El Síndrome de Estocolmo

El Síndrome de
Estocolmo (SE) debe su nombre al conjunto de mecanismos psicológicos que determinan
la formación de un vínculo afectivo de dependencia entre las víctimas de secuestro
y sus captores. Las víctimas, al estar sometidas, adquieren las creencias y
defienden los motivos que justifican las acciones de maltrato del que fueron
objeto.

En 1973 un incidente
llamó la atención mundial: Olsson, un delincuente que se había fugado de la
cárcel, intentó atracar un banco en Estocolmo, Suecia; sus planes no funcionaron, la policía rodeó el banco
impidiendo la huída. Por cinco días Olsson tomó como rehenes a varios
empleados. El atracador desarrolló lazos afectivos con una empleada del banco,
ella se enamoró de él. Durante las entrevistas, la mujer criticaba al gobierno
Sueco por su falta de comprensión hacia los motivos del asaltante, lo más sorprendente
fue que posteriormente contrajeron matrimonio.

Patricia Hearst,
nieta del millonario Hearts, vivió otro caso similar al ser secuestrada por un
grupo terrorista. Tras entregarles seis millones de dólares por su rescate, la
joven se unió al grupo; al poco tiempo se le vio como guerrillera atracando un
banco.

El incidente en
Estocolmo se convirtió en fenómeno de estudio para las ciencias sociales y la
psicología. Las víctimas de secuestro, de maltrato o de dominio sufren
confusión psicológica y emocional por lo que de manera inconsciente se
identifican con el agresor. En los casos graves se presenta psicosis —quedan
fuera de la realidad—. Los agresores recurren a diferentes métodos para
manipular a las víctimas, lo que se llama “lavado de cerebro”. Lo paradójico
del caso es que los rehenes desarrollan lazos afectivos con sus agresores
después de que los han expuesto al peligro, los han maltratado y hasta
mutilado; sufren distorsión de pensamiento y justifican los hechos de tal
manera que terminan por agradecerles el estar vivos.

El fenómeno del
Síndrome de Estocolmo (SE) se presenta con los mismos síntomas en personas que
viven relaciones de abuso o de control en cualquier ambiente de reclusión:
prisioneros, milicia, miembros de sectas, orfanatos, secuestrados, prisioneros
en campos de concentración. En el área doméstica con victimas de incesto y
hombres y mujeres maltratados por sus parejas.

Es común en las
mujeres que sufren maltrato que tras de una golpiza presenten su denuncia para,
posteriormente, retirar los cargos e incluso pagar la fianza para que su pareja
sea puesto en libertad. Y todo para regresar a “más de lo mismo”. Los hombres
también son victimas de maltrato por parte de su pareja, no se atreven a
denunciar por vergüenza; al parecer es mucho más frecuente de lo que parece.

A la madre de una
paciente le aconsejaban: “Deja a tu marido, un día te va a matar”. El esposo
llegaba alcoholizado y la maltrataba de manera brutal. Las recomendaciones
resultaron ciertas. La mató. La tragedia fue grave: el padre en la cárcel, la
madre muerta, no supo ni quién se llevó a sus hermanos, nunca más los volvió a
ver.

El Síndrome de
Estocolmo doméstico está vinculado a la identificación que la victima siente
con el agresor —su pareja— tolerando situaciones de maltrato y control. La
víctima se va despersonalizando al grado de anestesiarse para poder sobrevivir:
se muestra aplanada, deprimida, se va retirando de todo aquello que signifique
amenaza para su pareja, la culpa y los celos son parte del universo afectivo en
el cual se concentra todo el poder. La víctima carece de fuerza afectiva
interna para ejercer su libertad, deja de tomar decisiones, pierde la seguridad
y la confianza en sí misma(o). A menudo los controladores mantienen a la
víctima en la relación por medio de la culpa, amenazando con suicidarse si se
marcha o con quitarle a los hijos. La víctima puede sentirse culpable de las
amenazas de su pareja y demasiado insegura(o) para marcharse. Es muy frecuente
que los abusadores controlen los ingresos y los bienes como medida de control.
Incluso las llamadas telefónicas
y, hoy en día, las cuentas de internet.

Luis lleva 30
años de casado en una relación de dependencia-sumisión, los últimos cuatro han
sido especialmente difíciles desde que su esposa, en sus celos absurdos, lo
acusó de serle infiel; el coraje llegó a tal grado que lo golpeó sin que él
opusiera resistencia. En uno de sus viajes de trabajo se enamoró de otra mujer,
de pronto se sintió vivo, libre, se sintió seguro, pediría el divorcio. Los planes
se adelantaron: la esposa descubrió la infidelidad, se alió con sus hijos en su
contra, y amenazó a la otra mujer. El miedo le bajó las defensas. Luis no tuvo
fuerzas para defender su libertad, le juró que terminaría con ella; el miedo y
la culpa se apoderaron de él, volvió a su estado de dependencia y terminó con
la relación que lo había vuelto a la vida.

La fragmentación
psicológica que sufren las víctimas puede ser tan grave que sus sentimientos de
inferioridad y dependencia provocan que el sujeto no se muestre capaz de
recuperar su autoestima ni obtener la seguridad que requiere para recobrar su
independencia. La víctima de maltrato carece de fuerza interna afectiva para
ejercer el control sobre su entorno, los mecanismos de defensa inconsciente se bloquean.
Por lo regular las víctimas son victimas desde la infancia de una u ora forma,
sufrieron de maltrato, traen cargando culpas no resueltas, fueron hijos no
deseados, abandonados, sufrieron de violación, cargan secretos o situaciones no
resueltas con la familia o la pareja, cualquier circunstancia que les genere
vergüenza o culpa.

 

Recomendaciones

  • La terapia es muy
    necesaria para recuperar la seguridad y la confianza en sí mismo. En algunos
    casos acuden cuando llegaron al fondo del sufrimiento por lo que sí tienen
    buena empatía con su terapeuta, recuperan pronto su autonomía.
  • La relación de
    pareja no tiene porque ser de conflicto y posesión.
  • «Si no me pega no
    me quiere”, creencia absurda que compartimos de manera inconsciente, tiene que
    desaparecer de nuestras creencias.
  • Si se quiere
    ayudar a la persona sometida es necesario tener paciencia, cualquier conducta de presión puede
    alejarla. La relación de dependencia forma un vínculo difícil de romper.
  • El maltrato y el
    sometimiento, así como las relaciones sado-masoquistas son modelos de conducta que acompañan a
    nuestra cultura, los hijos que viven en estos ambientes seguirán repitiendo los
    modelos de su padres.
  • Como en cualquier
    adicción se presenta el fenómeno de la negación, así como el síndrome de abstinencia
    (el deseo de regresar con el agresor).
  • La libertad es un
    derecho fundamental, nada ni nadie tiene derecho a someternos.
  • La relación de
    pareja es para evolucionar, un complemento, no para vivir en conflicto eterno.
  • El maestro
    aparece cuando el alumno está listo. Por más que nos empeñemos en rescatar a
    los sometidos, es hasta que cada quién llega al límite de sufrimiento.

 

* Dra. Rosa Chávez
Cárdenas es psicóloga, homeópata y terapeuta. Consultorio: Tenochtitlan No.
361, Jard. del Sol, Zapopan, Jal. Tels. (33) 3631 8312 y 3632 3166, Cel. 333
166 92 72, [email protected]

 

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