Abuso sexual

El abuso sexual en la infancia es un trauma que deja huellas hasta la vida adulta.

 

El término “abuso sexual” refiere a todo acto ejecutado por un adulto que se vale de un menor para estimularse o gratificarse sexualmente, aún con el consentimiento del niño que carece de madurez y desarrollo cognoscitivo para evaluar sus consecuencias. En ocasiones, el niño necesitado del amor de sus padres confunde la gratificación sexual con el afecto que no recibe. Muchas personas creen que al no consumarse el coito no es violación. En cuanto al abuso sexual: es o no es, no hay términos medios.

Durante una agresión sexual, como en cualquier evento traumático, la víctima se enfoca en el evento principal guardando en su memoria solo las referencias principales. Los detalles del entorno pueden pasar desapercibidos cuando se intenta recordar el hecho. En el impacto, la víctima se encuentra en estado de shock y pierde los detalles, recuerda el trauma, al atacante, pero, pierde los detalles periféricos, el lugar y el tiempo. Incluso es posible llegar a pensar que lo soñó o lo vio en una película.

 

El proceso de memoria involucra varias etapas:

 

  • Codificación: guardar información en la memoria.
  • Almacenamiento: retener la información codificada en su memoria.
  • Recuperación: acceder y recuperar información cuando es necesario.

Los eventos traumáticos en niños menores de ocho años se guardan en la memoria neurológica; la memoria bioquímica, de los sentimientos, aparece después de esa edad, ya que el proceso de mielinización inicia posterior a los ocho años, de tal manera que los niños pequeños no recuerdan a detalle el trauma. Los adultos pueden causarle otro trauma al estarle recordando el acontecimiento, además de crearle resentimientos.

 

Función del sistema límbico

La función del sistema límbico es integrar las emociones con los patrones de respuesta a nivel fisiológico y conductual. También se encarga de coordinar las áreas somáticas de la emoción y la corteza cerebral, se almacenan los sentimientos y luego se pueden recordar. La amígdala es el principal núcleo de las emociones y sentimientos en el cerebro, controla las respuestas de satisfacción y miedo. Las conexiones con el lóbulo frontal también permiten la inhibición de conductas. Además del proceso de aprendizaje, la amígdala afecta la estructura de recuerdos con estados emocionales, permite una mayor conexión y fijación del material a recordar permitiendo su consolidación. Es tan especializado el sistema, que el dato guardado, activa los mecanismos de defensa para defenderse de cualquier evento traumático parecido al anterior, funciona para volver a protegerse. Por ejemplo, el ataque de un perro, un accidente automovilístico, el miedo al mar, una agresión, un secuestro.

El origen de las fobias

De pronto se presenta el temor a los perros, los gatos, a los insectos, a cierta persona, incluso a comer cierto alimento, el temor a manejar, la fobia se va alimentando al grado que se presentan síntomas: alergia, estornudos, se cierra la garganta y todos los síntomas del ataque de ansiedad. De inmediato utilizan el antihistamínico, cortisona, al grado que se hace un círculo vicioso que le traerá efectos secundarios en los riñones, aumento de peso, entre otros. El que padece la fobia o el trastorno psicosomático no recuerda detalles del trauma, lo desplaza a un objeto o persona, dónde y cómo fue el primer evento, hasta que se codifica.

Sentimiento de culpa

De algo estoy segura como afectada, cargamos sentimientos de culpa por no habernos defendido, siempre que alguien me relata el evento traumático en el que fue agredido sexualmente finaliza con la autoculpa: “¿Por qué no me defendí?”, la respuesta es sencilla: el miedo nos paraliza, sobre todo si el agresor se acerca de manera seductora, una persona conocida —como regularmente sucede—, los agresores son personas cercanas: maestros, familiares, amigos, sin dejar de lado los pederastas que abundan.

En el caso de un secuestro, a la víctima la toman por sorpresa, no tiene tiempo de elaborar el suceso, en el impacto regularmente se queda paralizada. Cuando la víctima entra en pánico, el nivel de estrés de los agresores se eleva, con cualquier detalle se salen de control, la golpean o la amenazan con un arma. Incluso en niños que corrieron cuando el agresor estaba a punto del abuso, quedan con sentimientos encontrados: confusión, culpa, coraje, miedo.

 

Desplazamiento

En muchas ocasiones, las víctimas que no han tratado en terapia el trauma, lo trasladan a sus hijos, lo llamo “los fantasmas del pasado”. Un ejemplo. Tere fue abusada sexualmente, guardó el evento en su memoria sin volver a recordarlo. No sabe por qué ella es muy desconfiada y siempre vigilante de los hombres. En una ocasión, su hijo de ocho años se estaba bañando con su primo de cuatro años. Los niños jugaban divertido con el agua de la regadera, de pronto entró la madre y agredió a su hijo: “¡Eres un violador!”, el niño temblaba de miedo sin entender qué estaba pasando. Me lo trajo a consulta, muy autoritaria me ordenó: “Atiéndelo, es un violador”. Me quedé a solas con el niño, me mostró su cuerpo: “Ve los golpes que me dio mi mamá, estaba jugando con mi primo y me gritaba; pero, yo no sé qué es un violador”. Me dio tristeza ver lo afectado que estaba el niño y junto con él se me salieron las lágrimas. La madre desplazó el resentimiento guardado de su experiencia a su hijo.

Los cómplices

La amenaza lo lleva a callar. La mentira se convierte en un mecanismo de defensa, es la ganancia secundaria para el cómplice, para no enfrentar la realidad que le haría perder privilegios. En el impacto, el niño pierde la inocencia y la credibilidad, de manera que es fácil que acepte las mentiras de un adulto: “No pasó nada, él te quiere mucho”, lo dicen a menudo. El pequeño indefenso se cree la mentira. Al paso de los años, viene la memoria y puede descubrir el autoengaño, los detalles. Si no lo comparte, lo grita, acude a terapia, el duelo se somatizará en alguna enfermedad del tipo psicosomático. El cómplice no es inocente, también tiene que ser juzgado.

Recomendaciones

  • Cuando la agresión se trata en el momento es posible solucionarla para evitar que permanezca como trauma. Los padres o familiares cercanos tienen que acudir a terapia para no reforzar el evento con sobreprotección o hacer comentarios que, en lugar de ayudar, complican la situación.
  • Los padres tienen que resolver sus fantasmas. Cuando los guardan y no los tratan, se corre el riesgo de que se repita esta situación en alguno de los hijos o los nietos, versa la sabiduría popular: “Secreto guardado, secreto actuado”.
  • No es conveniente sobreproteger a los niños, por el contrario, tenemos que darles la seguridad de que pueden enfrentarse al mundo. La comunicación es importante no solo la verbal sino la no verbal. Los niños aprenden de patrones de conducta; no fumen, no beban refresco, no mientan, no sean corruptos, si los padres lo hacen, los hijos los seguirán repitiendo.

 

* Dra. Rosa Chávez Cárdenas es psicóloga, homeópata y terapeuta, contáctala en: www.rosachavez.com.mx [email protected] https://twitter.com/DrRosaCh https://www.facebook.com/Tratamientointegral/

 

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