Cerrar ciclos
Los occidentales sufrimos por apegarnos a las personas, a los objetos y a soltar los acontecimientos que nos causaron dolor. Cuando alguien se queja de la relación con su pareja la consigna de la religión es clara: “¡Es tu cruz!”, lo que quiere decir que te aguantes; sin embargo, por no dejar los asuntos en el pasado la vida se complica.
Es importante cerrar ciclos, abrirse a otras experiencias y seguir con el proyecto futuro. Cuántas veces escucho a las parejas abriendo heridas del pasado después de años; hombres aburridos de su pareja que cambian de mujer y no se comprometen con ninguna; recordamos como si fuera el presente los traumas de cuando éramos niños, los golpes, el abandono, abuso sexual, y como no recibimos ayuda al respecto en la vida adulta, cualquier acontecimiento que se le parezca vuelve a abrir la herida.
¿Por qué nos cuesta tanto trabajo cerrar ciclos? Culturalmente no tenemos patrones del manejo de conflictos, por miedo al enfrentamiento le damos la vuelta. Además, al ego no le gustan los cambios, por lo que de manera inconsciente lucha para quedarse como está, aunado al miedo a la libertad y al no merecimiento de la felicidad. El miedo a lo desconocido y la inseguridad nos protegen, y cuanto más intentamos sacarle la vuelta, más nos atrapan. Fuera de la realidad existe el deseo de que todo siga igual de manera tan desesperada que nos aferramos al no cambio, lo que también se llama ‘negación’. Duele aceptar que un hijo se droga, que el marido es alcohólico, que están hasta el tope de deudas, que la pareja está enamorada de otra persona, entre muchas más…
La mayoría vivimos en función de un plan preestablecido, pasamos veinte años dedicados al estudio, posteriormente, volvernos productivos, casarse, tener hijos, comprar una casa, crecer en lo profesional, pensar en la jubilación, acumular más bienes, más comodidades, en fin, gastos que nos vuelven esclavos. El objetivo se convierte en conservar todo seguro y a salvo, pagar seguros costosos por el carro, los bienes, la salud, el futuro, la muerte. Cuando se produce algún cambio, se busca la solución que tape lo más rápido: fármacos, alcohol, fiestas, viajes, más gastos, lo que sea para tapar el dolor de la pérdida.
Luis tiene una hija de 9 años con su expareja, ella no quiso casarse. Mantienen una relación muy cercana enviándose mensajes y salen a comer de vez en cuando. Ahora Luis está comprometido, su novia se siente insegura de la relación que tiene con la mamá de la niña, los celos se salieron del control por lo que buscó ayuda. Él me comentó que no volvería con ella, solamente lleva una buena relación por su hija; pero, su prometida argumenta que sus mensajes son muy seductores y eso le crean mucha desconfianza. Le recomendé que cerrara su ciclo con la mamá de su hija, que solo se comuniquen lo indispensable para que también ella pueda rehacer su vida, además, es importante no hacer cosas buenas que parecen malas, porque crean desconfianza.
Antonio y su esposa vinieron desde España para vivir en México, años después llegó la madre de él hasta que falleció, las cenizas se conservan en una cripta de una iglesia. Hace dos años quedó viudo y planea regresar a su tierra, por lo que, me comentó, piensa vender la cripta. Le pregunté dónde iba a dejar las cenizas, sin dudarlo me respondió que se llevaría a España. “¡Déjalas ir!, tíralas en el Lago de Chapala o en el mar”, le comenté. Una paciente tiene en su casa las cenizas de su madre, su padre y hasta de una pierna que le amputaron y habla con ellos como si estuvieran vivos. Otro caso: los hijos nunca aceptaron que su padre se volviera a casar, en el sepelio, se repartieron las cenizas del difunto.
