Me gusto tal como soy
Aceptar
que nos sentimos cómodos con la persona que somos, socialmente puede ser mal
visto y de inmediato podemos ser catalogados como soberbios y perder, incluso,
la simpatía de la gente, porque se asume que esa actitud responde a un deseo de
sobresalir y demostrar que se es mejor que otras personas.
La
realidad debería ser muy distinta, porque el hecho de reconocer nuestras
capacidades y características positivas serviría para fortalecer la autoestima,
estar abiertos para descubrir en qué otros campos somos habilidosos, estar
conscientes de las áreas de oportunidad y también aprender a reconocer en los
demás lo que los hace especiales sin experimentar incomodidad por ello.
Rosemary Altea, autora del libro El
orgullo del espíritu, Editorial Zeta, afirma que posiblemente hemos
aprendido a darnos a los demás, pero que amarnos resulta vanidoso, egoísta y
hasta sinvergüenza, “sin embargo, si aprendemos a gustarnos es porque nos hemos
atrevido a volvernos mejores seres humanos. Aprender a darnos a nosotros mismos
es comprender la necesidad de amor propio que tiene nuestro yo”.
Encontrar el justo medio
En la
última entrega de los Premios Oscar, Meryl Streep recibió por tercera ocasión
la distinción como mejor actriz por su interpretación de Margaret Tatcher, en
la película La dama de hierro. Parte
de su discurso fue el siguiente: “Cuando dijeron mi nombre,
pude escuchar a la mitad de los Estados Unidos diciendo: ¡Oh, no, por Dios,
ella otra vez!”. Y aunque de primer impacto da la impresión de que se trataba
de un acto de modestia, la realidad es que trataba de recordarnos que no era la
primera vez que pasaba por esta experiencia y que su talento una vez más,
quedaba de manifiesto.
Sin
justificar la acción, ella no hizo más que reconocer de sí misma su calidad
interpretativa, que no sería negativo como el hecho de hacer énfasis en que por
ser una actriz de excelencia ya resultaba rutina ser galardonada. Este tipo de
comportamientos son los que se pueden volver desagradables a los ojos de los
demás y también influyen para que sea uno mismo quien se auto censure, a fin de
no prestarse a caer en las garras de la vanidad.
La
autora sugiere que debemos vernos con plena justicia, sin alardear de las
cualidades que poseemos ni tampoco negar que existen. Y afirma que la tendencia
que tenemos a engrandecer los errores o defectos, llegando incluso a auto
ofendernos, lejos de hacernos parecer humildes, nos convierte en enemigos de
nosotros mismos.
¿Qué queda por hacer? Indudablemente vernos con una mirada de justicia,
hacernos conocedores de lo mejor que poseemos y canalizar esas bondades para
compartirlas con los demás. De nada sirve la falsa humildad de las celebrities cuando se les pregunta su
secreto para lucir espectaculares si su respuesta es por demás estudiada: “No
tengo secretos, soy fan de la pizza y la pasta, pero la naturaleza me favoreció
con este cuerpo”. Si por el contrario, reconocieran que su figura es el
resultados de su disciplina y esfuerzo, no solamente se harían justicia a sí
mismas, también serían inspiración para que otras personas buscaran un
bienestar real, lejos de la cirugía y los trastornos alimentarios.
Reconocernos en todos nuestros matices es el principio para sentirnos
cómodos con la persona que somos, no porque nos conformemos, sino debido a que
estamos dispuestos a darnos esos retoques que ayuden a transformarnos en el ser
integral en que deseamos convertirnos: orgullosos y conocedores de lo bueno que
nos rodea.
* Morgana
de la Madrid, contáctalo en www.sermexico.org.mx
[email protected]
—
Fotografía
Barrera
& Fitch Photography
https://www.facebook.com/lidia.fitch/
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