El dulce juego de ceder
Cada vez es más sorprendente ver cómo las mujeres nos hemos enrolado tanto en la vida productiva del país que resultaría difícil pensar en quedarse en casa para ser amas y señoras del hogar, tal como lo fueron las mujeres de la familia.
Y no es por feminismo ni nada por el estilo, sino por la misma necesidad de traer más dinero a casa, con la intención de tener un mejor nivel de vida, por nuestro bien y el de los hijos que se den en el matrimonio.
Ahora es casi una necesidad que los hombres sean más concientes del trabajo “invisible” que hace siempre una mujer: casa, hijos, comida y para rematar, trabajo. Y por consiguiente el juego de ceder debe de empezar a llevarse a cabo con la finalidad de ganar – ganar.
Y me refiero a ésto en términos de negociación porque literalmente así será, uno pondrá de su parte, cediendo a la mejor en principios y en comodidad para beneficio de la nueva familia que están formando y lo mismo esperará de su pareja, para que precisamente sean eso, pareja.
El noviazgo es un buen cimiento para que este juego de ceder siempre lleve las de ganar, pues dentro de la relación se van estableciendo claramente los roles que cada uno va desarrollando para que el estar juntos por amor funcione hoy y siempre.
Mas se deberá reforzar una vez que hayas contraído nupcias y estés por estrenarte como toda una ama de casa.
Los refuerzos siempre vienen de la mano con la comunicación. Decir las cosas claras, concretas y con un lenguaje sencillo será la mejor manera de obtener lo que queremos. No es muy conveniente dejar a la imaginación de la pareja el que adivine que nos molesta que tire los calcetines al suelo.
Trabajar con supuestos no te llevará a nada, ni tampoco a ninguna parte, por el contrario, hará que tus molestias por lo que tú consideras obligaciones de él sean cada vez mayores y en un momento de hartazgo rompas en llanto o en gritos porque de plano él no te comprende.
Y no es que no te comprenda, es que simplemente no le has dicho lo que necesitas y eso lo debes decir desde el principio. Muy, pero muy claro. Si quieres lleno de arrumacos, si quieres de manera muy directa, pero hay que decirlo, no dejarlo a la adivinación, porque no te casarás con un clarividente, te casas con un ser humano que tiene tus mismas cualidades.
Recuerdo mucho la frase de una compañera que tuve en un gimnasio: ella siempre decía que desde el principio hay que acostumbrar al marido a lo que una quiera hacer para toda la vida. Porque si desde el principio lo acostumbramos a darle de comer en la boca, eso es lo que él pedirá todos los días y cuando no lo hagas, vendrán los problemas…
Las mujeres que van a dedicarse al hogar y a la casa, hablen directamente con sus parejas sobre cuáles son las labores del hogar en las que les gustaría que él les echara la mano y cuáles otras harán ustedes gustosas por satisfacerlo a él.
Acciones como éstas, harán que la solidaridad doméstica vaya estableciendo buenos cimientos, pues cuando lleguen los hijos, las cosas serán un poco más complicadas, ya que no sólo te dedicarás al trabajo, a la casa y al marido, sino que también habrá un pequeño ser que dependerá de ti al cien por ciento y necesitarás ayuda.
A estas alturas del partido, la mayoría de los hombres han dejado un poco de este machismo de ultranza, así que son cada día más conciente y cooperadores. Sin embargo, no quiere decir que los roles se deben de invertir —a menos de que ambas partes estén totalmente de acuerdo— cada género tiene sus obligaciones y deberes para con la familia.
Vivir en pareja es el mejor estado del hombre y para tener una relación sólida y duradera la acción de ceder es piedra angular de un buen matrimonio.
La solidaridad doméstica se volverá cosa de todos los días, es sólo cuestión de querer, de quererse y hacerlo en pro de uno mismo, de la pareja y obviamente de la familia que están empezando a formar.