Polos opuestos ¿se atraen?

¿La diferencia de gustos y afinidades entre parejas funciona? ¿Los opuestos realmente se atraen? ¿Qué tan cierto es ese dicho popular?

Después de ese maravilloso chispazo inicial ¿qué pasa cuándo te das cuenta que ya no resulta tan agradable que tu novio sea tan olvidadizo y tú una agenda ambulante? Cuando se trata de relaciones interpersonales, como dicen, cada cabeza es un mundo, con mayor razón cuando el tema es la relación de pareja.

Encontrar a la pareja perfecta puede llevarte a besar varios sapos permaneciendo en el estanque todavía por un buen tiempo. Cuando por fin, el sapo se convierte en ese maravilloso príncipe azul que llega montado en su corcel, Harley o Mercedes Benz —claro que ante los ojos del amor así es como vemos a una moto Vespa o a un flamante vochito 73—, resulta que la forma de ser de ese adorable caballero te puede parecer la más perfecta y adecuada: eres completamente feliz.

Conforme pasa el tiempo, el caballero de la brillante armadura comienza a cambiar, entonces tú, la bella princesa del cuento, comienza a preguntarse ¿qué pasó?: “Es que no era así”, “Su actitud me molesta”, “No me gusta tal cosa”. ¿Será que el cuento de hadas fue puro cuento?

Cuando hablamos de encontrar a nuestra pareja perfecta, las mujeres hacemos una lista de cualidades y virtudes que debe reunir el hombre de nuestros sueños; claro que el famoso listado se elabora en la adolescencia y tiene más apariencia de carta a Santa por su longitud y peticiones, que de otra cosa, pero obviamente, con el tiempo, vas tachando aspectos de los que puedes prescindir, y conforme llega la edad adulta y la madurez sólo quedan unas cuantas —pero muy firmes— peticiones que deberá reunir esa persona especial.

Según tú, ya encontraste a ese hombre y han pasado por los maravillosos primeros momentos donde sólo se pisan pétalos de rosa. Conforme pasa el tiempo comienzas a notar comportamientos, actitudes o cosas que ‘no habías visto’ y que ahora te molestan. Por ejemplo: tu portabas la playera de su equipo favorito de fútbol y organizabas a la porra, te sabías el marcador y contra quién jugaban la próxima semana, entonces ¿cómo es que ahora eso te molesta y te parece imposible de vivir cada domingo? Que él vea el partido, la repetición, el resumen y en las noticias de la noche te pida silencio para ver la sección deportiva y volver a gritar gol, te resulta, en definitiva, absurdo.

En ocasiones, por quedar bien con nuestra pareja, aceptamos y realizamos cosas que no son de nuestro agrado. Somos capaces de bailar la quebradita aunque nuestro género favorito sea el heavy metal. Sacrificamos nuestros propios gustos en aras de que ese ser especial nos complemente algún día justificándonos con que esas diferencias nos hacen salir de la rutina y, en el peor de los casos, pensando que con el tiempo él o ella va a cambiar.

Decirle a tu novio que a ti también te “encanta” el fútbol, siendo que confundes a Madonna con Maradona, o decirle a tu prometida que Luis Miguel “el Sol” tiene una excelente voz siendo que al único Sol que ubicas es al que sale del horizonte o a la famosa marca de cerveza.

Las concesiones en pareja son buenas; sin embargo, cuando planeamos formalizar con alguien hay que buscar a una persona que comparta nuestros proyectos futuros y con quien se tengan verdaderas afinidades, pues a la larga, esas ‘pequeñas diferencias’ serán las que te hagan sentir que estás con alguien totalmente desconocido. Es aquí cuando “el opuesto que atrae” ya no resulta tan emocionante como creíamos, transformándose en incompatibilidad de caracteres.

Para lograr que una relación funcione, antes que todo, es importante ser honesto y mostrarse tal como uno es, no tratando de cambiar tu esencia, tus gustos o tus valores sólo por agradar.

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