; sin embargo, la energía la desgastan en el trabajo o en el estudio por lo que no dan para más. Algunas de las personas que estudian maestría o doctorado presentan distimia. Otra característica es que muchos permanecen solteros, otros se casan de manera abrupta sin una buena elección, lo que complica su estado de ánimo. Se sabotean toda oportunidad de gozo, buscan excusas para posponer sus deseos en función del deber y del miedo al compromiso. Los independientes se imponen rituales de trabajo imposibles de cumplir, los que viven en familia pueden encontrar ganancia secundaria al no trabajar y no aceptar responsabilidades.

El distímico es insatisfecho por voluntad; son tan sensibles que desde pequeños se fabrican su armadura para protegerse del ambiente. Ante la insatisfacción o anhedonia (falta de placer), fácilmente se atrapan en el alcohol, tabaquismo, café e incluso drogas legales. La violencia, abuso sexual, abandono, son la tierra de cultivo. La introversión es una característica. Un paciente me comentó que soñaba con construir una casa
bajo tierra. Cuando se sienten felices se retiran, incluso de la terapia, sin dar explicación.

Luisa se casó porque estaba embarazada, fue la única vez que tuvo intimidad con su esposo. Ya casados se negaron el placer sexual, se anestesió para no sentir la insatisfacción de vivir sin afecto y con limitaciones económicas, se retiró de sus amigas, del trabajo. Por azares del destino conoció a un hombre que de tanto insistirle se enamoraron, acudió a terapia con la culpa de no estar divorciada, le comenté que tenía años en divorcio emocional por lo que sería más fácil el divorcio legal. Al ver la felicidad frente a ella le dijo a su enamorado: “Si me divorcio tengo planes
que no he realizado: quiero viajar, vivir un tiempo sola, ser libre”. Su pareja le respondió: “Espera, ¿y dónde me incluyes a mí?”, “No me presiones”, respondió ella.

Marcelo, a sus sesenta años, se sentía como muerto hasta que se enamoró. El disfrute, intereses en común, lo volvieron a la vida. A punto de vivir juntos se retiró sin dar la cara, un mensaje fue la despedida: “Eres maravillosa, pero no puedo”.

Recomendaciones

  • Tomar conciencia de que pueden mejorar con tratamiento profesional.
  • El amor resulta un buen antidepresivo, incrementa los químicos, lo que eleva el estado de ánimo.
  • Trabajar en la confianza en sí mismo para controlar el miedo al cambio.
  • Equilibrar: trabajo, descanso, ejercicio, tiempo para la recreación, placer sexual, socializar con los amigos.
  • Es importante descubrir la causa: biológica, psicológica, traumas o el ambiente que los rodea. 

* Dra. Rosa Chávez Cárdenas es psicóloga, homeópata y terapeuta. Consultorio: Tenochtitlan No. 361, Jard. del Sol, Zapopan, Jal. Tels. (33) 3631 8312 y 3632 3166, Cel. 333 166 92 72, [email protected].

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