La suegra o la fuerza de una madre

Si estás de novia, comprometida o a punto de casarte, seguro ya enfrentaste el rito iniciático de conocer a los padres de tu pareja, es decir, a tus futuros suegros. Cuando decides compartir tu vida con alguien, esa persona (la mayoría de las veces) forma parte de una familia con la cual, también, te estás comprometiendo o casando, aunque te aferres a decir que no.

 

Cuando las cosas se van poniendo serias en una relación y ambos saben que es momento de compartir la noticia, comienzan por presentar a esa persona tan especial con sus mejores amigos, primos, hermanos, hasta llegar al peldaño de mayor jerarquía familiar: los padres, ambos, no importa si están o no divorciados. Si sólo te presenta a uno no cuenta.

¿Por qué presentamos al final a los padres? Porque primero necesitamos tener un voto de calidad de aquellas amigas que te conocen hasta el alma, inseparables compañeras de aventuras que sabrán intuir si tu relación va por buen camino o te estas engañando, ya que muchas veces la persona que se encuentra enamorada no ve lo que es evidente, mientras que quienes la rodean sí lo hacen debido a que ellos no tienen ese velo místico de encantamiento sobre los ojos, o el cerebro.

 

Una vez superada esa etapa seguimos presentando a otras personas para ir  adentrando a ese ser tan especial a nuestra vida y mostrarle cómo somos, nuestros ambientes, gustos e, incluso, clichés. Y entonces sí, cuando nos sentimos lo suficientemente seguros y sabemos  que es la persona con la que queremos estar, damos pasos de gigante para presentarle a nuestros padres. Que suenen las trompetas:  ¡ta ta tan!, el elegido ha llegado.

Al respecto habría que acotar que si para los hombres conocer a su futuro suegro es una de las cosas más aterradoras, para las mujeres conocer a nuestra querida futura suegris-suegris también es todo un reto que ni en reality shows como Survivor, La Isla, o La Isla del Drama, nos dijeron que enfrentaríamos.

 

Suele pasar que en esta época revolucionaria y maravillosa en la que las mujeres podemos  ser amigas de nuestros amigos sin ninguna otra intención de por medio, más que un mero y llano cariño fraternal, conocemos a sus madres y son un dulce, cosa que no sucede con sus futuras nueras, ¿por qué? Porque nosotras no representamos una amenaza para la estabilidad de su familia.

Somos aquellas hermanas que no tuvieron o a la inversa ellos son los hermanos que nosotras elegimos; sin embargo, cuando aparece un galán o chica con quien aparentan ir en serio, las madres hacen algo que es de lo más natural: sacar las uñas y proteger a su retoño, aunque éste ya tenga 30.

 

La primera impresión que por lo regular tenemos las chicas respecto a nuestras futuras suegras es similar a la de ver un oso grizzly parado de patas y rugiendo. Son pocas las situaciones en las que las suegras guardan la compostura al evaluar a la “posible” integrante de la familia.

Por lo general, la intuición de madre no falla. ¿Cómo le hacen? ¡Quién sabe! Pero vaya que suelen ser un 99% certeras, como si tuvieran un olfato nato para ello. La actitud de las mamás al enfrentar este proceso de choque, en la mayoría de los casos, es tan clara como el agua. Si te detienes un poco a observar y escuchas con atención, sabrás qué tan en serio va tu relación, ya que sí te presenta a su mamá y ella se muestra indiferente, esto puede significar que seas una más de la larga lista que él ha traído a casa y que, por ello, ni siquiera se inmuta la señora pues sabe que, tal como has entrado por esa puerta, de la misma forma saldrás.

 

Si por el contrario te evalúa detenidamente de arriba hacia abajo y se muestra un poco renuente, entonces sí, saca tu bandera de victoria. Esto quiere decir que, contrario a lo que tu buen juicio te dicta cuando te susurra al oído, “¡corre!”, vas por buen camino, ya que te percibe como una posible competencia. ¿Por qué competencia? Porque si te quedas en la familia, contigo compartirá el cariño de su retoño. Para algunas madres, dejar ir a su hijo es una de las cosas más difíciles a las que se tienen que enfrentar; no es sólo el darse cuenta del crecimiento de su niñote lo que les afecta, sino ser partícipes de cómo su familia comenzará un nuevo proceso de transformación. Y los cambios, no son fáciles.

