El efecto despedida
En cuanto se anuncia una despedida de soltero se desatan una serie de reacciones y comentarios que dan inicio a un informal debate de los posibles efectos resultantes de las decisiones que tomes. Se ponen en tela de juicio principios y valores, y las razones para convocar o asistir a la parranda caen en un cúmulo de subjetividades.
También es cierto que tu despedida podría ocasionarte diferencias con tu prometida, y muy probablemente también se desarrollarán entre aquellos de tus amigos que tienen pareja. Por lo general desarrolladas por el tabú y por el rumoreo y la falta de total sinceridad para retirar el velo que cubre el secreto a voces, que le da sabor e intriga al tema.
Que si vamos al table a ver “viejas” —cree mi secretario que esta es la única circunstancia en la que una mujer acepta que otra de ellas sea llamada así—, que si nuestros amigos son unos borrachos y sonsacadores, que las despedidas de las mujeres son más tranquilas, inocentes y “aburridas”, lo cual abona en el mito del imaginario ya que la perspectiva de los hombres es que existe diferencia entre lo que dicen y lo que realmente hacen. Ante tal panorama las posibilidades, entre otras, son despedir tu vida de soltero, que para nada es poca cosa, o despedir tu despedida, lo cual tampoco es mínimo.
Sin embargo, ajustándonos y situándonos en la abierta actualidad, es justo mencionar que ahora parece estar muy superado el cliché-leyenda de que es la última noche de aventura. Es una celebración para despedir la vida “sin” compromisos ni obligaciones, el perfecto pretexto para corrernos una fiesta de campeonato, sobre todo considerando que representa la última juerga que tendrás antes de sentar cabeza.
La despedida es un evento por sí mismo en el proceso de contraer matrimonio. La despedida representa un acto de renuncia, una acepción del término que refiere que hay que apartar o arrojar de sí algo no material, donde se deja atrás un estilo de vida.
Como sea que decidas llevar a cabo la celebración, sé conciente de lo que representa. Detente ahora por un momento y piensa en ti y en tu vida…
Todo eso quedará atrás. Despídete de tus papás, de tus hermanos, de tu habitación, de tu coche y hasta de tu mascota. Despídete de la comida con sabor a mamá, también despídete de la forma de ver y salir con tus amigos. Despídete de tus espacios favoritos y de los que te esconden para estar sólo. Despídete de vicios y manías, de gastarte el dinero como quieras y en lo que quieras. Despídete de pensar sólo en ti mismo.
Todo ello queda atrás en la trascendencia de abrir camino y hacer espacio para aceptar a alguien más en tu interior, quien te acompañará en tu paso por el mundo. Y cuando realices de nuevo estas acciones que además de sanas resultan muy necesarias, comprenderás que junto al tuyo navega otro barco que se dirige al mismo puerto.
La despedida es parte fundamental en el proceso de abrir y cerrar ciclos, que es la situación en la que se encuentran tu prometida y tú mismo. Es compartir con tu interior, es superarte y avanzar a la meta. La despedida debe acompañarse con una bienvenida, una nueva experiencia está por comenzar, la prueba para convertirte en lo que durante mucho tiempo has creído y por lo que has trabajado.
Aún así, concédete tiempo para hacerlo. Notifica a tus colegas y plantéate un evento singular.
Recuerda que es muy importante proteger la integridad física, moral y emocional del novio y los festejandos —y por supuesto de las no asistentes—, prepárate y ¡vamos a celebrar!