The Piano (1993)

Publicado por Tomás Alatriste en viernes, mayo 24, 2013 · Deja tus Comentarios

Una de las premisas más utilizada en el mundo cinematográfico es: «El amor todo lo vence», premisa que instituyó William Shakespeare en Romeo y Julieta. Además, el tema del amor es uno de los más recurrente en diferentes soportes narrativos. Uno se pregunta, ¿qué hace la diferencia entre tantas obras donde el tema central es el amor? La respuesta es sencilla, la forma de contar la historia. Este es el caso de The Piano, una obra cinematográfica que rompe algunos paradigmas.

Para seguir con la misma línea del cine hecho por mujeres, la escritora y directora neozelandesa Jane Campion realiza el importante proyecto: The Piano, cinta que la llevó a la nominación del premio «Oscar», no obtuvo la estatuilla como mejor película, pero si como mejor guión original; Holly Hunter y Anna Paquin se llevaron el premio como mejor actriz y mejor actriz de reparto; además, la película fue muy bien recibida por el público y la crítica.

Ada McGrath (Holly Hunter) es una mujer escocesa que se ve forzada a unirse en matrimonio con Alisdair Stewart (Sam Neill) en un arreglo que su padre hizo y donde obtuvo cierto beneficio. Ada y su hija Flora (Anna Paquin), su intérprete con el lenguaje de señas, deben viajar a Nueva Zelanda para formar una nueva familia. Se desconocen las razones por las que Ada, a una muy corta edad, perdió la capacidad de hablar, por lo que se refugia en la música, y para expresar sus sentimientos ella toca el piano.

Las dos mujeres llegan a la isla con unas cuantas pertenencias y el voluminoso instrumento musical. Stewart se niega a llevar el piano hasta su casa, argumenta que es muy pesado, que trae pocos hombres y la casa está lejos, por lo decide abandonar a la orilla de la playa la enorme caja con el piano adentro. Este hecho provoca en Ada resentimiento y molestia porque el piano es lo que más importa a ella.

Ada va con George Baines (Harvey Keitel), un nativo de la isla, y le pide que la lleve al lugar donde dejaron el piano; al principio él se niega, pero termina accediendo porque sabe que ella no se va a dar por vencida. Pasan toda la tarde en la playa, ella está completamente feliz tocando el piano, Flora brinca y juega en la arena mientras él escucha complacido. Baines le propone a Stewart comprarle el piano a cambio de unas tierras, Stewart acepta gustoso, pero Ada se enfurece porque el piano es de su propiedad. Al final hay un especie de acuerdo, uno obtiene las tierras, el piano se reguarda bajo el techo de una casa y Ada puede ir a tocar el piano con la condición de dar clases a Baines.

La protagonista va poco entusiasmada a la casa de Baines y le pide que se siente ante el piano; para sorpresa de ella, él dice que prefiere verla y escucharla. Ella se sienta y en cuanto sus dedos rosan las notas su semblante cambia, se transforma, hacer música con el piano es lo que más le complace. En realidad, Baines no está interesado en aprender a tocar el piano, él se siente fuertemente atraído por Ada, pero no puede aspirar a más porque se trata de la mujer de Stewart; sin embargo, le hace una propuesta, cada vez que vaya a su casa y le permita verla y tocarla le dará una nota, de esta forma ella podrá recuperar su piano.

Ada, no de muy buena manera, acepta el trato, pero empieza a ir a la casa de Baines para tocar el piano mientras él la observa e intenta tocar su piel cubierta por la ropa propia del final del siglo XIX. Mientras pasan los días, la propuesta va alcanzando puntos más febriles, él quiere poseerla y ella quiere recuperar su piano lo más pronto posible; sin embargo, en ella va creciendo un sentimiento que no logra expresar abiertamente. Flora, que siempre estaba pegada a su madre para hacer de intérprete, se ve desplazada y ese distanciamiento provoca que la niña haga insinuaciones con Stewart sobre las clases de piano con el señor Baines. Claro, los acontecimientos van a tomar un giro drástico, ya que no se puede mantener oculta una relación en una pequeña comunidad compuesta por nativos que se rigen por los usos y costumbres, y extranjeros que tienen una forma distinta de ver la vida.