Resiliencia, perseverancia y actitud mental

Vamos a revisar algunos términos que nos dan valor y fuerza interna para superar lo que nos limita como individuos, las debilidades, las enfermedades, las pérdidas económicas y el duelo de los seres queridos. Los valores como la fortaleza, la perseverancia, la constancia, la compasión, la tolerancia, con la práctica se convierten en virtudes y nos dan valor como persona.

 

Perseverancia

El término perseverancia proviene del latín perseverantia. La perseverancia aplica en cualquier circunstancia de la vida. Es sinónimo de constancia, persistencia, firmeza y dedicación. Para ser perseverante basta con tener un objetivo claro, una meta que lo justifique; lleva un periodo de tiempo, puede ser corto o largo al grado de nunca poder realizarlo.

La perseverancia es la clave del éxito en muchas situaciones. Pero en otras tenemos que ser realistas, perseverar puede ser negativo. Conozco muchas mujeres que estuvieron enamoradas de un joven con la ilusión de casarse con él y no se realizó el sueño. En su vida adulta se lamentan, hubiera, se quejan, dejaron pasar sus mejores años, tenemos que tomar en cuenta que el “hubiera” no existe, es el presente.

 

Resistencia

Es la capacidad que tiene una persona, animal y/o objeto. El organismo cuenta con la fuerza vital y tiene la capacidad de resistirse, es decir mantenerse firme. El término se emplea en varios campos: física, ingeniería, medicina, estudios sociales y psicología. En la terapia los pacientes se resisten al cambio por lo que esto genera; lo pueden ver como negativo; el cambio implica un esfuerzo y el ego se resiste, sin darse cuenta el diálogo interno les dice: “Déjame como estoy” y hasta abandonan la terapia.

La costumbre se hace ley”, esto es muy notorio en las adicciones, una vez que el área de recompensa en el cerebro se pone en acción con cualquier conducta o narcótico, es difícil volver al estado de normalidad. En la medicina existe la resistencia a un medicamento, en el organismo —como en el caso de la diabetes— las células se vuelven resistentes al efecto de la insulina. También por el abuso de antibióticos las bacterias se vuelven resistentes y, en el caso del cáncer, en el momento en el que no funcionan los tratamientos, como la quimioterapia.

 

Resiliencia

Sinónimo de fortaleza. Se deriva del verbo latín resilio, resilire.  Viene de la física; un cuerpo que sometido a presión vuelve a su estado original. La resiliencia es una aptitud que adoptan algunos individuos que superan las adversidades, le encuentran sentido al sufrimiento, a las pérdidas y se fortalecen. Las personas no saben que poseen esta habilidad hasta que se ven sometidas a situaciones complicadas. En el caso de los bebés, desde nacimiento sin tomar consciencia resisten el pronóstico de muerte eminente y la fuerza vital supera al Tánatos.

Actitud mental

Es la capacidad de enfrentarse a las oportunidades de la vida, el acto de buscar y atraer y percibir lo mejor de las experiencias que se presentan en cada oportunidad. No se trata de negar, y vivir fuera de la realidad, de evadir obstáculos y frustraciones.

La mente positiva es capaz de analizar las emociones y buscar cómo enfrentarlas. La actitud mental se aprende en familia, también ahí se aprende a ser negativo y pesimista, lo que ocasiona que no sean felices y que la vida se complique. Un ejemplo de actitud mental positiva es el caso de muchos artistas famosos, el arte como la música, la escultura, la pintura, les sirve para sublimar las adversidades que traen desde niños. Es el caso de Fernando Botero, pintor y escultor colombiano, famoso por sus esculturas y pinturas de gran formato, redondas y voluptuosas. Su frase que lo acompañó siempre: “Uno tiene que vivir enamorado de la vida”. Quedó huérfano de padre cuando tenía cuatro años, por varias décadas vivieron en la pobreza, su madre era costurera. Ya adulto, falleció uno de sus hijos a los cuatro años, pero siempre mostró gran fortaleza. Recomendó: “Para ser universal hay que ser local”, lo que significa, primero, enamórate de tus raíces.

