Relaciones interpersonales que suman

Conforme crecemos nos percatamos de que las actividades se incrementan y el tiempo se reduce. Las responsabilidades nos reclaman tiempo extra y el tan consabido “éxito” nos pasa una costosa factura que implica costes en cuanto a salud, sueño y relaciones interpersonales. Y es justo en medio del ojo de este torbellino que nos preguntamos, ¿qué es lo realmente importante?

 

Cuando llegamos a la cima del tan anhelado éxito —esa pirámide de sueños que construimos cuidadosamente como castillo de naipes— y nos vemos a nosotros mismos solos en la cima, es cuando nos percatamos de que, quizá, lo que el éxito representaba para otros, no era equivalente con su significado para nosotros. Es allí cuando comenzamos a mirar cuesta abajo observando con cuidado todo lo que dejamos en el camino. Sopesando si el hueco sonido de un mar de aplausos y la espuma de halagos valían más la pena que los corazones que siempre estuvieron a nuestro lado a pesar de nuestros múltiples cambios. Si estás en este punto, créeme, no todo está perdido, la vida siempre da segundas oportunidades si las quieres ver.

Vivimos en un sistema centrado en la ilusión del tener más que del ser. Pasamos tiempo tratando de concretar expectativas ajenas, antes que las personales, porque, lo cierto es que quizás ni siquiera sabemos el rumbo preciso hacia el cual dirigir nuestros pasos. Huimos de palabras como vago, insignificante, pusilánime, fracasado… porque nos han enseñado que tropezar es de tontos, cuando lo cierto es que, como dice Brené Brown en Más fuerte que nunca, caer te hace levantar la cabeza y obtener otro panorama que te permite crecer y aprender de aquello que te lastimó.

 

En todo este asunto, el éxito se vuelve factor clave en la construcción o declive de relaciones interpersonales que suman o restan en nuestras vidas donde, ciertamente, se vuelve tan confuso ver cómo tratar de manejar bajo una gran tormenta que empaña el parabrisas de nuestro corazón hasta que el choque con la realidad se vuelve inevitable e ineludible.

Tras las grandes sacudidas de la vida, aquellos que continúan a nuestro lado a pesar de todo son las personas que suman. Aquellos que te dan buenos consejos, que te apoyan, escuchan, incluso regañan cuando saben que estás haciendo las cosas mal. Quienes a pesar de lo bueno y lo malo que tengas se quedan contigo a luchar tus batallas por más oscuras que estas sean.

 

En contraparte, las relaciones que restan son muy evidentes, pues en vez de traerte paz, sosiego, tranquilidad, amor y armonía te hunden en un estado continuo de temor, ansiedad, tristeza, melancolía y nostalgia, entre otra serie de sentimientos de baja intensidad vibracional que tarde o temprano terminarán repercutiendo en tu salud emocional, física y hasta mental.

La sabiduría popular reza que para tener buenos amigos, primero hay que saber ser uno, y para lograr construir relaciones que sumen, primero debemos ser el factor de cambio que potencializa lo positivo en nuestras vidas y en las de otros; pero, ¿cómo hacerlo?

 

1.- Dedícale tiempo de calidad a las personas que estimas

Parafraseando las maravillosas palabras de Antoine de Saint Exupéry en El Principito, cuando el zorro habla con el pequeño niño de cabellos dorados, para acercarnos a otros hay que crear vínculos, domesticar el corazón y reservarle a la otra persona un lugar especial en nuestra vida. Entendiendo por “domesticar” dedicar tiempo al otro, interesarse genuinamente por él, construir una relación sustentada en el cariño, sabiendo de antemano que, como diría el zorro, “siempre seremos responsables de los corazones que tenemos cerca”.

El tiempo de calidad como diría también Gary Chapman en Los 5 lenguajes del amor, es una forma mediante la cual expresamos al otro lo mucho que significa en nuestras vida ofreciéndole lo más valioso que podemos dar: tiempo.

 

2.- Escucha activamente a quién tienes enfrente

La amistad es el acto comunicativo y afectivo más importante que implica a dos corazones, conjunta intelectos y destella una amplia gama de sentimientos. Suele suceder que en las relaciones siempre hay alguien que habla más y otro que suele escuchar. La magia de la amistad radica en cambiar papeles continuamente y nunca quedarse con el protagónico porque ello arruina el equilibrio.

Escuchar activamente significa interesarse de corazón por lo que está sucediendo en la vida del otro, permitir que nos comparta su visión de las cosas, tratar de ponernos en su zapatos sin, por ello, perder la perspectiva de la realidad, brindar un buen consejo sólo si es solicitado y hacerle saber que, pase lo que pase, estaremos ahí para ofrecer un hombro para llorar o unos brazos para hacerle sentir que el mundo es un lugar seguro.

 

3.- Comprométete con relaciones de valor

Conforme crecemos, el tiempo se reduce y los compromisos se multiplican por lo que elegir a la personas con las que compartimos nuestro poco tiempo se vuelve clave. Generar relaciones de valor significa estar en las buenas y en las malas compartiendo aquello que nos hace tener una historia en común, atesorando recuerdos, pero también generando siempre unos nuevos que nos permitan sonreír al ver a la persona. Cabe señalar que ese “estar” no significa tener que estar pegados uno al otro, sino pendientes ya sea de manera presencial o en línea gracias a las múltiples ventajas digitales que ofrece este siglo.

4.- Apoya en los momentos difíciles y comparte los momentos felices

Apoyar en los momentos difíciles es como la escena que retrata Victor Hugo en Los Miserables cuando el señor Magdalena (Jean Valijean) levanta el carro que iba a aplastarle las costillas al viejo Fauchelevent. Muchas veces no podremos quitar el gran peso que las personas cargan sobre sus hombros, pero de alguna forma, podremos ayudarles, ya sea escuchándoles, apoyándolos o sumando fuerzas para no dejarlos morir solos en la angustia cuando los momentos grises de la vida aparezcan. Amar es compartir lo bueno y lo malo que sucede, ayudar a llevar una carga que de otra manera podría parecer insostenible, haciendo del recorrido algo sobre llevadero por más difícil que sea.

5.- Construye buenos recuerdos

Todos conocemos a determinadas personas que se vuelven relevantes en nuestra vida en algún momento; sin embargo, las relaciones no se alimentan de recuerdos lejanos o nostalgia, se construyen con base en un camino compartido donde dos voluntades se suman en espacio y tiempo basados en los tres pilares de las C: comunicación, confianza y cariño.

6.- Esfuérzate por ser siempre la luz que brilla en la oscuridad

Muchas veces no podemos cambiar el mundo, pero si podemos ser esa luz que toca vidas y transforma un mal día en algo maravilloso sólo con el poder de una actitud positiva, ofrecer una sonrisa, un abrazo, pero sobre todo, una buena amistad que sea digna de recordar, vivir y compartir.

* Mireille Yareth, comunicóloga e historiadora, contáctala en: [email protected]

 

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