La meditación

Aprender
a meditar es el mayor regalo que podemos darnos en la vida puesto que sólo la
meditación permite descubrir nuestra verdadera naturaleza y encontrar la confianza.

Para los orientales la
meditación es una práctica innata a su cultura considerada como el camino a la
iluminación. Los occidentales no tenemos esa práctica, por esta razón somos
presa fácil del materialismo y el hedonismo; al contrario de los orientales que
viven una vida interior, los occidentales buscamos afuera sin descubrir lo que
está dentro. Nos enamoramos de los objetos y de las personas de manera tal que
cuando las emociones no están en la intensidad del encuentro terminan por
dejarse, continuando con esa búsqueda de placer en nuevo objeto.

 La práctica de la
atención

La meditación consiste en
traer la mente a casa y esto se logra gracias a la práctica de la atención. Se
le conoce como: morar en calma o permanecer apacible. Morar en calma permite
realizar varias cosas: nuestros aspectos fragmentados que se encuentran en
guerra se asientan, se disuelven y se reconcilian. En ese apaciguamiento
comprendemos mejor y surgen brotes de creatividad y confianza. La práctica de
la atención desactiva la negatividad, agresividad, dolor, sufrimiento y
frustración acumulados a lo largo de la vida. Lo importante es contemplar las
emociones, así como los pensamientos y todo lo que surja, en lugar de
reprimirlos, con aceptación y generosidad abierta y tan amplia como sea
posible. La práctica de la meditación se resume en tres puntos:

  1. Traer la mente a casa: significa traer la mente al estado llamado
    morar en calma, esto se consigue mediante la práctica de la atención. El
    nivel más profundo consiste en volver la mente hacia el interior y
    permanecer en la naturaleza de la mente.
  2. Soltar: significa liberar la mente y la cárcel del aferramiento,
    puesto que reconoces que el dolor, miedo y angustia provienen de un deseo
    insaciable de la mente por aferrarse. En un nivel más profundo, la
    realización y la confianza que surgen de la comprensión de la naturaleza
    de la mente, inspiran en nosotros una generosidad profunda y natural. Esta
    generosidad permite que el corazón se desprenda de todo aferramiento y que
    así se libere y se disuelva en la inspiración de la meditación.
  3. Relajarse: significa volverse más espacioso y permitir a la mente
    que abandone todas sus tensiones. La mente ordinaria de preocupación y
    deseo deja de existir, simplemente somos; se percibe una confianza fundamental,
    no hay nada en especial qué hacer.

Los métodos de meditación

En el caso de que tu mente
sea capaz de aquietarse por sí misma y te sientas inspirado a permanecer
simplemente en la pura conciencia clara, entonces no tienes necesidad de ningún
método de meditación. Sin embargo, a la mayoría de nosotros nos resulta difícil
llegar al estado de meditación, no sabemos cómo despertarlo, y como la mente es
tan indisciplinada y distraída, necesitamos un método para inducirlo. Es
importante entender: un método no es más que un medio, y no la meditación en
sí. La meditación: “No es un esfuerzo, sino una asimilación natural y
progresiva de ella”. No es la técnica sino su espíritu: es la habilidad, la
inspiración y la creatividad que ponemos en práctica.

Sentarse
cómodos, en silencio, sin decir palabra. Dejar que los pensamientos, emociones
y todo lo que surja se eleve y desaparezca. Con la espalda recta la energía
interior o prana circulará fácilmente por los canales del cuerpo, y la mente
encontrará su estado de reposo. Los ojos han de estar abiertos, sin embargo, al
principio de la práctica se pueden cerrar un momento para volverlos
tranquilamente al interior. Cuando la mente está muy agitada se dirige la
mirada hacia la línea de la nariz y cuando está entorpecida y somnolienta, se
dirige la mirada hacia arriba. Cuando la mente se apacigua, alzar la mirada,
abrir más los ojos y dirigir la mirada al frente. La boca se mantiene
ligeramente entreabierta y al respirar por ella se reduce la posibilidad de que
se originen pensamientos que nos distraigan. Las manos reposan cómodas en las
rodillas.

Utilizar un objeto: la mente se posa sobre
un objeto: la luz de una vela, una imagen de acuerdo a las creencias, una flor
o un cristal.

Recitar un mantra: un mantra es aquello
que protege a la mente. El mantra es la esencia del sonido y la expresión de la
verdad en forma de sonido; cada sílaba está impregnada de poder espiritual y
vibra con la bendición de la palabra. El mantra que se recomienda es: “Om Ah
Hum Vajra Guru Padma Siddhi Hum” (Oh Ah Hung Benza Guru Pema Siddhi Hung).

Observar la respiración: dejar reposar la
atención en la respiración suave. La respiración es la expresión más básica y
fundamental de nuestra vida. En el judaísmo, ruah, el aliento, significa el
espíritu de Dios que inspira la creación; en el cristianismo existe una
profunda relación entre el Espíritu Santo, sin el cual nada estaría dotado de
vida, y aliento. En las enseñanzas del Buda el aliento, prana en sánscrito, es
el vehículo de la mente puesto que es el que le insufla movilidad. Cuando la
vida está llena de tensiones quedarnos unos minutos a solas y limitarnos a
respirar profundo nos relajará.

  Lo más importante es el
estado mental después de la meditación: un estado mental sereno y centrado en
nuestras actividades. Un alumno le preguntó a su maestro espiritual: “¿Cómo lo
aplicas en la vida cotidiana?”, su maestro respondió: “Al comer y al dormir”.
“Pero, maestro, todo mundo come y todo mundo duerme”, replicó el joven. “Pero,
¡no todo el mundo come cuando come, ni todo mundo duerme cuando duerme!”. Una
de las causas de la obesidad es que al comer dejamos de lado los sentidos por
lo que el cerebro no registra lo que ingirió y, por lo tanto, seguirá sin
saciar el deseo.

Todo puede
convertirse en una invitación a la meditación: una sonrisa, una flor, una
puesta de sol, cualquier signo de belleza o gracia. Hace unos meses, caminaba
por las calles de Québec, el sonido de un arpa y la belleza del lugar se
convirtieron en una invitación a la meditación: dejé que mi mente imaginara que
bailaba como la noche anterior. Fue uno de los momentos más hermosos de mi
viaje. Simplemente con recordarlo siento que mi cuerpo se estremece. 

 

 

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