En este caso, piensa que si verla te causa el mismo temor que ver a un enorme oso frente a ti, a ella le afecta igual, aunque no siempre lo demostrará. Quizás, si te pusieras en el lugar de ella, entenderías que su actitud se deriva de algo muy sencillo: lo que más ama en la vida es su familia, construida a base de amor, coraje y esfuerzo (elementos básicos para preservar una relación), por lo tanto, no es fácil aceptar que alguien llegue así como si nada para adherirse a ella. Es todo un proceso.

 

Por ello, quizás un tip útil, el más sencillo y básico de todos y que apela a nuestro sentido común, es tratarla de la misma forma en la que te gustaría que ella te tratara. Recuerda también que quizás ella está tan asustada como tú y que lo único que intenta es proteger a su cría de algún posible daño.

Muchas veces, como amigas, hermanas, primas o  madres lo único que buscamos es proteger a nuestros seres queridos de sufrir heridas profundas, sobre todo de aquellas heridas que, más que cortar la piel, abren el corazón. Mucho ojo, hay que tener en cuenta que una cosa es proteger y otra sobreproteger, ya que lo último raya en los límites de lo enfermizo pues impide a las personas crecer.

 

Si películas como la de “Mi suegra es un monstruo” y “Los Fockers” te vienen a la mente, es porque con pinceladas de humor delínean el duro proceso de incursionar en la familia de tu pareja y paulatinamente irte adentrando en su mundo. La buena noticia es que si ya llegaste hasta este punto es porque eres lo suficientemente especial para esa persona y en realidad te quiere. Siendo su forma de demostrártelo el presentarte a sus padres (aunque quizás en ese momento incomodo tú preferirías que se grabara en la frente que te ama o te llevara una serenata). El presentarte a sus padres es la muestra de afecto más grandes que refleja aquello que el sonido de las palabras no logra capturar: la fuerza del verdadero amor.

Hay muchas formas en las que alguien puede presentarte a sus familiares: por “casualidad”, es decir, donde tenía tanto miedo de cómo podían llegar a salir las cosas que lo planeo con anticipación y se puso de acuerdo con uno u otro miembro para que pareciese un evento fortuito o cosa del destino (aunque no sea así); a la desenfadada, que es cuando la o lo llevas a una reunión de amigos o una comida familiar (donde desde antes preparaste el terreno para que el otro caiga en blandito); o el juicio final, donde sin pleno aviso llegas a la casa o restaurante y los vez tan parcos y serios como los jinetes del apocalipsis y en donde, literal, te sientes como sentenciado a la horca o al cepo  esperando que tus verdugos den el hachazo final a tu cabeza con sus afiladas lenguas y miradas. No es por asustarte, pero eso son sólo algunos de los panoramas.

 

La buena noticia es que a diferencia de otras épocas los millennials y centennials tenemos muchísimas más herramientas de nuestro lado que nuestros pobres antecesores quienes sí se las vieron negras, es decir nuestros padres y abuelos.

Dicen que “hablando se entiende la gente” y, ciertamente, estos tétricos panoramas pueden suavizarse muchísimo más si quienes componen la pareja fraguan una estrategia en conjunto y van, cada uno, suavizando a sus respectivas familias. De esta forma la presentación de un nuevo integrante no es tan dura, sino que se va haciendo paulatina y menos dolorosa para todas las partes.

 

En casos como este, empatizar con el sentimiento ajeno puede resultar la clave de un buen inicio. Hay que recordar que los padres de nuestra pareja se integrarán de manera permanente a nuestras vidas y sí desde el principio existen fricciones o procesos de choque, esto podría impactar las relaciones que se construyan y en el tipo de familia que se tenga pensado o deseado construir.

Una sonrisa honesta es la mejor llave para abrir los corazones que buscan la verdad. No tengas miedo que ya has llegado muy lejos. A enfrentar por amor y de la mano de tu pareja esta situación con la cabeza y el corazón en alto. ¡Arriba los ánimos que sí se puede!

 

* Mireille Yareth, comunicóloga e historiadora, contáctala en: [email protected]

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