 

Una historia personal

Les voy a compartir lo que considero fortaleza, resiliencia y actitud mental positiva con el deseo de que sirva de experiencia. Desde muy joven padezco dolor muscular incluso antes de que le llamaran fibromialgia. Cuando me enteré de los síntomas, hasta sentí un alivio, antes de eso, la depresión me acompañaba y trataba de mitigarla. Estudié tanto los síntomas que hasta me hice especialista en mi práctica profesional, la Psicología, la especialidad como Homeópata y Terapeuta neural, pilares en el diagnóstico de los traumas y asuntos del pasado de los pacientes porque también es un problema que padecen los hombres. La fibromialgia es una enfermedad de las llamadas autoinmunes, en lugar de ingerir fármacos, inicié en la práctica del yoga y los masajes mitigaban el dolor. También acepté que la fibromialgia causa colon irritable y hasta incontinencia urinaria, mi estilo de vida fue una alimentación saludable y la mejor vitamina, dedicarme a lo que más me gusta: poder ayudar a otros.

 

Cuando era niña sufrí shock anafiláctico por la penicilina, de esto hace unos sesenta años, viviendo en un pueblo; no sé cómo salí adelante con lo precario de la medicina. Por ese motivo no tolero los fármacos. Así continué por años, en varias actividades y como activista preocupada por los problemas del país. Hasta que hace unos meses mi cuerpo dijo: “¡Ya basta!”, el dolor se incrementó, la movilidad en los brazos y las actividades como barrer eran un suplicio. En la semana de Pascua me invitaron a la playa, sola en la alberca no pude levantar los brazos para nadar, lloré de impotencia, la intuición me aconsejó: “Esto necesita un buen diagnóstico”. Acudí con el médico ortopedista, mi amigo, me ha operado de los brazos en dos ocasiones por accidentes y me ordenó una resonancia. El diagnóstico: tres hernias cervicales. Sufrí sentimientos encontrados, impotencia, frustración y tranquilidad de saber dónde estaba el problema que me ocasionaba tanto dolor. Me sometí a terapia de rehabilitación física y, con el quiropráctico que me ha atendido por años, masaje, ejercicios, en fin, pero no lograba revertir el problema. Hasta que un neurocirujano revisó mis estudios y me dijo que necesitaba cirugía.

Le pedí el presupuesto y salí triste, pensaba que tendría que vender mi casa; pero la falta de energía no me permitía hacer un cambio. Tengo que encontrar otra solución, pensé. Tiempo después visité a otro neurocirujano muy reconocido, el diagnóstico y la recomendación fue: “Tienes que someterte a cirugía, el nervio está muy comprometido, si no lo haces tendré que ponerte un injerto de hueso de la cadera y la recuperación te llevará unos seis meses”. Ya no podía esperar más tiempo, regresé con mi amigo ortopedista, necesitaba su sapiencia para que me ayudara a decidir: “Espera, no te angusties”, llamó al neurocirujano y entre los dos hicieron el diagnóstico. Con su recomendación y el presupuesto salí optimista dispuesta a someterme a la intervención, los ahorros siempre son para remediar los males, pensé.

 

Cuando fui a consulta me di cuenta de las aptitudes y sensibilidad del médico, me comentó: “Yo inicié desde camillero, trabajando y estudiando, la especialidad la hice en el Hospital General de México uno de los mejores hospitales, eso nos profesionaliza. Mi objetivo es ayudar a los que menos tienen; pero usted se ve muy bien”, me comentó. Soy actriz, le respondí, me reí, no me gusta el papel de víctima, por eso pocas personas lo notan.

Cuando ingresé al hospital, la encargada salió a recibirme y también me comentó: “Usted se ve muy bien”. No entendí por qué les causaba tanta sorpresa. La cirugía fue un éxito, al día siguiente me dieron de alta, no lo van a creer: con tanta energía que llegué a casa a preparar la comida, mi hijo me decía: “Mamá, ya ponte en paz”.

 

Mis hijos y nietos estuvieron conmigo, los nietos cooperaron con sus ahorros. Mi nieta Regina, de 17 años, me dijo: “Eres el pilar de la familia, si te hubieras dado por vencida, nosotros no estaríamos en donde estamos. Gracias por ser quién eres, te quiero”. Me siento optimista, recuperada, motivada y agradecida, a mi cuerpo por tolerar tantos años el dolor.

La fortaleza es un don aprendido en mi familia, mi actitud mental ha sido un pilar para encontrar sentido al dolor y tantas pérdidas, como la desaparición de mi hermano. “El dolor que no tiene salida en las lágrimas, puede hacer llorar a otros órganos”.

 

* Rosa Chávez Cárdenas es psicóloga, homeópata y terapeuta. Visita su sitio web: www.rosachavez.com.mx Síguela en: https://www.facebook.com/DrRosaChavez y https://www.facebook.com/Tratamientointegral/ Comentarios a la autora: [email protected]

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