La de la mala suerte o cómo trazar un nuevo futuro #LibreDeInfidelidades

Cuando te engañan  piensas que, como bien dicen Jesse & Joy, eres “la de la mala suerte”. De una a mil veces, sueles repasar en dónde estuvo el error, qué hiciste mal o si algún mal karma tenías que pagar y ahora los dioses se desquitan contigo mandándote el Melate, el acumulado y el Revancha en una sola exhibición por aquello qué debías y que ya ni te acordabas.

 

En temas del amor, unos pagan lo que deben, para otros es fruto de una mala comunicación donde terceras personas se “filtran” —o los dejan entrar— y en algunos casos más, la confianza muere y sólo queda el cascaron de una relación vacía con dos cobardes que no se atreven a enterrar algo que, por demás, causa dolor y es un fantasma. Hay un pequeño porcentaje en el que, sorprendentemente, aunque uno de ellos engañe y el otro lo haya hecho todo bien —incluso perfectamente bien—, el motivo no siempre tiene que ver con uno.

Por raro que suene, ese “no siempre tiene que ver contigo” quiere decir que, a veces, aunque uno  abra su corazón esperando ser correspondido y tratando de concretar al fin esa idílica idea de la happy family que se inserta en el cerebro como chip de la promesa eterna de la felicidad, hay una buena razón por la que no resulta bien la relación. Y esa resulta ser que simple y sencillamente esa persona que engañó y lastimó al otro, no era la adecuada y es mejor, definitivamente, que se vaya.

 

En esta sociedad mexicana tan llena de tabús y clichés, aún en pleno siglo XXI se sigue concibiendo la idea dramática de “la víctima”, cuando nos ponen el cuerno. Hablando específicamente de la comunidad femenina, a más de una nos ha sucedido y conocemos el camino, los pasos, las tretas y hasta las más ingeniosas excusas que algunos patanes usan creyendo que no nos daremos cuenta. La verdad es que, muchas veces, la mujer mexicana por miedo a estar sola o a ser juzgada, prefiere callar, apechuga y sigue su vida como si no pasara nada cuando esta situación no es correcta ni es normal ni se la merece nadie. Esta emoción se vuelve corrosiva y va destruyendo el alma, el corazón y el cuerpo de manera paulatina.

La reacción al estilo Maluma donde ojos que no ven, corazón que no siente y “felices los cuatro”, denota una gran falta de respeto a sí mismo, donde por el deseo de poseer, más que de amar, las personas deciden quedarse en un abismo de mentiras, en una fantasía prendida con alfileres que al menor chiflón se convierte  en un nido de víboras, un pozo sin fondo y del cual pareciera imposible salir debido a la codependencia.

 

Una relación donde impera la mentira y el engaño no es normal. Y mucho menos una en la que, sabiendo lo que está mal, se pasa por alto todo fingiendo que no pasa nada, cuando en realidad por dentro el corazón vuela en pedazos como quien pisa una mina en batalla muriendo poco a poco y consumiéndose.

Esta situación no se debe a la “mala” suerte, sino a la irresponsabilidad de entregar el corazón en bandeja de plata a alguien que no lo merece, de  no respetarse a uno mismo y de no cortar con patrones aprendidos previamente —la mayoría de las veces de manera inconsciente. Todas las relaciones se construyen con base en decisiones y, de igual manera, deben concluirse. Hay que concietizarnos de qué errores se cometieron y qué lecciones se aprendieron, aún a la mala. Ninguna persona aparece en nuestra vida por casualidad, suerte o destino. Son las decisiones que tomamos las que van pavimentando el camino que elegimos seguir.

 

La buena noticia es que, si se ve de esta manera, no hay mala suerte, sino decisiones por corregir y caminos que reemprender para, así, demoler aquello que no nos es grato, pasar de hoja y erigir un nuevo camino mil veces mejor en el que la vida no posea ese sabor a tristeza infinita de las lágrimas del mar, sino el sabor de un dulce esfuerzo que se deleita paso a paso y que se disfruta mordida a mordida, lentamente con dulzura para el paladar.

Así que, ya lo sabes, si estás pasando por una situación así, no tienes porque continuar en ella. No hay mala suerte. Existen equivocaciones, pero, afortunadamente, siempre hay oportunidad de corregirlas para trazar un nuevo futuro, uno en el que el respeto y amor a ti misma prevalezca y, una vez llena de él, lo puedas ofrecer de nueva cuenta, pero ahora sí, a una persona que sea capaz de valorarlo. Recuerda que nunca se dan perlas a los cerdos, ellos no conocen su verdadero valor y piensan que son piedras como las que están acostumbradas a tener.

* Mireille Yareth es comunicóloga e historiadora, contáctala en [email protected]

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