Codependencia o compasión

 

Por herencia cultural, la mujer ha venido sufriendo de baja autoestima y, es que, durante siglos ha existido el hecho innegable de que la única forma de trascender para la mujer ha sido por medio del sufrimiento.

La abnegación constituye una trampa cultural que se ha mantenido en todas las culturas de la humanidad, desde los griegos que suprimieron a las diosas y reconocieron sólo dioses varones hasta el monoteísmo de las tres grandes religiones: judaísmo, cristianismo e islamismo donde permanece la concepción de un dios y no de una diosa.

 

Un gran porcentaje de mujeres al casarse entregan su vida al hombre y, por lo tanto, dejan de existir. Se vuelven dependientes. Todavía en la actualidad se encuentran mujeres que dependen de su pareja: “¿Me das permiso de salir con mis amigas?”, como si él fuera su padre. Un juego de poder del que después se asustan. El hombre con el poder que le confiere la mujer, se apodera de su objeto, y en ese juego sin reglas inicia la relación de dominio-sumisión.

 

No existe un acuerdo general para diferenciar lo que es una relación normal de una adictiva ya que existen factores sociales, culturales y económicos que influyen en el contexto. El abuso emocional es subjetivo y va desde el silencio, insultos y agresiones físicas, entre otros, en el cual, cada quien se maneja de acuerdo a la tolerancia aprendida en la familia.

 

Codependencia: el individuo que sufre una intoxicación emocional, producto del comportamiento de otro a todas luces dañina.

 

Este tipo de relación adictiva no sólo se da en las mujeres, también los hombres soportan el maltrato: desde negarles las relaciones sexuales, no darles de comer, negarse a lavar su ropa o no dirigirles la palabra, hasta gastar en exceso saturando sus tarjetas de crédito. Aunado a lo complicado del asunto, en el caso de los hombres, éstos se involucran con otras mujeres de similares características, amantes que sólo quieren su dinero. Cuando les pregunto a los caballeros: “¿Cuál es la razón de que sigas en esa relación tan destructiva?”, su respuesta no me convence en lo absoluto: “¡Por mis hijos!”, posteriormente, viene otro pretexto: “¡Por mis nietos!”. Mentira vil. No quieren aceptar que son adictos a las relaciones destructivas.

 

Como podemos darnos cuenta, la codependencia no es privativa de las mujeres pese a que socialmente lo parece; lo que sucede es que el hombre ante la impotencia utiliza la fuerza física dejando huellas que permiten ser utilizadas en su contra, al contrario de la indiferencia que utiliza la mujer y que en ocasiones duele más que un golpe.

 

Con tanta información sobre el tema, resulta complicado encontrar el punto medio entre la codependencia y la compasión. Entre mujeres, es muy común que realicen el diagnóstico cuando comparten las conductas de sus relaciones afectivas; resulta más fácil ver la paja en el ojo ajeno. Las emociones y sentimientos constituyen marcos de referencia para el razonamiento humano que, posteriormente, sirven de guías para nuestra toma de decisiones. Nos influenciamos unos a otros bajo el concepto de transferencia e identificación de las Neuronas Espejo.

 

En mi consulta, frecuentemente me encuentro con mujeres que están enojadas consigo mismas por haber soportado relaciones en las que salieron lastimadas; los momentos de felicidad y los encuentros amorosos han sido borrados quedándose con una discusión en la que fueron heridas, sintiéndose codependientes. Cuando las invito a que se queden con los encuentros amorosos, con el disfrute, que perciban sus olores, que sientan en su piel las sensaciones que les producía el contacto con esa persona, su expresión facial cambia. Las invito a dar  gracias por todo lo bueno, bello y agradable de esos encuentros, entonces su vida mejora: dejan de sentirse culpables, confundidas y enojadas, y de esta manera están listas para arreglar la situación o para dejarla ir.

 

La compasión es un acto maravilloso; sin embargo, en la práctica nuestros actos están profundamente desprovistos de compasión y sólo consiguen producir mayor frustración y angustia para nosotros mismos y los demás, en lugar de la felicidad que todos buscamos. En la cultura materialista que nos desenvolvemos nos encontramos llenos de apegos, un culto al Ego que nos dice que tenemos que ser el mejor y poseer bienes materiales para ser alguien. Una de las grandes cualidades de la tradición budista es la práctica de Tonglen, que en tibetano significa dar y recibir, una de las herramientas más útiles y poderosas.

 

La práctica de Tonglen de dar y recibir consiste en tomar sobre uno mismo el sufrimiento, el dolor de otros, darles la felicidad, el bienestar y nuestra paz mental. En la vida diaria encontramos la práctica del Tonglen en la relación de madre a hijo. Qué difícil resulta tomar el sufrimiento de los otros, sobre todo de los enfermos, de las que padecen una discapacidad y de los moribundos, sin construir primero en uno mismo una compasión fuerte y confiada. Antes de iniciar la práctica para los demás es importante iniciar contigo mismo, previamente lo pones al descubierto, lo profundizas, lo fortaleces en ti mismo y resuelves la resistencia, la angustia, el enojo o el temor que pudiera suponer un obstáculo.

 

Si las cosas te parecen vacías, ilusorias, si tienes el deseo de dar y recibir, inicia con la práctica para ti mismo. Primero trae la mente a casa, deja que los pensamientos se aquieten, cuando te sientes verdaderamente sereno y centrado, inicias con la práctica de A y B

 

A. Visualiza tus fortalezas, los aspectos de ti en los que eres íntegro, compasivo, afectuoso y amoroso, como un amigo de verdad con el que puedes contar siempre y que no te juzga.

B. Visualiza un aspecto de ti que ha sido herido, que se siente incomprendido, frustrado o resentido, una situación en la que fuiste abusado en la infancia o que haz sufrido en una relación o tratado injustamente por la sociedad.

 

Posteriormente, al exhalar imagina que A abre por completo el corazón a B, acepta compasivamente todo el sufrimiento, el dolor, la negatividad y el agravio que le hicieron a B. Conmovido por ello, B abre el corazón y todo el dolor y sufrimiento cesan en un abrazo compasivo. Al exhalar de nuevo imagina que A envía a B todo el poder curativo del amor, afecto, confianza, consuelo, certidumbre y felicidad.

 

Ahora puedes iniciar la práctica por los demás. Trae a tu mente a un ser amado que está sufriendo, intenta imaginar los aspectos del dolor y la aflicción de esa persona, imagina que todos sus sufrimientos se concentran en una masa de humo negro caliente. Al exhalar visualiza que esa masa de humo se disipa, puedes imaginar que la lanzas al mar. Ahora emite una luz de paz, alegría y bienestar y que sus rayos purifiquen su karma negativo, mientras sigues respirando; continúa con perseverancia.

 

Esta práctica transforma tu propio ser, el Ego herido se va recuperando, de esta manera tendrás la capacidad de discernir si esa relación a la que estás aferrada no te conviene o, bien, de soltar los cuidados que le has propinado para que la otra persona se recupere o toque fondo sin que te sientas culpable. Ahora podrás iniciar con la compasión en alguna institución o en alguna causa.

 

* Dra. Rosa Chávez Cárdenas es psicóloga, homeópata y terapeuta. Consultorio: Tenochtitlan No. 361, Jard. del Sol, Zapopan, Jalisco, Mex. Teléfonos: (33) 3631 8312 y 3632 3166, Cel. 333 166 92 72, o contáctala en: [email protected].

 

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