Hazte justicia

Es innegable. Todos tenemos ganas de ser respetados y apreciados por las
cualidades que poseemos en cada uno de los campos en los que nos toca
participar.


Todos aspiramos a ser el mejor en todo: el mejor amante, hijo, pareja,
hermano, papá y la joya que el jefe apreciará por toda la eternidad acreedora,
si no de todos los privilegios laborales a los que se pudiera acceder, sí por
lo menos al reconocimiento a nuestro desempeño. La mala noticia es que la mayor
parte del tiempo no recibimos lo que tanto estamos esperando de los demás, lo
que puede representar un nocaut a la autoestima. 

Ojos que no ven

“Te lo juro por Dios que me mira: si alguien se esfuerza en cada cosa
que realiza soy yo. La gente que me rodea deja asuntos importantes en mis manos
con la seguridad de que todo saldrá a pedir de boca. Estoy seguro que tengo
relaciones sanas y de mucho afecto de mi parte, lo que me molesta es que nunca
nadie es capaz de decirme lo que hago bien y eso me hace dudar de que voy por
el camino correcto, por eso cuando en una rara ocasión alguien que me acaba de
conocer me hace un halago, minimizo lo que hago y entonces me acusan de falsa
modestia. Total, nunca le doy gusto a nadie y yo me siento frustrado”, confiesa
Francisco un hombre de 43 años y directivo de una empresa.

El caso anterior no tiene nada de extraño. Desafortunadamente, como
dicen las abuelas, pasa hasta en las mejores familias. Esto no significa que
nos resignemos a que así tiene que ser, ni tampoco que nos convirtamos en la
réplica de algunos famosos que, no piden, exigen que se les reconozcan sus
logros, pero lo que sí es posible es que nos premiemos con justicia a nosotros
mismos, nos sintamos orgullosos de los que somos y nos posicionemos en el lugar
que deseamos ocupar ante nuestros ojos.

Ante la pobreza, elegancia

Muchos lo llamarán soberbia, pero cuando los logros son invisibles para
los otros, es momento de atraer un poco la atención con nuestra actitud: “Todos
necesitamos sentirnos valiosos para los demás, es una condición natural del ser
humano que nos impulsa a continuar por el mismo camino y buscar mayores
alcances. Sin embargo, cada persona debe evaluarse a sí misma para detectar sus
aciertos, capacidades y fallas para así descubrir sus áreas de oportunidad y
continuar con el crecimiento. Es muy sano reconocerse e incluso premiarse por
las cosas que se hacen bien, esto se puede hacer no solamente por medio de
algún autoobsequio material. Cuando los resultados lo demuestran uno puede
hablarlo con los demás y afirmar ideas como: ‘hice un buen trabajo’, ‘mi
decisión fue acertada’ o ‘mis padres pueden estar satisfechos con la persona
que soy’”, explica el doctor Hans Olvera, investigador de la Universidad
Iberoamericana.

Aunque hablar de sí mismo en algunos casos puede abrirle la puerta al
autoengaño, por la generosidad con que nos tratamos en ocasiones, hay que tener
muy claro que aquello que pensemos de nosotros tiene que empatar con los
resultados que tengamos y la forma en que los demás nos ven.

Parte de ser justo es no ‘colgarnos’ méritos que no nos corresponden o
que no son acorde a la realidad, por ejemplo cuando es nuestro equipo de
trabajo el que ha sacado exitosamente un proyecto en el que no participamos
activamente, pero ante los ojos del jefe aseguramos que somos los autores o,
bien, si decimos a los demás que somos muy buenos hijos, pero sólo nos
acordamos de visitar a la familia una o dos veces al año.

Ser justos con nosotros, asegura el experto, es aceptar que somos
perfectibles, más no perfectos, lo que nos expone a tener aciertos, pero
también errores y éstos bajo ninguna circunstancia deben ganar un peso mayor
que nos haga decepcionarnos o inculparnos, por el contrario, pueden
transformarse en áreas de desarrollo.

Desprendernos de la falsa idea que apreciar nuestras cualidades y
aciertos es negativo, es fundamental para ser justo, no se trata de
convertirnos en fanáticos de los propios logros, pero sí de estar conscientes
de ellos, bajo la enmienda de no dejarnos atrapar por la autocomplacencia y la
soberbia que bien vale decirlo, nunca darán un testimonio a favor de nadie.

 

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