Los trastornos del amor
¿Por qué volvemos tan complejo algo que de entrada es tan sencillo? A todos nos ha pasado que en el trajín de la vida común y corriente podemos ser muy ecuánimes, centrados y hasta equilibrados, pero cuando llega el amor por más open mind o Mr/Miss equilibrio, que seas, todo esto se pone a prueba.
Lo cierto es que el amor, aunque es esa maravillosa magia que mueve el mundo, también puede convertirse en esa furiosa tormenta que de no saberla navegar terminará haciéndote naufragar clavando los dientes en la arena y escupiendo conchitas (y no precisamente por gusto). Echemos un ojo a las peores olas y pongámosle freno para no naufragar.
Al principio de una relación el querer ver a esa persona tan especial, tu pareja o novio, se hace tan indispensable como el aire mismo. En el cerebro se genera múltiples reacciones que te hacen sonreír continuamente sin que lo notes. Literalmente te sientes sumido en una especie de limbo rosa alejado/a de la realidad, hasta que ésta se empieza a hacer presente. Es gracias a esta serie de reacciones que se suscitan en el cuerpo y el cerebro que comenzamos a perder el piso y a reaccionar mal, muy mal en verdad.
Al respecto Walter Riso, connotado psicólogo en terapia cognitiva, explica en su libro Ama y no sufras que “el enamoramiento tiene ciertos componentes químicos que explican en parte el comportamiento que provoca. Se ha descubierto que la excitación romántica está directamente ligada a la feniletilamina, una sustancia estimulante adictiva que cuando se dispara produce euforia y alborozo. También se ha reconocido el papel que cumplen algunos transmisores cerebrales (dopamina, serotonina y noradrenalina) que se relacionan con enfermedades mentales, como los transtornos maniaco-depresivos y los de ansiedad”.
Así que, contrario a lo que piensas, no estás enloqueciendo, te lo aseguro, es sólo que el amor, muchas veces, cuando es realmente fuerte nos saca de balance y no sabemos cómo reaccionar ante él, porque es tan diverso que se vuelve justamente como un mar.
Primera ola: la maldita ansiedad
Por si no fuese suficiente con el mar de ideas que a veces, tanto hombres como mujeres, nos inventamos y con los que continuamente nos torturamos, existen además medios de comunicación que, contradictorio a su sano uso, los empleamos para lacerarnos tipo guerrilla interna en Facebook, la comunicación por medio de los estados de ánimo en whatsapp o el tan sonado síndrome del doble check (o doble palomita en whatsapp).
Tablita para sobrevivir a la ola No. 1
Regla 1: el amor no se mendiga. Si esa persona quiere estar contigo, estará, y no sólo en cuerpo, como un zombie, sino entero con sus cinco sentidos y sin el celular en la mano checando como maniaco sus redes.
Regla 2: el amor no es una pertenencia. No es un objeto. Las personas nos pertenecemos a nosotros mismos y compartimos nuestro tiempo y vida con los demás, por amor, no a la fuerza porque como el buen y sabio dicho popular lo diría “a la fuerza ni los zapatos entran”. Así que, por favor, para ya de tanto estrés que ello impacta directamente en tu salud en general: por mencionar sólo algunos ámbitos están el estado del sueño, tu alimentación, tu humor y, por consiguiente, tu respuesta a los retos que enfrentas día a día. Una relación es para estar bien dos, no uno ni ninguno. Relájate y ponle solución teniendo tú misma una propia vida. No dependas del otro. Tú felicidad no radica en migajas. Radica en momentos construidos en conjunto y compartidos. Así que, ¡adiós maldita ansiedad! Si no te llama o no te responde toma la iniciativa tú, ya no estamos en el siglo XV ni a principios del XX. Háblenlo y aclárenlo, en plural y siempre entre dos.
Segunda ola: los celos y la posesividad
¡Caray!, vaya que estos dos casi siempre van juntos y ambos son un poco parte de lo mismo. Ambos nos hacen convertirnos a la vez en seres medio medéicos, ciegos y algo acéfalos racionalmente hablando. Los celos nublan nuestra visión. De pronto la claridad y supuesta objetividad con la que vemos la vida desaparece en cuestión de segundos y nos prendemos como fuegos artificiales. Nuestra cabeza empieza a dar giros y nuestro corazón tumbos al pensar que podemos “perder” a esa persona. Y ahí está justo la clave de todo este embrolladero, ¿perder?, pero, ¡sí ni siquiera es nuestro!
Citando de nuevo el libro Ama y no sufras, nos dice que a veces nos volvemos obsesivo con el ser amado y esta serie de sentimientos se nos van de las manos debido a la naturaleza del Eros, es decir, al amor apasionado e impulsivo en el que cosificamos a las personas, los volvemos objetos o posesiones. Y esto ya de entrada es un craso error.
El verdadero amor no posee, crece en libertad y en confianza. Ojo, estas dos se construyen día a día y basadas 100% en el diálogo, consenso e, incluso y aunque no lo creerías, en pequeños quiebres que fortalecen la relación a raíz de la detección de anormalidades o diferencias que es necesario ajustar para que ambos funcionen dentro de una relación, ya que hay que recordar que estamos hablando de dos personas, dos universos paralelos que buscan converger.
¿Por qué nos volvemos como Medea? Medusa, Medea o una de las Gorgonas, era aquella divinidad femenina que convertía a los hombres en piedra con el poder de sus serpenteantes cabellos. Hasta que un día fue derrotada y degollada por Perseo.
A veces hombres y mujeres nos volvemos tan mortales como la Medusa por un elemento principal y a veces sumamente superfluo y vago: miedo. Miedo a perder a quién amamos. Sin embargo la pérdida es parte de la vida misma, transformada incluso en muerte. Así que tal y como recomienda Walter Riso lo mejor es disfrutar de los instantes y simplemente vivir.
Salvavidas para sobrevivir a la ola No. 2
Regla 1: “Sólo por hoy”, como reza un consabido dicho. La vida, el amor, esa persona, son hoy. Mañana quién sabe. Así que sólo por hoy haz lo mejor que puedas. Esfuérzate, ama y lucha incluso contra ti mismo y tus demonios internos para que esa relación logre salir avante.
Regla 2: Acalla a la loca de la casa, es decir, a la mente, y reflexiona en aquello que estás pensando y sintiendo. La irracionalidad y la impulsividad siempre están ligadas ¡y vaya que suelen causar estragos fenomenales! Pero, afortunadamente, siempre tendrás una espada y un escudo para defenderte: meditar. Pensar antes que hablar y reflexionar antes de actuar y herir a aquella persona que en verdad amas.
Regla 3: por más difícil que te sea: confía. Por algo elegiste a esa persona como tu pareja, novio, etc. Sí tú lo elegiste será por una buena razón, cualquiera que sea confía en ella. Que sea lo suficientemente fuerte para que cuando la marea azote la proa puedas tomar el timón de tus emociones y logres hacer las maniobras necesarias para salir avante.
Recuerda siempre que una buena relación es de dos. Dos la construyen, fortalecen y hacen que engrandezca.
Ahora que ya conoces estas dos mega olas que pueden generar un tsumani en tu relación, toma medidas y no huyas del retom afronta, enfrenta y lucha por aquello que más amas: tu pareja. ¡Suerte en tu navegación!
* Mireille Yareth, comunicóloga e historiadora, contáctala en: [email protected]