La educación emocional

Como adultos, dominar nuestras emociones es una tarea ardua, la mayor parte de lo que hacemos, sobre todo en el tiempo libre, es un intento por dominar nuestros estados de ánimo.

El arte de serenarnos es una habilidad fundamental para la vida, incluso se puede decir que es una de las herramientas psíquicas más importantes. Este aprendizaje emocional se adquiere en la infancia y depende en gran medida de los comportamientos de las personas con quienes convivimos. Los niños emocionalmente sanos aprenden a tranquilizarse de la misma forma en son tratados durante este periodo; las habilidades como la tolerancia los hacen menos vulnerables a las perturbaciones del cerebro emocional durante su vida adulta.

Una mente intranquila gira dando vueltas al interminable cúmulo de preocupaciones que se desprenden del complicado análisis de los problemas diarios. La dificultad surge con las preocupaciones crónicas y repetitivas reproducidas en nuestro pensamiento una y otra vez sin alcanzar nunca una solución positiva. Estas preocupaciones parecen brotar de la nada; son incontrolables, generan ansiedad y bloquean a la persona para escuchar posibles soluciones quedándose con su único punto de vista del tema que le preocupa.

Dentro de los trastornos de ansiedad se encuentran: las fobias, las obsesiones, las compulsiones y los ataques de pánico. En todos ellos la preocupación se fija de una manera definida: en la fobia, la ansiedad se fija en la situación temida; en la obsesión en evitar alguna calamidad obsesiva; en los ataques de pánico, la preocupación se concentra en el temor a la muerte o incluso en la posibilidad del mismo ataque de pánico. En todos estos trastornos el común denominador es la preocupación que causa estragos.

Por lo general, las preocupaciones siguen un mismo curso: un diálogo con uno mismo que salta de preocupación en preocupación y que con frecuencia incluye catástrofes imaginando tragedias terribles. Como decía Sor Juana “la preocupación es la loca de la casa”. Lo interesante y que tiene importancia para el control es que las preocupaciones ocurren en el oído de la mente, no en su ojo; es decir, en palabras no en imágenes. Es como llorar antes de que te peguen. Ahí está la clave, es paradójico: tan fácil y tan difícil. El pensamiento puede ser controlado con herramientas terapéuticas.

Las preocupaciones crónicas son contraproducentes en el sentido de que adoptan ideas rígidas que, en lugar de dar soluciones creativas para la resolución de los problemas, repiten las mismas ideas de preocupación una y otra vez. Lo peor que se le puede decir a una persona que se preocupa constantemente es: “Deja de preocuparte” o peor “No sufras, sé feliz”. Estas consignas lo único que ocasionan es una mayor preocupación, ya que los hacen sentir como si tuvieran una debilidad y no un trastorno. Las preocupaciones crónicas surgen espontáneamente de una zona del cerebro encargada de alertarnos del peligro, llamada amígdala.

El Dr. Juan Hitzig, profesor de Biogerontología en la Universidad Maimónides, en Argentina, estudió durante años las características de personas longevas saludables y concluyó qué más allá de las características biológicas, el denominador común de todos ellos radicaba en sus conductas y actitudes. Cada pensamiento positivo o negativo genera una emoción y cada emoción moviliza un circuito hormonal que tendrá impacto en las células que conforman al organismo.
Al cúmulo de comportamientos de los seres humanos, le llamó el Alfabeto Emocional. Las conductas se agrupan en: “S” y “R”

Conductas “S”: antidepresivos naturales
La serenidad, el silencio, la sabiduría, el sabor, el sexo, el sueño y la sonrisa, son conductas que promueven la secreción de serotonina, un neurotransmisor asociado con el estado de ánimo y el placer.
Estas conductas generan actitudes “A”, que son las encargadas de crear estados de ánimo que brindan seguridad y confianza como el amor, el aprecio, la amistad y el acercamiento.

