La alimentación en pareja
La alimentación en la vida de pareja juega un papel fundamental, comprar los alimentos, prepararlos y compartirlos es una rutina del día a día que puede derivar en dos vertientes: una agradable convivencia familiar o un momento realmente estresante.
Cocinar y compartir los alimentos puede ser una gran oportunidad para mejorar la convivencia con la pareja o la familia; sin embargo, cuando no sabemos manejar las diferencias en los hábitos alimenticios de cada miembro, corremos el riesgo de convertir este momento en un periodo estresante, precursor de molestias gástricas o indigestión, incluso de obesidad, factores que perjudican nuestra relación a la par de convertir esta zona en un espacio disfuncional.
Con el ritmo de vida tan ajetreado que llevamos hoy en día, las largas distancias entre el trabajo y la casa, el pesado tránsito vehicular, los horarios laborales y las múltiples actividades que cada uno desempeña, aprovechar cada minuto de convivencia con la pareja se vuelve una prioridad, de ahí el esfuerzo porque esos momentos sean más productivos, provechosos y de una mejor calidad. Uno de esos momentos es el que gira entorno a los alimentos.
Según información difundida por la CNN, en el renglón de la alimentación, en muchas familias norteamericanas y mexicanas está demostrado que las restricciones dietéticas y diferencias de gustos entre los integrantes de la familia, despierta una lucha por conquistar el territorio que ocupa la cocina en los hogares.
Un estudio realizado por la Universidad de Newcastle señala que cuando una pareja decide comenzar una vida en común, ambos miembros se adaptan a las modificaciones en sus hábitos alimenticios. Las razones para esta adaptación dietética están en el hecho de que ambos tratan de complacerse mutuamente durante el periodo inicial de su convivencia, procurando acomodar su rutina, sus gustos y el comer alimentos que él o ella prefieren para quedar bien con su pareja. Esta experiencia termina siendo perjudicial para alguno de los dos e, incluso, se torna motivo de desacuerdo, en especial para las mujeres que son quienes suele ser más proclives a padecer alteraciones en su peso y figura después de un tiempo de vivir en pareja.
La investigación señala que las mujeres tienden a ganar peso e incrementan el consumo de alimentos con alto contenido de grasa y azúcar; sin embargo, con los hombres ocurre lo contrario: al comenzar la convivencia en pareja reducen el nivel de grasa y azúcar e incrementan el consumo de vegetales.
Ante estas circunstancias la Dra.Ramani Durvasula, psicóloga clínica, brinda cinco consejos para lograr que la alimentación en pareja no resulte un conflicto:
1. Respeto: en todo momento guardar respeto por la elección de los alimentos de la pareja sin importar la razón de ello: religión, convicciones éticas, restricciones médicas, dieta, etcétera. Hay que evitar a toda costa la ridiculización y las burlas al respecto.
2. Un punto medio: elegir platillos que ambos puedan comer, cocinar juntos u optar por restaurantes que se adapten a las preferencias de ambos.
3. Compromiso: quien cocina es, por lo general, quien toma las decisiones acerca del menú, en este sentido debe existir algún arreglo entre ambos para que el otro no vea como una obligación el volverse vegetariano, o el eliminar ciertos alimentos de su dieta.
4. Comunicar: el llegar a un acuerdo respecto al menú diario en la vida de la pareja solo funcionará si existe una comunicación clara y objetiva. Es importante que al hacer las compras se tomen en cuenta los alimentos fundamentales de la dieta de la pareja: vegetales, carne, soya o ingredientes particulares, sobre todo cuando es el otro quien hace las compras. En la vida diaria, la planeción conjunta de comidas y tener siempre alternativas de restaurantes serán un gran acierto.
Lo más sorprendente de este estudio en pareja es el hecho de que los dos comenzaron aganar peso después de iniciar la convivencia. Los expertos sugieren que esto puede ser causado por los cambios en las pautas de alimentación y una tendencia a dedicarle menos tiempo al ejercicio. Ante esto, es indispensable que los nuevos hábitos sean tan sanos o más que los que ya se tenían, así como el apoyo mutuo en cuestión de alimentos y actividad física.
Por otra parte, hay que evitar que la cocina y el comedor se conviertan en zona de discusiones donde se ventilen todo tipo de problemas familiares. La cocina —junto con la recámara matrimonial— desde hace décadas es un lugar que simboliza la unión familiar, hagamos lo posible por mantener intacto su significado. El estrés que provocan las discusiones a la hora de alimentarnos puede ser causa de indigestión, gastritis y aumento o pérdida de apetito; si se tiene algún tema delicado por abordar, si hubo algún roce o mal entendido, hay que esperar a que termine la hora de los alimentos para externarlo a la pareja y no convertir este momento en una batalla campal.
En el caso de los niños, es importante hacerlos sentir partícipes de toda la parafernalia entorno a la compra y preparación de alimentos, sobre todo cuando hablamos de niños con gustos muy díficiles; el hecho de permitirles que colaboren en la preparación del menú, en la selección del mismo y hasta en la compra de los insumos, despierta en ellos un mayor interés por la comida.
Cocinar puede ser una experiencia agradable y gratificante para quienes participan y usted puede aprovechar y fomentarla en su hogar. Estos momentos de convivencia en la cocina los recordaremos toda la vida, sean gratos o ingratos, usted elige.
* Dr. Psic. Héctor Ornelas Delgadillo, escritor, investigador, terapeuta y psicotraumatólogo, fundador del Centro de Intervención en Crisis de Zapopan, Jal. Contacto: [email protected]. Consultas: (33) 3656 7572, Cel. 044 333 490 28 13.