Lactancia materna, la opción más sostenible para el planeta

Además de las ventajas para el bienestar materno-infantil, la lactancia materna no emite CO2, no deja residuos y su consumo energético es nulo. Dar el pecho durante seis meses puede ahorrar más de 100 kg de CO2 por bebé, según un estudio.

La lista de beneficios que la lactancia materna tiene para la salud (tanto presente como futura) de la madre y el niño es prácticamente interminable y, además, cada poco tiempo incorpora una nueva prueba. Entre las ventajas para la mujer, se sabe que reduce el riesgo de determinados tipos de cáncer (de mama y de ovario) y de desarrollar enfermedades como la hipertensión. En cuanto a los beneficios para los niños, está demostrado que la leche materna aporta protección frente a las enfermedades infecciosas, disminuye la incidencia y la gravedad de las diarreas, reduce el riesgo de patologías infantiles frecuentes como las infecciones respiratorias y la otitis media aguda, previene las caries y aumenta la inteligencia. Pero, además, esta forma de alimentación aporta otro tipo de ventajas cuya repercusión aún no es lo suficientemente conocida por buena parte de la población, y que cada vez cobra más importancia en el contexto sanitario, climatológico y medioambiental actual: sus beneficios desde el punto de vista de la sostenibilidad y el bienestar del planeta. «Se trata de un alimento natural y renovable, que no deja huella de carbono en el medioambiente; no requiere envasado, transporte ni combustible para su producción, preparación y consumo, y tampoco produce desechos». Estas son las principales razones por las que la lactancia materna tiene un protagonismo creciente en todas las iniciativas dirigidas a mejorar la sostenibilidad medioambiental, según Anna Bach Faig, profesora de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) e investigadora del grupo de investigación FoodLab de la misma universidad.

El «casi desconocido» impacto en el medioambiente

De hecho, desde hace ya unos años, cada vez hay más literatura científica que demuestra el estrecho vínculo que existe entre esta opción alimenticia y fenómenos como el cambio climático. Una de las investigaciones más recientes en este sentido fue la llevada a cabo por expertos del Imperial College de Londres (Reino Unido), publicada en el British Medical Journal y que arroja datos muy reveladores al respecto: dar el pecho durante seis meses supone un ahorro de entre 95 y 154 kg de emisiones de CO2 por bebé en comparación con la leche de fórmula. Otro dato interesante aportado por este estudio es que la cantidad de agua caliente necesaria para calentar los biberones de la leche de fórmula implica un gasto anual de energía equivalente al de cargar 200 millones de teléfonos móviles.

 

Precisamente, este año, la Semana Mundial de la Lactancia Materna (#WBW2020) —que se celebra del 1 al 7 de agosto— pone el foco en este importante impacto en la salud planetaria, destacando el papel de la leche materna como elemento principal de un sistema alimentario sostenible, además de otras ventajas desde el punto de vista medioambiental, tal y como comenta María José Rodríguez Lagunas, profesora colaboradora del máster universitario de Nutrición y Salud de los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC y profesora de la sección de Fisiología de la Facultad de Farmacia y Ciencias de la Alimentación de la Universidad de Barcelona: «El pecho de la madre es el mejor envase que existe: estéril, capaz de dosificar la cantidad exacta que requiere el bebé y a la temperatura óptima. Sustituir esto por una leche de fórmula implica el uso de recursos adicionales: por un lado, el empleo de envases procedentes de la propia fórmula infantil, pero también el consumo de agua, el uso de los biberones y las tetinas, los productos para esterilizarlos, los calentadores, etc.».

Uno de los aspectos que más se están teniendo en cuenta a la hora de determinar las ventajas medioambientales de la lactancia materna frente a la leche de fórmula es el efecto de ambas en la huella ecológica (la medida del impacto de las actividades humanas sobre la naturaleza). En esta línea, varios estudios las han comparado basándose en factores como las fuentes de energía, las emisiones de carbono, los desechos o la huella hídrica (volumen total de agua dulce utilizada para producir bienes y servicios). En todos estos aspectos, las ventajas de la leche materna son incuestionables. María José Rodríguez Lagunas explica al respecto que optar por la lactancia materna evita el impacto negativo en la huella ecológica que proviene de los ingredientes de la fórmula infantil, tanto de la leche como de otros componentes añadidos como aceites, vitaminas, etc.; de la producción del preparado en sí misma y de su transporte. «Por ello, dar el pecho no es sólo más saludable para el bebé, sino que también lo es para el medio ambiente», afirma.

 

Para Natalia Panadero, investigadora del grupo FoodLab de la UOC, un dato muy ilustrativo y revelador es que, según algunas investigaciones realizadas al respecto, los países más afectados por el cambio climático muestran también las tasas más bajas de lactancia materna. «Estas evidencias convierten a la lactancia materna en uno de los aspectos a tener en cuenta a la hora de plantear y poner en marcha iniciativas dirigidas a reducir nuestra huella en el medioambiente, así como en la definición de planes de mejora de la alimentación infantil, especialmente durante los primeros años de vida».

 

Conciliación y otras barreras a una lactancia «plena»

A pesar de las recomendaciones de la OMS, la realidad es que solo alrededor del 40% de los bebés nacidos anualmente son alimentados exclusivamente con leche materna hasta los seis meses de edad. «La mayoría de las madres suelen estar lo suficiente concienciadas, pero a veces se encuentran con dificultades durante este periodo que propician que acaben abandonando esta práctica, y, también, muchas de ellas no son capaces de llevar a cabo el calendario recomendado debido, entre otros factores, a causas laborales», afirma María José Rodríguez Lagunas.

 

En cuanto a las principales razones argumentadas para abandonar la lactancia y las situaciones más típicas que se producen al respecto, esta experta comenta que durante las primeras semanas, las madres (sobre todo las primerizas) se enfrentan a una gran cantidad de retos que deben compaginar con el cansancio y, a veces, con el dolor y el estrés. «A esto hay que unir que muchas veces los lactantes no se agarran correctamente al pecho, provocando dolor e incluso grietas en el pezón. Por otra parte, los bebés pueden ganar poco peso e incluso perderlo, lo que supone un estrés añadido para la madre (y para el padre) al no tener control sobre la cantidad de alimento que ingiere el niño, llegando en ocasiones a pensar que su leche no alimenta o no es buena, y que por ello no consigue saciar a su hijo. Si no se recibe un buen apoyo por parte profesionales sanitarios, por ejemplo, a través de grupos de lactancia o en la propia consulta pediátrica, es probable que se acabe optando por la solución más rápida: el biberón. Por otra parte, no hay que olvidar que todavía a día de hoy no resulta fácil combinar la lactancia y la vida laboral».

Según María José Rodríguez Lagunas, sigue siendo necesario invertir más tiempo y recursos para promocionar la lactancia materna y, en este sentido, poner en valor su aporte medioambiental puede ser un elemento añadido que ayude a aumentar la concienciación sobre las ventajas de esta opción: «Saber que además de proteger a su hijo se está también cuidando del planeta es un motivo más para decantarse por este tipo de alimentación. Contar con evidencias de que una acción tan sencilla y saludable puede ser útil para la sostenibilidad del planeta sin duda puede incrementar la motivación de las madres más concienciadas con el medioambiente», concluye.

 

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