El sedentarismo y la mala alimentación, el talón de Aquiles de la diabetes
Cuando pensamos en diabetes solemos hacerlo teniendo en mente una afección en gente joven que depende de las mediciones de glucosa diarias y la incorporación de insulina inyectada. Si bien es cierto que más de 460 millones de personas sufren diabetes en el mundo, el 90% de estos casos vienen representados por la otra cara de la moneda, la diabetes tipo 2. “Y es que, en realidad, la diabetes de tipo 2, es una patología que, a pesar de tener también un carácter hereditario, se rige principalmente por los hábitos diarios de las personas en una pirámide de tres puntos que se entrelazan entre ellos: dieta, ejercicio y sobrepeso”, explica Diana Díaz Rizzolo Profesora de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
Dichos aspectos están interconectados porque uno depende y convive con el otro. “La ganancia de peso vendrá determinada por el balance energético: cuanto más comida y de peor calidad comamos (en calorías) y menos nos movamos, más masa grasa generamos”, indica Díaz. Esta última determinará no sólo la forma en la que las células detectarán y utilizarán la glucosa sino la propia funcionalidad del páncreas, es decir, el principal combustible del organismo es la glucosa, que se obtiene mayoritariamente de forma exógena a través del consumo de alimentos. Para que esta glucosa pueda cargar el tanque de las células de energía, debe producirse una hormona, la insulina, en el páncreas.
Cuando existe presencia anormal de grasa, sobrepeso, en el organismo, se produce lo que se llama “resistencia a la insulina” ya que dificulta que la insulina realice su función. Esto produce un seguido de situaciones poco beneficiosas: por un lado, se acumulará glucosa en el cuerpo sin poder entrar a las células y, por otra parte, el páncreas producirá más insulina de lo normal para compensar el incremento de glucosa. Lo primero producirá una situación patológica per se que puede afectar a diferentes órganos del cuerpo mientras que lo segundo producirá una sobrecarga al páncreas el que, con el tiempo, acabará también atrofiado por el exceso de trabajo.
El sedentarismo y la mala alimentación, el talón de Aquiles de la diabetes
Se sabe que la pérdida de peso en personas con sobrepeso/obesidad es la mejor herramienta no solo para prevenir la diabetes tipo 2 sino también para tratarla, incluso mejor que los fármacos hipoglucemiantes utilizados. También se sabe que conseguirlo a través de la modificación de estilos de vida ha demostrado ser la forma más eficaz, segura y saludable. Entonces, ¿cómo puede ser que 1 de cada 11 adultos en el mundo tenga diabetes tipo 2?, ¿cómo puede ser que más de 2.000 millones de personas padezcan obesidad?
Existen dos grandes debilidades
El sedentarismo: no solo en la práctica de ejercicio sino la actividad física del día a día como caminar es una gran tarea pendiente en la población moderna “donde el trabajo sentado, las largas jornadas laborales y los desplazamientos facilitados por vehículos no han ayudado” añade la docente de la UOC.
La mala alimentación, el talón de Aquiles
- La educación nutricional: la poca información veraz disponible y la inexistente formación en materia de alimentación a jóvenes y adultos en las distintas etapas de la vida dificulta que estos puedan realizar elecciones saludables y perpetuarlas en el tiempo para generar hábitos de vida.
- La ausencia de expertos en los sistemas públicos de salud: si bien el dietista-nutricionista debe ser el responsable de la dietoterapia de la población, su presencia es muy escasa en la mayoría de los sistemas de salud y su acceso es un privilegio que no todo el mundo puede tener.
- El precio de los alimentos: en general el precio de las calorías poco saludables son menores a las saludables y se ha demostrado ya que la obesidad está segmentada por el nivel adquisitivo de la población siendo las personas con bajos recursos más vulnerables.
- Las políticas nutricionales: a pesar de que estas van ganando solidez y presencia en los últimos años, la realidad es que existen múltiples factores que deben abordarse desde los distintos ministerios en promoción de una salud pública mejor enfocada en materia de alimentación y más igualitaria.
¿Qué podemos hacer mientras tanto?
Para Díaz Rizzolo como individuos no debemos focalizarnos en calcular calorías. Además, simplificar en una suma y resta de calorías nuestra alimentación es un error, ya que las elecciones alimentarias que hacemos son consecuencia de diversos aprendizajes, estados de ánimo o creencias.
“Lo que sí que podemos, y debemos, hacer será basar nuestra alimentación en elecciones saludables. Algo tan sencillo como dejar de pasar la vida buscando la dieta milagro y preocuparnos en que aquello que escojamos en nuestro carrito de la compra no sea perjudicial para nuestra salud” añade la docente. ¿Cómo? Basando la dieta mayoritariamente en el consumo de alimentos de origen vegetal: verduras y hortalizas, frutas, frutos secos, legumbres y semillas. Además, se pueden añadir los tubérculos y los cereales integrales y algunas fuentes de proteína animal como lácteos enteros y pescado mayoritariamente.
Aunque el mensaje es repetitivo y es el mismo, la verdad es que, año tras año se publican millones de estudios científicos que examinan qué nos aportan ciertos alimentos o cómo nos afecta aumentar o disminuir el consumo de otros. Y, también año tras año, nos damos cuenta de que no se necesita buscar la nueva dieta sino conseguir incorporar algo tan sencillo como los hábitos anteriormente descritos.
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