La belleza de ser tú mismo

En este mundo tan acelerado, nos esforzamos tanto por complacer a los demás con sus imperativos de “éxito” que poco tiempo guardamos para meditar qué es lo que nosotros realmente queremos. Al ver al televisor, cine y redes nos asomamos a un mundo en el que la belleza es tipificada como perfecta desde el cabello hasta las uñas de los pies y nos esforzamos tanto por encajar que terminamos franca y sinceramente exhaustos.

Dinámicas esclavizantes que incluyen ir al gimnasio, porciones de comida al mínimo, mil litros de agua, desempeñar a la perfección tu rol de estudiante, profesionista, mamá, papá, empleado, emprendedor y cuidar cada detalle de nuestro apariencia puede resultar avasallante. Hasta que nos detenemos a pensar en que son sólo historias muy bien contadas, incluso, llevadas a límites de terror  para hacer que consumamos todo para vivir dentro de un mundo cuidadosamente construido por imperativos y estereotipos; pero, ¿y sí lo analizamos a detalle?

Nuestro cuerpo es 70% agua ¡y de esto se aprovechan miles de marcas! Necesitamos el líquido vital para subsitir, ¡pero no que 30 marcas se peleen por nuestra atención frente los aparadores gritando “llévame a mí”!

 

Hacer actividad física es bueno para la salud, ¡magnífico!, tanto que impulsa a mejorar cada función dentro de nuestro organismo y eso se refleja desde las funciones cerebrales  pasando por las sanguíneas hasta llegar a las celulares. Cuidar de nuestro cuerpo, este maravilloso contenedor de materia que nos impulsa a seguir cada día, es muy bueno; pero, existe una gran diferencia entre darle mantenimiento y cumplir con imperativos del tipo: “si no tienes un cuerpo espectacular como el de las y los modelos, actores, cantes y artistas, entonces no sirves para nada, no eres atractivo/a”.

Contar, frenéticamente, cada caloría mientras comes no es sano ni agradable, ni para ti ni para quienes te rodean pues el gran placer de comer se ve reducido a la tortura de engullir a fuerza el alimento, lo cual, a la larga, conduce a desórdenes alimenticios como anorexia y bulimia, por mencionar algunos. Todo por querer cumplir tan afanosamente con un estereotipo absurdo de belleza en el que para ser amado/a necesitas ser simple y sencillamente perfecto.

 

De repente querer parecerse a los superhéroes de músculos de acero o las heroínas de cuerpos perfectos que vemos en la pantalla grande, parece imposible, máximo cuando razonas que quienes dan vida a los personajes son actores que dedican de 4 a 8 horas diarias para mantener su cuerpo en perfecto estado, toman suplementos carísimos y, mayoritariamente, cuentan con más de una operación que resalta determinados rasgos de su anatomía pues de eso depende su oficio.

Es importante reflexionar que, de no pertenecer a ese mundo en el que el cuerpo es el centro de la supervivencia, el resto de personas tienen otras dinámicas de vida en la que los tiempos son distribuidos de otras maneras y con otros fines.

 

El tener un cuerpo espectacular no es imposible; pero, habría qué preguntarse, ¿para qué destinar tanto dinero, tiempo y esfuerzo?, ¿sólo para ser aceptado?, ¿deseado? Y a final de cuentas el ingrediente más importante de la reflexión: ¿para quién?, ¿para uno mismo o para otros?

Si para sentirse bien con uno mismo es que se toma la decisión de activarse físicamente y tener mejores hábitos alimenticios, ¡excelente! Esto representa un  buen esfuerzo e interés por tener una buena salud y, por consiguiente, una mejor calidad de vida; sin embargo, si los motivos son porque no se tiene la suficiente autoestima, no se está a gusto con su aspecto o se tiene miedo a no ser aceptado socialmente, entonces sí hay un tema de fondo que es urgente atender y que una pesa o una corredora no van a resolver.

 

Es común que la gente prefiera acudir al gimnasio en lugar de visitar al psicólogo o algún profesional de la salud mental porque tienen miedo de descubrir que el sendero que han elegido no es precisamente el más adecuado y que se lleva dentro del cuerpo una bomba de emociones. Sentirse bien con uno mismo no radica subir una foto a redes y recibir miles de “Likes”, en realidad, para sentirse bien con uno mismo hay que saber quiénes somos, amarnos tal cuál somos y aceptar nuestros defectos y virtudes al tiempo que se trabaja con la mente y el alma con el mismo ahínco que se hace con el cuerpo. De otra forma sólo se ponen parches a problemas que siempre han estado y seguirán ahí a pesar de un cuerpo perfecto.

La mente y el alma también se ejercitan; aunque nadie las ve, suelen ser tan importantes como el cuerpo. Ejercitar  tan sólo uno de los tres nos lleva al extremo y al desequilibrio porque sólo estamos confiriendo atención a un cajón cuando hay otros dos que se encuentran completamente desordenados. Con frecuencia es sólo cuestión de tiempo para  que lo que hay dentro emerja a la superficie y la vana aceptación se esfume como cosa de magia.

 

Deseamos tan fervientemente ser aceptados por otros y encajar, que olvidamos lo que es realmente importante: ser felices con lo que somos, esforzándonos en ser cada día mejores desde adentro y sentirnos cómodos con los demás siendo nosotros mismos, aceptando que habrá gente que nos acepte y otra que nos rechace, independientemente de nuestra apariencia física y nuestra ideología.

El físico no lo es todo. El lucir como una estrella de cine por una noche, no nos hará mejores a la mañana siguiente, ni los días subsecuentes que tengamos que vivir con el peso de aparentar algo que franca y sinceramente no somos, entonces ¿por qué cargar equipaje de más?, ¿máscaras que tarde o temprano terminarán cayendo?, ¿no sería mejor invertir al crecimiento interno?

 

Deja de tratar tan afanosamente de encajar, libérate de un peso donde los demás te dan la calificación y empieza a ser protagonista de tu propia historia escribiendo el guión de la vida que quieres vivir, aquella en la que eres feliz de ser quien eres viviendo en armonía con todo aquello que te rodea. Sé el motor de cambio que esperas y no delegues esa responsabilidad en nadie más, pues sólo tú puedes escribir, construir o dibujar el mejor futuro para ti.

¡A ejercitar con el  alma, corazón y cuerpo la belleza de ser tú mismo!

 

* Mireille Yareth es comunicóloga e historiadora, contáctala en [email protected]

 

 

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