Para no arruinar tu relación

Cuando una pareja decide hacer vida en común, inicia
una historia de amor o desamor según el esfuerzo que ambos pongan en la
relación. Una buena relación de pareja no se da por arte de magia, se fortalece
o se apaga con la convivencia, la
relación es como una planta que requiere cultivarla: si se cuida dará frutos y
si se descuida se secará.


Se ha descubierto que las parejas felices o infelices
comparten los mismos errores que arruinan la relación, es más, todas las
parejas discuten por lo mismo. Desde hace unas décadas en nuestro país se ha
elevado la taza de divorcios, “Ahora no aguantan nada”, dicen los abuelos. Esta
afirmación tiene parte de razón, los hijos no quieren repetir la historia de
sus padres: atados sólo al compromiso, al deber más que al ser felices, en
conflicto permanente hasta que la muerte los separe; no obstante, las parejas
hoy en día se fueron al extremo: los conflictos resultan irreconciliables.

La relación de pareja pasa por varias etapas y crisis
de acuerdo a los perfiles de conducta que comparten y a las dificultades que se
presentan. Las crisis, como bien lo dicen los chinos, son momentos de
oportunidad, incluso la infidelidad puede traer crecimiento que desaprovechan
la mayoría de las parejas. Para no arruinar la relación es importante tomar en
cuenta los siguientes aspectos: lucha de poder, resentimientos, aburrimiento y
el hecho de “leerse la mente”.

Lucha de poder

El dinero no es el único medio para afirmar el poder
sobre el compañero. El conocimiento, la competencia profesional y el
temperamento son sólo algunos aspectos que influyen en el ejercicio del poder.
La lucha de poder surge de la competencia desmedida, pensar de manera
individual, más que colectiva. La rivalidad y los celos son otro aspecto grave
de conflicto.

Las relaciones simétricas que viven en la lucha de
poder, no admiten que ambos tienen razón: disputa ego-ego. Se descalifican para
invalidar lo que el otro hace o dice, situación que impide buscar alternativas
para solucionar sus conflictos, trampa en la que caen muchas parejas, incluso
desde el noviazgo. Mediante estos juegos la pareja va organizando la dinámica
de relación de poder, se provocan uno al otro intentando mayor independencia,
demostrando que no se dejará dominar por un “chantaje afectivo”, incluso
ocultan lo que ganan como si vivieran con su enemigo. “Perro que ladra, no
siempre muerde”, o lo que es lo mismo: el que grita más fuerte no siempre
ostenta el poder. Muchas veces la mujer maneja el poder como submarino: bajo el
agua.

Creencias generacionales tales como: ”¡No te dejes!”,
“El hombre ordena”, “El que paga, manda”, “Si te dejas desde el principio, te
echas la soga al cuello”, son afirmaciones que alertan a las parejas para estar
a la defensiva. Es indudable que ha cambiado el estilo de vida: la mujer se
incorporó al campo laboral, su salario es igual o superior al del hombre, el
poder económico le da más seguridad y confianza en sí misma. Las necesidades,
deseos y expectativas de los cónyuges pueden ser diferentes a los de su pareja,
cuando se muestran egoístas y no reciben lo que desean optan por separarse o
permanecen en eterno conflicto.

El problema no radica en los temas que tratan sino en
la relación competitiva que se ha reforzado. “Uno no rechaza lo que el otro
dice, sino a quién lo dice”. El conflicto permanente crea dependencia, igual
que la adicción a cualquier sustancia química. Al único acuerdo al que llegan
es que en todo están en desacuerdo.

Resentimientos

La inseguridad y la falta de confianza en sí mismo
lleva a no olvidar ni perdonar las discusiones quedando con la memoria de
acontecimientos “históricos e histéricos”.

Es verdad que en los conflictos el ego queda
lastimado en temas como infidelidades, discordias, proyecciones y cualquier
conflicto no resuelto. Palabras como “Perdono, pero no olvido” se convierten en
un arma que se utilizará en cada oportunidad para cobrar y amenazar, para que
no se le olvide que cometió un error. Asuntos no resueltos años atrás se
guardan en la memoria emocional y se utilizan como armas en cada oportunidad,
cuestiones simples se vuelven dardos que darán en el blanco con cada discusión.
El resentimiento es como un ácido que corroe por el cuerpo, tarde o temprano
trae consecuencias de salud. El cáncer está asociado con lo asuntos no
resueltos. 

Aburrimiento

La seguridad y el conocimiento del otro, el hecho de
compartir, agota los temas de conversación, motivo por el que se afloja el
cuerpo. La sexualidad es una de las áreas que más se afecta con el
aburrimiento.

Las mujeres se quejan de que los hombres buscan su
placer y se olvidan del erotismo; las mujeres necesitan estímulos, creatividad, tiempo para el aquí y el
ahora, cortejo, romance, despertar los sentidos para tener intimidad
placentera. De la misma manera, la comida es un placer erótico al paladar, unos
huevos fritos todas las mañanas, te pueden convertir en anoréxico. Si quieres
que truene la relación “échate a dormir”, descuida tu cuerpo, tu manera de vestir, vuélvete
animal de costumbres, haz lo mismo todos los días y verás que te conviertes en
“mago”: tu pareja desaparece.

Leerse la mente

La falta de comunicación en la pareja, de manera clara
y directa, los lleva a interpretar más que a dialogar. Las personas que no han
desarrollado la inteligencia emocional tendrán dificultades ante la frustración
y el sufrimiento, no toleran los conflictos y se derrumban cuando están
estresados, estas diferencias individuales están determinadas por la educación
en la familia. La sobreprotección en los primeros años de vida impide
desarrollar la fortaleza, la capacidad de decisión, la tolerancia para afrontar
dificultades. Evitar, en lugar de enfrentar los conflictos.

Muchas parejas no decodifican lo que su compañero
siente o piensa, están ensimismados en su mundo afectivo y no reconocen las
motivaciones ajenas, no son capaces de ponerse en los zapatos del otro, más que
escuchar interpretan bajo su filtro. Leerse la mente es muy grave, es parte de
interpretar el lenguaje no verbal: “¡Estás enojado!”, en lugar de preguntar,
“¿Te sucede algo, te puedo ayudar?”. “Ya no me quiere, seguro anda con otra”.

El crecimiento y el disfrute con la pareja es un
continuo dar y recibir,
la desigualdad del intercambio acaba por destruir cualquier relación. Cuando se
trata de aspectos esenciales, recibir es cuestión de derechos, primordial para
el crecimiento de la relación. Si soy fiel, espero fidelidad, si soy honesto,
espero honestidad y así por el estilo, cuando la relación se polariza y se
pierde el equilibrio entre el dar y recibir, la relación se desvitaliza.

 

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