El que paga, ¿manda?
Silvia contrajo matrimonio con grandes ilusiones. Incluso accedió a
dejar su trabajo para dedicarse de tiempo completo a su hogar y la crianza de
sus hijos; pero, nunca pensó que su esposo cambiara de actitud al reprocharle
ahora, constantemente, cómo derrocha el dinero, al punto de negarle el gasto
cotidiano de la casa y prohibirle que se incorpore a la fuerza laboral.
La violencia económica se define, según el Instituto Nacional de las
Mujeres, como: “Las formas de agresión que tienen el fin de controlar el flujo
de recursos monetarios que ingresan al hogar o, bien, la forma en que dicho
ingreso se gasta, como la propiedad y uso de los bienes muebles e inmuebles que
forman parte del patrimonio de la pareja, reclamos de dinero, amenazas o
incumplimientos con relación a dar el gasto, usurpación de bienes materiales,
prohibiciones de trabajar o estudiar”.
Lo primero que debe hacer una mujer para
identificar que es víctima de la violencia en cualquiera de sus formas, es
estar al tanto sobre sus derechos, de esta manera ella puede reconocer
fácilmente cuando se presente alguna forma de abuso. Al respecto, Ana María
Gutiérrez, coordinadora de la Línea 075 del Instituto Coahuilense de las
Mujeres, comenta: “Aún en la actualidad, existen mujeres que por la educación
machista que recibieron en casa o por tener una baja autoestima, se sienten
incapaces de manejar sus propios recursos económicos”.
Ninguna forma de violencia es sutil, no es necesario que existan
agresiones verbales o físicas de por medio para ser víctima. Lo cierto es que
para muchas mujeres, a veces, pasan desapercibidas las primeras
manifestaciones. Según la última Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las
Relaciones en los Hogares, 20.10 por ciento de las mujeres encuestadas sufre de
violencia económica.
La violencia económica puede ir acompañada de
agresiones psicológicas, físicas o verbales. Los focos de alarma deben
encenderse cuando la mujer se sienta en alguna de estas situaciones:
• Prohibiciones de su pareja para estudiar o trabajar.
• Amenazas o incumplimientos (negar o restringir) relacionados con el
gasto familiar.
• Reclamos de dinero o del uso indebido del dinero y de los bienes de
ambos.
• Usurpación de bienes.
• Fraudes.
¿Qué hacer en caso de detectarla?
“Lo primero es reconocer que se es víctima de la violencia. Con esto la
mujer habrá dado el paso más importante. Esto la empujará a pedir ayuda, ya sea
en una institución pública o con un terapeuta privado. Por lo regular, cuando
llega, se le recomienda identificar cuáles son sus recursos familiares,
personales, laborales a fin de que desarrolle sus mejores habilidades para
romper el círculo de la violencia y lograr el control de su economía”, comenta
Ana María.
Y agrega: “Además, se manejan terapias
psicológicas, grupos de apoyo, talleres y conferencias con especialistas para
ellas y sus parejas. Cada caso es distinto, pero, no hay que perder de vista
que lo importante para la mujer y su familia es resolver las situaciones que
originan la violencia. A veces es cuestión de lograr una comunicación efectiva
con la pareja, pues siempre se debe tener claro: ¿qué es lo que quiero? Y
hablar sobre cómo les gustaría que se manejaran los recursos del hogar, llegar
a acuerdos y respetarlos ambas partes”.
Todos los seres humanos, hombres y mujeres
merecemos tener calidad de vida, y la base para ello es el respeto y la
admiración mutuas. La clave para que las mujeres vivamos libres de violencia,
es tener una sana autoestima, sabernos personas valiosas e independientes.
Más información:
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Fotografía
Jorge Tinajero, para Focal 74
Coordinación
Penzi Bodas & Eventos
* Martha Matamoros,
contáctala en: www.sermexico.org.mx [email protected]
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