El juego de las apariencias en la relación de pareja
“No juzgues un libro por su portada”, reza el sabio dicho popular. Aplicando esto a las relaciones de pareja cabría decir que la estrategia de fingir ser algo que en verdad no se es, en las primeras citas, resulta siempre una peligrosa apuesta cuyo resultado, es casi seguro, derivará en fracaso pues aunque al principio se piense que se consiguió aquello que se buscaba, es posible que al final todo se vuelva en contra. ¿Cómo? Empecemos a echarle un vistazo al tema.
La estrategia de la cándida Cenicienta que, a la postre, se convierte en bruja de Blancanieves no es nueva. Generaciones de mujeres y, ciertamente también de hombres, llevan realizándola para hacerse de una relación que tristemente tarde o temprano acaba en desilusión, el por qué es muy sencillo. La verdad siempre sale a flote y la mentira —sea del tipo que sea—, tarde o temprano será descubierta por lo que el fingir o mentir nunca es una buena opción, ¿cómo inicia todo esto?
Los seres humanos somos sociales por naturaleza, estamos hechos para interactuar; sin embargo, ante sociedades altamente complejas, como las megaurbes o metrópolis cohabitada por una gran población, suele suceder que la gente se vuelve hosca, hostil, individualista, falta de tacto y suele autoprotegerse por miedo a resultar lastimada. A diferencia de ello, los espacios de sociabilización reducidos tienden a acercar a las personas —para bien o para mal— propiciando un mayor acercamiento real.
Ante el caótico panorama de la coexistencia en masa, existen individuos que optan por emplear máscaras o cargar armaduras para protegerse del dolor. La estrategia se vuelve peligrosa y el doble de triste cuando se aplica al terreno del corazón ya que fingir, en realidad, no protege sino que evita la construcción de una interacción sincera, de manera que cuando la mentira es descubierta y los disfraces caen al suelo, con ellos se despliega también el telón de la relación y los dos terminan sumamente heridos.
Dice la literatura de cuentos infantiles dentro de sus fábulas que “lo que empieza bien, termina bien”, por lo que construir una relación, desde el principio, basada en quienes somos en realidad —aunque sea difícil y asuste—, mostrarnos tal cual, sin tapujos ni falsas caretas de quienes pretendemos ser para agradar a otros o encajar en un estereotipo de perfección, se vuelve un verdadero alivio, porque con ello:
a) logras estar cómodo con quien eres dando cabida a que personas afines a ti se queden a tu lado;
b) no tienes que invertir energía vital en fingir, y
c) sabes que, sea cual sea el resultado de una relación, puedes seguir siendo tú sin perderte.
Ahora que sabes que fingir/mentir siempre termina con la palabra herir, evítate la pena de ser quien no eres. Y date la oportunidad de ser conocida, aceptada y amada por lo que en realidad eres. Siente te orgullosa de ti. Y si has llegado al punto de que no estar feliz contigo y con lo que eres, no te preocupes, la vida es una maravillosa fuente de oportunidades donde cada día suma para ser la mejor versión de ti y para reinventarte. Así que, ¡manos a la obra!
* Mireille Yareth, comunicóloga e historiadora, contáctala en: [email protected]