El currículum amoroso

Sales de casa con una sonrisa en los labios y el brillo en los ojos. Llegas y  te encuentras con esa persona especial a quien has estado esperado ver. Dentro de tu cabeza piensas que esta cita será genial… O eso crees hasta que empiezan a sonarte muy familiares algunas preguntas en boca del otro: ¿cuántos novios has tenido?, ¿a qué edad empezaste?, ¿cuál fue tu última relación?, ¿por qué terminó?, ¿cómo te llevas con tus ex?, ¿les sigues hablando?, ¿por qué?

 

De pronto te sientes en un espacio tan familiar como cuando acudes a una entrevista de trabajo y el reclutador lee tu currículum de arriba hacia abajo esperando encontrar algún minúsculo detalle para decirte la tan sonada frase de “muchas gracias, nosotros te llamamos”, cuando en realidad sabes que es una frase de cortesía para decirte que nunca te llamarán.

Lo malo del curríuculum del corazón es que termina por  hacerte sentir en un entorno laboral exprés, cuando en realidad deseabas divertirte tanto como en aquellas citas lejanas de la adolescencia donde todo eran sonrisas coquetas y miradas furtivas.

 

Salir con alguien en las postrimerías de los 25 años e incluso al inicio de la década de los treinta es toda una experiencia que, con frecuencia y la más de las veces, aburre mortalmente porque se trata no sólo de salir y divertirse, sino se convierte en un juego de astucia en el que el mejor ajedrecista gana usando la mayor cantidad de tretas y máscaras para obtener la mayor cantidad de información posible. Este tipo de citas, al menos en las megalópolis, son una suerte de entrevista amorosa, en la que la currícula de cuánta experiencia tienes puede jugar en pro o en contra de iniciar una relación con alguien. La pregunta que subyace de fondo es cómo llegamos ello y cómo impacta en nuestras relaciones futuras.

La historia es larga. Ninguna situación actual es motivada por la generación espontánea, por el contrario es fruto de una larga serie de situaciones que van determinando que esta sea así. En el caso del currículum amoroso cabría decir que este no apareció  en las relaciones sino hasta finales del XX y  ha tomado un mayor auge a principios del siglo XXI, ya que con anterioridad las relaciones ni siquiera se decidían entre pares, sino eran acordadas entre los padres de la pareja y donde los hijos poco podían aducir al respecto. La situación empezó a transformarse con toda la serie de cambios que habrían de venir a partir a mediados de siglo XX, en las que el American Way of Life norteamericano en la década de los cincuenta; los movimientos sociales, estudiantiles y de género durante las décadas de los sesenta y setenta y el cambio tecnológico impactaría  de manera decisiva a partir de los ochentas y hasta finales del mismo período.

Acerca de dicha currícula, cabría decir que uno de los posibles motivos por los que la otra parte de la cita te empieza a acosar con una serie de preguntas incómodas es porque:

 

  1. a) A los treinta, uno ya ha pasado por varias relaciones y posee mil y un heridas de guerra que le hacen plantearse la frase de “ni en tus sueños (o pesadillas) volvería a caer con alguien así (refiriéndose a los anteriores)”.
  2. b) Es una cuestión de inseguridad personal y quiere ver contra quienes “competirá”. c) Quiere tener un pretexto más para evitar comprometerse en una actualidad en la que es común encontrar que la libertad ha transgredido sus propias barreras y se ha establecido en el cómodo lugar de la informalidad a toda costa.

 

Si has salido a una primera cita y tu crush, en vez de ser una posible pareja, parece más bien un reclutador o un oponente a vencer en el tablero de ajedrez, entonces sabes de lo que estoy hablando.

Suele suceder que quien comúnmente solicita tu historial amoroso en una suerte de entrevista informal es porque  quiere estar seguro de tomar la “mejor decisión”; sin embargo, y contrario a lo que pasa en un verdadero proceso de selección laboral, habría que tratar de entrever que pedirla en el ámbito amoroso no siempre conlleva a una “mejor decisión” sino a una serie de mentiras muy bien orquestadas que juegan a favor de obtener algo, que no por fuerza puede derivar en una hermosa relación, sino en un juego de poder donde seguramente dos saldrán heridos.

 

Quienes en algún momento de su vida han sido laboralmente activos sabrán bastante bien que no siempre quien es contratado o se queda con el puesto es la mejor persona a ocupar ese espacio, sino la más hábil. En México suele suceder que a pesar de los test de actitud, las pruebas psicométricas, las entrevistas a profundidad y uno que otro periodo a prueba, parte de los elementos contratados por el reclutador no siempre son una  apuesta certera pues pese a que lograron pasar todos los filtros, algunos no siempre lo hicieron de la mejor manera, sino por medio de mentiras, tratando de “venderse” de la mejor forma.

 

Incluso, habría que añadir que ni con todas las innovaciones de la psicología y la comunicación, se podría estar cien por ciento seguro de que la apuesta de una contratación es la mejor, entonces, ¿por qué retomar estas técnicas para el amor?, ¿qué no se supone que para que sea amor debe de sentirse como tal y eludir a la banalidad de la mentira y las máscaras?, ¿son todas estas herramientas de un proceso viciado ante la modernidad amorosa?, ¿acaso, ante tanta libertad, da miedo sentir en realidad el amor y arriesgarse al compromiso?

 

Sea como fuere, algo es seguro: la currícula amorosa no es una buena apuesta. Querer saberlo todo del otro en breves 15 o 30 minutos no es una apuesta segura. Conocer a una persona amerita tiempo, paciencia y entrega. Requiere no sólo esperar obtener con las manos abiertas, sino dar de corazón aún a sabiendas de que puedes resultar herido en el proceso. La diferencia entre una y otra actitud es el valor, elemento seguro del verdadero amor.

El valor es la respuesta para llegar al amor que no es ni será nunca una vana presea, sino un don que solamente es otorgado cuando es genuino, aún y en contra del mismo miedo. No hay que buscarlo insistentemente porque así sólo deriva en una rancia obsesión de querer sentir algo que nunca puede preverse. No se compra ni se vende, no es un juego, ya que al derivar en ello se aleja mucho de en lo que en verdad debiese de ser o como se debiese de sentir.

 

El mundo ha cambiado una infinidad de veces, pero algo es cierto: el amor continua siendo un rompecabezas difícil de armar. Al respecto cabría decir que en pleno siglo XXI el amar asusta, pero no tanto como toda la artillería pesada que en realidad se usa para  obtenerlo. Así que, si lo meditamos, habría que decir que al menos en este terreno, el currículum amoroso más que ser una respuesta termina siendo una estrategia inoperante, por lo que la mejor respuesta es y seguirá siendo el valor de arriesgarse a vivir esa maravillosa experiencia poco a poco, cita a cita, beso a beso.

* Mireille Yareth, comunicóloga e historiadora, contáctala en: [email protected]

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