Conductas “R”: corrosivas
El resentimiento, la rabia, el rencor, la resistencia al cambio, el reproche y la represión, generan la secreción de cortisol, una hormona que se produce en los estados de estrés. Esta hormona es corrosiva para las células del organismo, acelera el envejecimiento y enfermedades como el cáncer. El cortisol así como la adrenalina tienen la función de energético: alertar ante el peligro, sirven para la defensa de la especie animal: correr o pelear. En el estrés crónico en que vivimos la alarma se prende constantemente liberando cantidades de químicos que al no consumirlos se pagan las consecuencias acumulándolos como radicales libres que generan enfermedades crónico degenerativas o la muerte, mal humor y cansancio.

Estas conductas corrosivas generan actitudes “D” que causan depresión, desánimo, desesperación y desolación.

Si lográramos conocer y aprender el alfabeto emocional de cuatro letras S.A.R.D., a edades tempranas, conseguiríamos vivir más tiempo, con mejores condiciones de salud física y mental. La ‘mala sangre” como la llama el Dr. Hitzig: “Mucho cortisol y poca serotonina” deterioran la salud, aceleran el envejecimiento, acortan la vida sexual activa y son el caldo de cultivo para las enfermedades.

Buen humor, vida social activa, contacto con la naturaleza, optimismo, disfrute de la actividad sexual, buena nutrición, compasión por quienes nos rodean y ejercicio regular, son las claves para una longevidad saludable.

Tengo la fortuna de contar con varios amigos que tienen entre setenta, ochenta y quizás más años con quienes comparto mis vivencias; de ellos he aprendido a poner en práctica las conductas “S”: Néstor es ingeniero, habla siete idiomas y es muy asediado por las mujeres; Olivia es periodista y activista; el recién fallecido Manuel, era empresario y filántropo; Raúl es pintor, escultor, escritor y tiene novia; mi tío Luis, empresario; Ramón, también empresario y escritor; Bertita es ama de casa, orientadora y practica yoga. Todos ellos con una salud física y mental envidiable. ¿Cuál es la clave para que su salud física y mental funcione adecuadamente? Su pasión por la vida. En la cuestión social cuentan con redes de apoyo de varios amigos y familiares, se divierten, se ríen, tienen vida sexual activa “le ponen sabor al caldo”; se toman la copa, están al día en cuanto a novedades, son independientes, hacen ejercicio, les gusta leer, ir al cine, coquetear con las mujeres como si fueran adolescentes; tienen contacto físico, demuestran sus sentimientos, viajan y se sienten jóvenes.

En contraste, también hay personas que aplican las conductas “R” en sus vidas, se encuentran recluidos en sus casas, no asisten a las reuniones. Obvio que ellos no aceptan consultas de mi especialidad; personas que todos los días están de mal humor, haciéndole la vida de cuadritos a quienes los rodean, enfermos de iatrogenias (causadas por tomar tantos medicamentos) que en lugar de mejorar empeoran cada día. Entre las causas de su insatisfacción muchos de ellos se jubilaron de la vida, esperan la muerte, no tienen amigos, menos contacto físico, se resistieron al cambio y acumularon resentimiento.

Recomendaciones
¿Cual es la mejor manera de enfrentar la ira para que no se convierta en corrosiva? No reprimirla. Pero, cuidado, tampoco hay que actuar en consecuencia.
En nosotros está elegir la calidad de vida como adultos mayores.
Eliminar los prejuicios de la edad como: “Ponte en paz, ya estás viejo”, “Te ves ridícula ¿a tu edad, enamorada?”, “Viejo volado, coqueto”. “No trabajes tanto, ya descansa”, “¿Quieres hacer eso, a tu edad?”.

* Dra. Rosa Chávez Cárdenas es psicóloga, homeópata y terapeuta. Consultorio: Tenochtitlan No. 361, Jard. del Sol, teléfonos (01 33) 3631 8312 y 3632 3166, Cel. 333 166 92 72, o contáctala en: [email protected].

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