El fascinante viaje al lado oculto de nuestra mente
Hoy quiero invitarte a una expedición, no a un lugar remoto, sino al interior de tu propia mente. A explorar aquellos territorios aún no cartografiados que, aunque parezcan esquivos, encierran las respuestas a muchos de los enigmas de nuestra vida.
La mayor parte de las cosas que suceden en el inconsciente nos son reveladas si estamos dispuestos a observar y escuchar. Es curioso cómo, en muchos momentos, nos dejamos guiar por corrientes invisibles, como barcos a merced del viento, sin entender realmente de dónde proviene ese soplo que nos empuja. Sin embargo, la causa de muchos de los efectos, ya sean positivos o negativos que experimentamos, reside en ese extenso y profundo océano que es nuestro inconsciente.
Ahora, imagina por un momento que este vasto océano de nuestro inconsciente tuviera islotes escondidos, llenos de tesoros. Para encontrarlos, hay un primer paso esencial que hemos de dar: dejar de considerar que nuestros juicios representan el total de una determinada realidad. Al liberarnos de las cadenas del juicio, nos damos permiso para adentrarnos en esas aguas con una mirada abierta y dispuesta a conocer, descubrir y aprender.
Recuerda que tu hemisferio cerebral izquierdo es el soporte físico de la consciencia, mientras que el hemisferio derecho, el sistema límbico y el cuerpo son el soporte físico del inconsciente. La mente ligada al hemisferio cerebral izquierdo es una mente habituada a juzgar y a etiquetar y, muy poco dada a observar, escuchar y aprender. Es difícil que se nos revele aquello que sucede en ese mundo inconsciente si no hay por nuestra parte una disposición abierta a dejarnos enseñar.
Es conocida la historia del encuentro que hubo entre un filósofo alemán y un maestro Zen. El filósofo ya había ido al Japón con una idea preconcebida de lo que era el Zen. Aquel maestro Zen lo captó rápido y habiéndole ofrecido una taza de té, siguió echando té hasta que este se desbordó de la taza. El filósofo irritado le recriminó su torpeza, a lo que el maestro Zen le replicó: “No es posible que entre algo nuevo en tu mente hasta que primero no la vacíes”. La mente de aquel filósofo estaba tan llena de prejuicios acerca de lo que era el Zen, que no admitía ningún otro conocimiento y ninguna otra experiencia. Aquel comentario le permitió caer en la cuenta, ser consciente, de hasta qué punto se pasaba el tiempo juzgándolo todo como si él fuera el único que estuviera en posesión de la verdad.
A partir de ese momento algo nuevo se abrió en la mente del filósofo y por eso pasó más de tres años de su vida aprendiendo de aquel maestro Zen.
Acción recomendada: dedica esta semana cinco minutos al día para simplemente observar hasta qué punto pretendes aprender algo nuevo o conocer mejor a alguien cuando no estás dispuesto, no estás dispuesta a hacer un poco de espacio en tu “taza mental”. Es a través de una actitud contemplativa como veremos aquello a lo que previamente estábamos ciegos.
La verdadera sabiduría no nace de juzgar al mundo, sino de comprenderlo. Y ese viaje comienza con la disposición a soltar, a dejar ir para que algo nuevo pueda entrar.
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