El doble filo de la confianza en la relación de pareja

En el libro de Anna Johnson, Manual de supervivencia de la mujer moderna, España, editorial Oniro, 2000, encontramos un bello relato que a continuación les comparto. Existe un antiguo cuento de hadas que nos habla acerca de un hombre que conoce a una princesa que vive sola en un castillo situado en lo profundo del bosque. Se enamoran al instante. La princesa lo invita a vivir con ella con una condición: que la deje estar totalmente sola cada jueves de la semana. No debe preguntarle a dónde ha ido, sino sólo confiar en que volverá. Él respeta su deseo, se casan y tienen hijos. Y cada jueves desaparece como habían acordado. Pero al cabo de muchos años su marido siente curiosidad, incluso un poquito de celos, y entra a hurtadillas a la cámara del castillo donde su esposa se había retirado. Descubre que está dentro de una inmensa bañera  de madera llena de agua de mar y que tiene una cola de sirena. Cuando su esposa ve que él ha descubierto su ritual secreto derrama una sola lágrima y desaparece para siempre.

 

El relato Anna Johnson nos deja una moraleja: cada quien tiene sus propios secretos y es mejor no hurgar. La curiosidad mató al gato y la caja de Pandora fue una venganza proverbial de los dioses del Olimpo hacia los mortales por haber hurtado el preciado fuego. Por lo que, el respeto en una relación se vuelve un asunto cardinal. Querer saberlo todo de todos no es algo sano. Las personas tienen una vida que abren para compartir con sus seres más queridos, pero ello no quiere decir que fisgonear o controlar sea algo sano. La frase: “lo que no fue en tu año, no fue en tu daño”, es algo que si se sabe apreciar, encierra una verdad básica: el pasado es parte de lo que somos, pero ya está atrás, como tal hay que tratarlo. Ante esto surge una pregunta inminente, ¿qué hacer con tu devastadora curiosidad?

Acerca de las diferencias que hay entre hombres y mujeres fluyen mares de libros que intentan explicar cómo es que uno y otro se sienten dentro de una relación, sin con ello llegar a un punto conclusivo con respecto del tema. Lo cierto es que a pesar de los ríos de tinta que han corrido al respecto, no somos tan diferentes. Ambos sentimos, pensamos  y vivimos cosas semejantes, la gran diferencia radica en cómo vamos afrontando las experiencias que la vida nos va presentando y cómo  lo tomamos para. por consiguiente, construir los aprendizajes que de  ellas se derivan.

 

Dentro de una relación sana, el tema de la confianza se vuelve central puesto que es uno de los motores para seguir siempre adelante; sin embargo, este bello cimiento, al igual que el dios Jano, tiene dos caras y es un arma de doble filo.

El doble filo de la navaja

Uno de los filos, el bueno, es difícil de erigir. Debido a las múltiples experiencias que la gente suele poseer en esta nueva era se vuelve complejo soltarse y confiar, máximo si en el pasado salieron lastimados. Atravesar el valle del amor tiene sus bemoles y no siempre es como los cuentos de hadas lo pintan, incluso, en algunas ocasiones pudiese parecer uno de los niveles del infierno que describe Dante en La divina comedia, donde los arbustos arrancan la piel de la gente. En esta misma lógica y retomando algunos de los planteamientos de Miguel Ángel Ruíz, en la Maestría del amor, éste suele a veces dejar en la memoria una especie de lepra sentimental en la que cuando llega alguien más con intención de ayudar —o amar realmente—, la gente escapa pensando que los herirán y dejando a otros extrañados.

Al respecto, la expresión “con pies de plomo” se vuelve clara, ya que en el amor uno siente que literalmente vuela. Ante la desconfianza de la gente frente el amor, muchos suelen perderse de lo más bello: la vida misma por temor a ser nuevamente lastimados, autogenerando con ello una especie de armadura como la descrita por Robert Fisher en El caballero de la armadura oxidada o máscara que se encarna en el alma como la descrita por Adriana Páramo en Yo Dragón y que se vuelve difícil de retirar. ¿Qué hacer al respecto?

 

Perdonar y liberar los fantasmas del pasado es la respuesta; sin embargo, no es una vía sencilla, ni siquiera corta para volver a empezar. Implica retarse a sí mismo a dejar ir para poder continuar dinamitándose desde dentro, luchando contra la ira, la soberbia y el dolor, para posteriormente lograr emerger de las cenizas siendo alguien nuevo dotado de las valiosas lecciones de la vida.

De tal manera, cerrando ciclos a su tiempo y abriendo otros, es como puede crearse un nuevo punto de confianza. Suena fácil, pero en absoluto lo es. Dejar ir implica perdonar a otros y a uno mismo por los errores cometidos, pues lo cierto es que nadie nace sabiendo amar y en el camino se lastima sin querer.

 

Así, la confianza es uno de los trofeos de batalla más difíciles de conseguir pues implica ganar un corazón con base en la verdad, bondad y amor. Entendiendo el pasado, luchando incluso contra él, perdonando, continuando y resurgiendo para crear algo mejor cada día.

La fortaleza de la confianza consiste en creer sin pedir pruebas, ni ver. Es otorgar el corazón en unas manos que sabes que lo protegerán, aún a sabiendas de entender que puedes resultar herido/a. Es la sabiduría de amar con bondad a pesar de las dificultades y pruebas que puedan presentarse en el camino.

 

La otra cara de la confianza es la engañosa, aquella que transgiversa la confianza por inseguridad llegando al lindero de los celos por miedo a la pérdida o al desencanto.

Suele suceder que en el nombre de la confianza la gente haga cosas poco sanas que rayan en los linderos de lo celotípico, como pedir a su pareja que le deje ver su celular, correos, contraseñas, etc. Una cosa es clara: “El respeto al derecho ajeno es la paz”, como refería Benito Juárez. Por lo tanto, si alguien que te ama, no tiene porqué pedirte jamás en nombre de la “confianza” esas cosas. La confianza es  mucho más que fisgonear, es respetar y creer en que esa persona te ama tanto como tú al él o ella para no hacerte daño y herir tu corazón. Por tanto, la confianza es algo que se construye, pero también que ciertamente se va ganando poco a poco y con respeto.

Ahora que sabes del doble uso de la espada, enfúndala, guárdala y jamás la uses para dañar a la persona que  camina a tu lado: tu pareja. Sácala únicamente cuando necesites decapitar algún demonio verde de los celos que intente hacerte claudicar, porque recuerda, el amor sin confianza no es amor. Cuando te encuentres ante el miedo, mejor elije amar y creer, de esa forma tú jamás perderás, ya que siempre lo habrás dado todo y, entonces, no quedará nunca en ti.

 

* Mireille Yareth, comunicóloga e historiadora, contáctala en: [email protected]

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