La sencilla fórmula para enriquecer nuestra vida y la de los otros
Es un honor dirigirme a ti una vez más para que en esta ocasión podamos conversar sobre algo fundamental en nuestra vida: la manera en la que respondemos a lo que nos sucede.
A menudo, nos encontramos en situaciones que nos retan de muy distintas maneras. Es en esos momentos en los que podemos decidir simplemente reaccionar con base en patrones automáticos aprendidos y reforzados a lo largo de los años, o elegir responder. Decía Jean Paul Sartre que la verdadera libertad consistía en ser capaces de dar algo diferente a lo que recibíamos. También Gandhi nos recordaba que “ojo por ojo y diente por diente, dejaría a este mundo tuerto y desdentado”.
¿Alguna vez te has preguntado cómo sería tu vida si, en vez de enfocarte en lo que parece más lógico y razonable, te enfocaras en lo que es posible? ¡Cuántas veces lo que en realidad es posible desafía aquello que parece lógico y razonable!
Los seres humanos, por naturaleza, somos seres sociales que establecemos toda una urdimbre de relaciones con lo que nos rodea. De hecho, nuestro bienestar está directamente ligado a cómo interactuamos con nosotros mismos, con los demás y con el mundo que nos rodea. Y aquí radica una idea poderosa: aquello que proyectamos y aquello que irradiamos, regresa a nosotros al igual que el sonido del eco.
Para estar nosotros bien y además contribuir al bienestar de los demás, lo primero que necesitamos es, por ejemplo, salirnos de la queja continua y practicar la gratitud, la cordialidad y la compasión diariamente. Agradecer no solo por las cosas grandes, sino también por esas pequeñas cosas que dan alegría y sentido a nuestros días. Ser cordiales aunque no lo fueran con nosotros, pues cada acto de cordialidad es como una bocanada de aire fresco en un mundo agitado. Y, finalmente, mostrarnos compasivos, entendiendo que todos cargamos con nuestras propias batallas y que, a veces, simplemente necesitamos un poco de ayuda para salir adelante.
Acción recomendada: te invito a que, en los próximos días, lleves contigo una pequeña libreta. En ella, cada noche, anota tres cosas por las que te sientas agradecido/a. Y si durante el día encuentras a alguien que no está teniendo su mejor día, ofrécele tu cercanía y tu compasión, aunque sea con unas sencillas palabras de aliento.
P.D. Gratitud, cordialidad y compasión son tres regalos que puedes dar cada día. Estos regalos tendrán especial valor si los das sin pensar si a quien se lo das, lo merece o no. No los das por cómo es la otra persona, sino por cómo quieres ser tú. Con ellas, no solo iluminamos nuestro camino, sino que también ofrecemos un faro de esperanza para quienes nos rodean.
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