Formación reactiva

La formación reactiva es un mecanismo de defensa
inconsciente para proteger a la psique; actitudes opuestas a los impulsos y a
las actividades prohibidas. La 
función primaria de cualquier organismo es seguir organizándose en el
nivel más eficaz posible, a pesar del estrés que tiene que enfrentar.


 La formación de reacción significa emplear una actitud
con el propósito de mantener a raya un impulso opuesto al que no se ha podido
reprimir con éxito. Todos empleamos de alguna manera la formación de reacción a
lo largo de nuestra vida, se hace necesaria cuando la tensión aumenta
desmedidamente o cuando la frustración libera una agresión cruel. Se vuelve
patológica cuando muestra impulsos demasiado sádicos que no puede expresar ni
reprimir; si el impulso es demasiado cruel, la persona puede volverse sumamente
amable y pasiva para contrarrestar las ansias de agresión incontrolable.

Hay madres que acuden a terapia quejándose de graves
problemas con sus hijos; la mayoría de las veces no se dan cuenta que, de
alguna manera, ellas refuerzan las conductas que tanto detestan de sus hijos
para que se sigan repitiendo. Cuando llegan al consultorio me comparten sus
tristes historias en las que el hijo, además de ser el protagonista, se ha
convertido en el chivo expiatorio de la familia: expulsado de varias escuelas,
castigos que ya no tiene ni cómo pagar, rechazado, criticado y triangulado por
los padres, en donde haga lo que haga está mal. Me piden que lo atienda y, de
ser posible, que lo vea en terapia todos los días, aseverando que el hijo es el
problema. Sin embargo, no me trago el anzuelo, sugiero a la madre o a la pareja
que asistan junto con él a la terapia; al no seguir sus peticiones algunos
desaparecen. Muchos regresan uno o dos años después comentando que estuvieron
llevando a su hijo a terapia hasta tres veces por semana, pero los conflictos,
en lugar de desaparecer, incrementaron.

 

¿Qué existe detrás de un hijo con problemas de
conducta? La respuesta puede ser el entramado de la formación reactiva, como en
el caso de Paco. Los padres, angustiados, dijeron que les urgía la cita. Paco
es el mayor de cuatro hijos. A punto de entrar a la universidad, el problema,
comentó la mamá, es la agresión constante hacia su hermana: “¿Para qué la
metieron a mi escuela?”, les reprocha. Al no ejercer autoridad, los padres se
convirtieron en rehenes de su hijo: optaron por pedirle a la hermana que
tolerará sus agresiones. Discutieron por el uso de la computadora hasta que la
madre intervino dándole preferencia a su hija, en venganza, Paco prendió fuego
a la recámara. Cuando llegaron los bomberos comentaron que estuvieron a punto
de quemarse todos por lo cual lo llevarían detenido; la madre se negó
prometiendo que lo llevaría a terapia. En la consulta, muy resentido, los
amenazó: “Todavía me falta matarla”, para mi sorpresa, se quedaron callados.
Pregunté a la madre si había sido un hijo deseado, ella me confesó que estaba
enamorada de otra persona, pero se tuvo que casar porque estaba embarazada. El
padre, apenado, respondió que se sentía culpable de que nadie tolera a su hijo
por lo que le permitía que hiciera lo que le daba la gana: un egoísta que no
compartía con la familia y se la pasaba encerrado en su cuarto.

La formación de reacción disfuncional es una
compensación de la culpa inconsciente, una factura que cobra intereses cada día
más altos que se pagan con sobreprotección. Una frase lo explica: “Detrás de la
sobreprotección existe un gran rechazo”. 
La secuencia se lleva a cabo de la siguiente manera: la mujer queda
embarazada, cuando se da cuenta del paquete que se le viene encima intenta
abortar, toma cuanto remedio le recomiendan, corre, baja escaleras esperando un
aborto espontáneo; pero, el embarazo continúa. Cuando tiene al bebé en sus
brazos la culpa inconsciente o conciencia moral se presenta, de ahí en delante
se pondrá ella misma la penitencia sobreprotegiendo a su hijo. Carencia de
límites para su formación, comprándole todo lo que pida, de  manera qué lo incapacita para
enfrentarse a la vida. El hijo acostumbrado a la falta de respeto a la
autoridad, presenta problemas con los maestros, posteriormente con el jefe y
las reglas de la sociedad. El probable resultado: hijos delincuentes, adictos,
alcohólicos, irresponsables, homosexuales o prostitutas.  

 

La formación de reacción normal se lleva a cabo
cuando se emplea un impulso con el propósito de mantener a raya otro impulso,
como en los niños que aún no pueden reprimir tendencias indeseables para los
adultos: ser cruel con los animales, irrespetuosos o destructivos, los padres
les manifiestan mediante una demostración concreta que amabilidad y compasión
son socialmente necesarias.

La formación se vuelve patológica cuando se muestran
impulsos que no puede controlar ni reprimir, por ejemplo: “Dime de que presumes
y te diré de que careces” o el que escucha pasos en la azotea, como en la
homofobia: “Lo que te choca, te checa”. La falta de tolerancia a ciertas
preferencias o comportamientos oculta un impulso que se trata de reprimir
proyectándolo en los otros.

 

Recomendaciones

• El chivo expiatorio en casa, en la escuela o en el
trabajo no es más que el foco de atención para tapar un problema de fondo.

• Cuando un hijo presenta problemas de conducta es
importante una revisión meticulosa de nuestro actuar como padres, antes de
“echarle toda la culpa al hijo”, con el argumento de que es un malagradecido.

• De manera individual, cada quien manifestamos la
cul
pa en mayor o menor medida de acuerdo a nuestras creencias. Es importante
aprender a manejarla con un buen terapeuta, no tenemos por qué cargar la cruz
toda la vida.

• No es nada fácil que nos caiga el veinte y cambiemos
de la noche a la mañana, “la costumbre se vuelve ley”, es necesario llevar a
cabo el método de las tres D: deseo, disciplina y decisión.

• En la etapa adulta vuelve todo lo reprimido, si no
se han hecho cambios, la fuerza del impulso se manifiesta con enfermedades:
úlceras, problemas del corazón, trastornos de ansiedad, enfermedades
autoinmunes: artritis, lupus, alergias y hasta cáncer. Para evitarlas se puede
sublimar en cualquier disciplina de las artes, cambiando actitudes y
practicando ejercicio.

 

* Dra. Rosa Chávez Cárdenas
es psicóloga, homeópata y terapeuta. Consultorio: Tenochtitlan No. 361, Jard.
del Sol, Zapopan, Jal. Teléfonos: (33) 3631 8312 y 3632 3166, Cel. 333 166 92
72, o contáctala en: [email protected]

 

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