Jugar es cosa seria
La falta de tiempo puede
afectar el desarrollo intelectual, la sociabilidad, la creatividad y el
desarrollo físico de los niños.
Ramiro es hijo de unos
amigos míos, tiene 6 años y cursa su primer año de primaria. Dos veces a la
semana asiste a la academia de fútbol, los miércoles va a clases de natación y
los viernes toma clases de iniciación musical. Por ello, sus padres tienen que
correr para poder cumplir con sus trabajos y con los horarios de las
actividades extra escolares de Ramiro y de su hermana. Ellos intentan otorgar a
sus hijos la mejor formación y hacen todo lo posible por llevarlos con los
especialistas adecuados, a fin de que estén preparados para este mundo
competitivo.
Al llegar a casa, Ramiro
y su hermana empiezan a jugar con sus muñecos, pero los vence el sueño y
entonces, el juego se queda a medias.
Un reporte de la
Academia Americana de Pediatría menciona que la falta de tiempo para jugar,
puede afectar el desarrollo intelectual, la sociabilidad, la creatividad y el
desarrollo físico de los niños. El Dr. Keneth Ginsburg, responsable del
reporte, denomina a casos como el de Ramiro: “Profesionalización de la infancia”.
Él refiere en su libro Una guía para padres para construir la Resiliencia en
niños y adolescentes, lo perjudicial que puede ser saturar a los niños con actividades
extras y por ende, eliminar o limitar sus tiempos de juego.
En este texto menciona
la importancia del juego como la herramienta predilecta para construir
capacidades resilientes. El concepto de resiliencia alude a la capacidad de
crecer y desarrollarse de manera óptima, aún en condiciones difíciles y
adversas.
El juego proporciona
satisfacción, libera estrés, genera habilidades de aprendizaje, ayuda a forjar
la personalidad, coloca a los
niños en situaciones análogas a la vida, pero en un ambiente seguro, por éstas
y muchas razones más, la UNESCO considera al juego como un derecho fundamental
de la niñez.
Además, desde el punto
de vista biológico, el juego ayuda al crecimiento del cerebro y fomenta las
conexiones neuronales, estimula el uso de los sentidos, así como el manejo del
cuerpo y el espacio. También se desarrollan las habilidades sociales, ya que generan
sentido de pertenencia; desde lo cognitivo, impulsan sus habilidades de
aprendizaje y creatividad; en la parte emocional fortalece la autoestima y los
vínculos afectivos. Todo esto contribuye a robustecer los pilares de la
resiliencia en los niños.
Por ello, les comenté a
los papás de Ramiro la idea de correr menos de aquí para allá y mejor dedicar
ese tiempo para jugar con el y su hermana. Así podrían aprovechar para estar
con ellos, conocerlos y disfrutar su desarrollo. Dedicarles tiempo de juego
además trae la ventaja de relajarse uno mismo, divertirse, aprender nuevas
formas de comunicación con la familia y fortalecer los vínculos afectivos.
No se puede culpar a los
padres por querer dar la mejor formación a sus hijos, pero es importante
preguntarnos: ¿es más importante lo que hacemos para ellos o lo que hacemos con
ellos?
Más información
– El amor que cura, Boris Cyrulnik,
Ediciones Obelisco.
– La felicidad es
posible,
Stefan Vanistendael, Editorial Gedisa.
* Chikara Yanome, contáctala en www.sermexico.org.mx, [email protected].
—
Fotografía
PhotoFeelings
Riviera Maya
Osvaldo Dorantes
Facebook:
www.facebook.com/photofeelings
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