Acuerdo prenupcial

En esta ocasión me gustaría comentarles algunos aspectos sobre el
acuerdo prenupcial que debería tener toda pareja que planee casarse o vivir
junta.

No estoy hablando del
acuerdo prenupcial legal que regula compensaciones y penas convencionales en
caso de divorcio, infidelidad, etcétera, sino más bien de uno relativo a
aspectos vitales de la relación que pueden convertirse en focos de peligro si
no se atienden adecuadamente.

Cuando una pareja planea su boda, pone cuidado en el banquete, el
mobiliario, la iglesia, la decoración, la mesa de regalos, el lugar donde
vivirán; sin embargo, con frecuencia olvidan hablar y ponerse de acuerdo en
aspectos tan cotidianos y trascendentales que afectarán directamente su
convivencia diaria, su acoplamiento como pareja y, por supuesto, su grado de
satisfacción y felicidad en la relación.

 

Se supone que la etapa del noviazgo es justamente para que ambas
partes se conozcan a fondo y puedan tomar una decisión eficiente en el sentido
de compartir sus vidas dentro de un matrimonio o una convivencia de unión
libre. Desgraciadamente, la mayoría de las parejas no se permiten ser quienes
son en realidad, y ofrecen una imagen a la contraparte que en ocasiones dista
mucho de ser la real. ¿La consecuencia? Una gran sorpresa cuando ambos empiezan
a vivir juntos, frecuentemente desagradable, y no faltan los comentarios del
tipo: «Nunca pensé que él/ella fuera así», «Jamás se había
comportado de tal forma cuando éramos novios», «Siento que me he
casado con un@ desconocid@». 

¿Cuáles son los puntos que hay que negociar antes de casarse o vivir
juntos que constituyen el talón de Aquiles de las relaciones modernas? Enumero
los más frecuentes que hemos observado en nuestras consultorías:

 

  • Manejo
    del dinero.
  • Relaciones
    con la familia política.
  • Cómo
    administrará su tiempo la pareja para celebrar las festividades
    (Nochebuena, Navidad, Año Nuevo, Día de las Madres, Día del Padre, etc.)
    con cada una de las dos familias.
  • Reparto
    de las labores domésticas.
  • Vida
    religiosa de la pareja y de los hijos.
  • Educación
    de los hijos.
  • Número
    de hijos.

Negociar no quiere decir que siempre van a estar de acuerdo en todo
las dos partes, más bien implica el ejercicio de externar ideas, deseos,
necesidades y creencias en cada uno de los puntos antes mencionados y
contrastarlos con los de la contraparte, encontrando alternativas de solución,
cediendo algunas veces y defendiendo posiciones en otras. 

 

La idea principal es que cada pareja platique de manera franca,
abierta y amplia sobre cada uno de los temas mencionados para asegurarse de que
existen condiciones reales mínimas para
 ponerse de acuerdo, de que se está en la misma frecuencia general y de
que no habrá diferencias tan graves que puedan traer un jaloneo que, de no
resolverse, lastimen seriamente la relación e incluso acarreen un divorcio.

Ilustrando un poco el párrafo anterior, les comparto el siguiente
caso: una mujer, con tres años de casada, y su marido tenían un conflicto
porque él deseaba que los hijos de la pareja asistieran a una escuela laica
mientras que ella insistía en una escuela católica. Él había aceptado casarse
por el rito católico como matrimonio mixto (es decir, siendo él de una religión
distinta, sin convertirse) por lo que ella asumió en automático que los hijos
serían educados en el catolicismo. Las posiciones se recrudecieron: él
argumentó que ya había cedido en casarse por la religión de ella y para la
esposa era de vital importancia que sus hijos recibieran formación católica
como lo había vivido ella y todos sus hermanos. Al final no pudieron ponerse de
acuerdo y sobrevino el divorcio. 

Es fundamental, pues, no suponer ni asumir nada respecto a estos temas
polémicos y delicados en la mayoría de las parejas: lo mejor es hablar de ello,
enfrentarlo, ventilar preocupaciones antes del compromiso matrimonial o de
vivir juntos. Es preferible, por doloroso que sea, aceptar que no puede haber
una vida en común juntos antes de… que darse cuenta de lo mismo cuando ya
 se contrajo matrimonio. En el caso de la unión libre, la situación es más
flexible, pero aún así es bueno negociar estos puntos con la contraparte antes
de embarcarse en la aventura que representa el vivir juntos.

 

Cualquier duda o comentario que tengan, se los agradeceré al final de
esta entrada o a nuestro email [email protected].

 

* Raúl Antonio Reding,
consultor en desarrollo humano, terapeuta individual, de parejas y facilitador
de grupos. Contáctalo en Vida Plena GDL (Guadalajara, Jalisco), web:
http://vidaplenagdl.blogspot.mx/,
Cel.
33 3952 7845, [email protected],
Twitter:
@VidaPlenaGDL

 

Artículos relacionados

Problemas de pareja

Decálogo de supervivencia masculina

Cuándo acudir a terapia

Deja un comentario