Nuevos caminos para superar una ruptura

Tras una ruptura amorosa, casi todos solemos pensar que nos hemos equivocado, que elegimos a la persona incorrecta y que, encima de todo el dolor provocado por la pérdida, esta situación es algo así como un castigo con el cual debemos cargar por haber tomado una mala decisión. En seguida nos mortificamos con miles de recriminaciones: “¿Por qué no lo vi antes?”, “¿En qué estaba pensando?”, “¡Dios, fui tan inegenua!” y etcétera, etcétera. En automático nos sentamos en el peligroso columpio de la víctima y nos encerrarnos en una jaula de sentimientos de baja intensidad: tristeza, irá y rencor, cerrándonos y marchitándonos paulatinamente; sin embargo, como casi cualquier historia, la nuestra también puede tener otro final, ¿te atreves a descubrirlo?

 

En la India existen las cuatro Leyes de la Espiritualidad:

 

1.- La persona que llega es la persona correcta.

2.- Lo que sucede es la única cosa que podía haber sucedido.

3.- En el momento en el que comienza es el momento correcto.

4.- Cuando algo termina, termina.

 

Si analizamos la ruptura de una relación bajo este crisol, quizás entenderemos que todos venimos a enseñar y aprender, por lo tanto, todos en algún momento somos maestros y alumnos. Así, una relación es una oportunidad de aprender algo que no sabíamos y necesitábamos, dar oportunidades o de abrirnos. Incluso, aunque las personas que hayamos elegido —consciente o inconscientemente— como pareja no hayan resultado las mejores, siguen siendo maestros incluso para enseñarnos qué no hacer o dar.

En casi todas las relaciones hay momentos buenos, más que malos, por eso nos quedamos ahí un tiempo. Decidimos terminar cuando una serie de factores o situaciones nos parecen imposible de tolerar; pero, aunque parezca difícil creer: la persona que tenemos es la correcta, no es casualidad sino causalidad. Llegó por algún motivo a nuestra vida, comúnmente para hacernos aprender y avanzar; estas personas, la mayoría de las veces, hacen evidente qué es lo que no queremos para nuestra vida. Por tanto, por más desagradable que haya terminado la situación, una cosa es clara: fueron atraídos por nosotros, posteriormente, nosotros los elegimos y permitimos que formaran parte de nuestra historia por un tiempo. La pregunta que resta es, ¿por qué columpiarnos en el dolor, aferrarnos a la amargura y queja cuando podemos continuar enriquecidos con la experiencia y cambiar?

 

La respuesta más común es porqué es más cómodo sentarse en la poltrona del llanto y la conmiseración, que salir del área de confort de la victimización, analizar lo que sucede e invertir en corregir patrones aprendidos o actitudes autodestructivas.

Sí eliges cambiar tu perspectiva y aprender a ver las cosas desde otro enfoque te darás cuenta de que en vez de seguir atada al dolor, hay todo un camino por recorrer que está muy lejos de la televisión, los kilos de comida calórica, el llanto y la conmiseración, pues el verdadero cambio empieza por ti, ¿te animas?

 

A sanar la herida

Para iniciar este camino una cosa es indispensable: tenemos que aprender a tomar responsabilidades entendiendo que la otra persona fungió el papel de victimario, tirano o villano sólo porque nosotros lo invitamos a entrar a nuestra vida y se lo permitimos. Una vez que decidimos poner un alto y sacarlos de ella tenemos de nueva cuenta la opción de elegir morir lentamente carcomidos por el rencor y la amargura o dejarlos ir, aprendiendo de la experiencia, perdonar y enriquecidos tomar mejores decisiones.

Los psicólogos y tanatólogos coinciden en que para avanzar hay que soltar, y no hay mayor carga que tirar por la borda que el rencor pues este sentimiento es la peor ancla que existe, ya que no daña al otro, sino que recae en uno mismo dañando su espíritu, emponzoñando el alma y matando paulatinamente el cuerpo.

 

El perdonar, en cambio, permite liberarnos del dolor entendiendo que nadie puede dar aquello que no le dieron, conoce o tiene acceso, que las personas son reflejo de su entorno, familia, amigos  y que, con base en ello, van construyendo su vida, por lo que sólo dan lo que tienen por dentro y se comportan como saben. Ello no quiere decir que por compasión o lástima uno se tenga que quedar a sufrir. Cuando se detecta que esa persona no es lo que uno quiere entonces hay que  poner punto final e irse. Es importante advertir que perdonar no equivale a continuar con una persona o situación dañina. Es el soltar, dejar ir y continuar por otra senda es mejor.

Así, como diría Griselda Mantecón Garza en La magia de la vida está en ti: “Al irte de ese espacio dejas el lugar vacío para que quien debe ocuparlo, llegue, así como en ese momento a ti te toca ocupar otro sitio”.

 

Una clave interesante acerca de cómo poder salir enriquecido de esta experiencia es, como lo advierte Griselda, concentrarse no tanto el por qué a mí, sino el para qué, adentrándose en el qué aprendí de esto, para qué me va a servir está experiencia en un futuro, qué puedo mejorar y cómo puedo evitar volver a caer con alguien así y repetir esta historia.

Ahora sabes que tras una ruptura quien llegó a tu vida, tu ex, era en ese justo momento la persona correcta para esa experiencia que tenías que vivir, pues gracias a él o ella  ahora tienes un nuevo aprendizaje que te ayudó a clarificar que no quieres ni vas a seguir permitiendo en tu vida.

 

Al pasar la página y liberarlo por medio del perdón, tú mismo te abres a un mundo de posibilidades en el que el único que tiene la pluma para escribir este nuevo capítulo eres tú. Ahora que lo sabes libérate, déjalo ir y trabaja en ti para crear un futuro mil veces mejor que el anterior.

* Mireille Yareth es comunicóloga e historiadora, contáctala en [email protected]

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