Los resentimientos son una carga muy pesada que corroe como ácido el cuerpo, se acumulan como una bola de fuego que causa enfermedades, amargura y hasta la muerte. “Perdono, pero no olvido” es la consigna. El cáncer, la artritis, las enfermedades del riñón y del hígado están asociadas al resentimiento. Los Pérez duraron 10 años en proceso de divorcio peleando los bienes, dos casas fueron los honorarios de los abogados; al año de la firma falleció el Sr. Pérez. Los González se odian, viven hace quince años sin hablarse, inician los trámites de divorcio y no los continúan.
Fernando y Lilia se casaron, a los tres meses, ella se puso grave, ¿la enfermedad?, el embarazo que ella ocultó; la suegra le pidió a su yerno que regalaran al bebé. Fernando le preguntó a su esposa si estaba de acuerdo y ella aceptó. Parecía que no había pasado nada, no volvieron a tocar el tema. Llevan 40 años de casados, en conflicto permanente, discuten por todo delante de los hijos, cambiaron los roles ahora parecen los hijos de sus hijos, hasta que en reunión familiar, los enviaron a terapia. Cuando les pregunté si tenían pensado separarse me comentaron: “Ya para qué”.
Para cerrar un ciclo es importante preguntarse: ¿qué situaciones están inconclusas, cuál es el problema por resolver? Luego, establecer las metas.
El problema como proceso secuencial
Cuando el problema está bien el definido aparecen las soluciones. “¡Me quiero divorciar!”, pensar en dónde van a vivir, hacer cálculos de la economía, cómo se va a dividir el tiempo, el reparto de los bienes. No todo se puede solos, es necesario un abogado, un terapeuta o mediador, buscar personas honestas que no compliquen el problema o que abran otros agujeros.
Dividir la solución en partes manejables
Preguntarse cómo está la autoestima, tal vez perdiste la confianza en ti mismo y en los otros, quizás llevas tiempo reprochándote algo. Aceptar que tienes tiempo deprimido y en el proceso de la enfermedad no buscaste ayuda porque culturalmente se considera a la depresión como una debilidad. Es importante reconciliarte contigo mismo para encontrar las fortalezas internas, después de la aceptación y del trabajo personal, la autoestima mejorará.
Consejos
- Estar conciente de la resistencia y el miedo al cambio, a pesar del dolor que causan los cambios, siempre vendrán cosas mejores.
- Lo que no mata te hace más fuerte: siempre y cuando se tome conciencia de cómo sucedieron las cosas, perdonar y perdonarse a sí mismo, la vida es un continuo aprendizaje. Recuerda que el maltrato es cosa de dos: del que lo permite y del que lo ejecuta.
- Comunicación, clara, directa, centrada en el objetivo. En los conflictos de pareja seguramente han tratado el asunto, “n” cantidad de veces: discuten, se ofenden y no llegar a nada, es importante buscar un mediador. A pesar de que lo mejor es vivir en familia, hay ocasiones que lo más sano es separarse. En el caso de los negocios, con la pena, si ya no es productivo: decidirse a venderlo o cerrarlo.
- Encontrar la punta de la madeja. ¿Dónde está el dolor?, la pérdida de una persona querida, el divorcio, la economía. El hijo que se ha salido de control, entre muchas más.
- Todas las pérdidas llevan un proceso de duelo con varias fases: el impacto, la negación, coraje, culpa, miedo, ansiedad y depresión. Identificar en cuál se está atorado.
- Existen varios rituales conocidos, también podemos dejar que la creatividad nos guié para cerrar ciclos, dependiendo de la situación: escribir y quemarlo, tirar recuerdos, romper platos, estar a solas, dejar que salgan los sentimientos escuchando música, acudir a terapia, cambiar de amistades o de trabajo, si es necesario.
- Acepta que las cosas tienen que cambiar, prepárate, pon los sentimientos en diferentes canastas, busca ayuda, pero, por favor: muévete, ¡haz algo!
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Fotografía: Ryan Polei www.ryanpolei.com
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* Dra. Rosa Chávez Cárdenas es psicóloga, homeópata y terapeuta. Consultorio: Tenochtitlan No. 361, Jard. del Sol, Zapopan, Jalisco. Tel. (33) 3631 8312 y 3632 3166, Cel. 333 166 92 72, o contáctala en: [email protected]