Androfobia y misandria

La mujer ha ganado a través de muchos años de esfuerzo el lugar que le corresponde en la sociedad. Hoy por hoy es independiente, autónoma, desempeña tareas que antes eran propiedad de los hombres. La mujer no es inferior, ni superior al hombre, no es indispensable competir, necesita seguridad en sí misma, mantener el equilibrio, sin perder su femineidad, no es necesario masculinizarse.

 

El desprecio a los hombres o misandria es de alguna manera el opuesto a la misoginia, ese machismo que ha compartido la historia de la humanidad, el menosprecio a las mujeres. Las que detestan a los hombres están convencidas que no los necesitan.

La androfobia es el miedo a los hombres. Trastorno clínico igual a cualquier otra fobia y según la persona en función de su miedo. Los síntomas se presentan con ansiedad, dificultad para respirar, sudoración excesiva, náuseas, temblores. Las fobias surgen de acontecimientos externos, eventos traumáticos, violación, abuso sexual, físico, abandono, emociones reprimidas o no identificadas, y factores indirectos como las creencias de las mujeres cercanas: la madre, abuela, una tía. Las mujeres que sufren androfobia aplican medidas para evitar a los hombres. A pesar del temor a los hombres, llegan a casarse, igual que los hombres misóginos, la presión social es fuerte, en ocasiones por un embarazo no planeado.

 

Las causas inician en la infancia

Los niños absorben los mensajes verbales y los no verbales, aprenden los modelos a través de la observación y la imitación. Como tienen pocas referencias, lo que observan se convierte en verdades que se graban en el inconsciente. Los roles parentales son decisivos en la identidad del niño y las niñas, cuando les imponen responsabilidades de adulto, las funciones se invierten, crecen carentes de modelos a quién admirar y qué le sirvan de referencia, de manera que buscarán ideales en otros adultos.

Desequilibrio Yin-Yang. Energía, fuerzas relativas que no pueden existir la una sin la otra, se asocian con determinadas características y se manifiestan en todo el cosmos. El Yin con lo femenino, la oscuridad, lo colectivo, la introversión, la pasividad, el frío, la Luna, el agua, la sangre. El Yang con lo masculino, la luz, la actividad, la extroversión, el calor, el Sol, el fuego y el flujo de la energía vital. Somos seres bio-psico-sociales-emocionales que vivimos experiencias espirituales. Ambos sexos tenemos hormonas masculinas y femeninas que funcionan en perfecto equilibrio. El estrés, las emociones y el estilo de vida, influyen en la armonía de fuerzas que naturalmente regulan nuestro diario vivir. Cuando se desequilibra la energía vital se presentan cambios de conducta y enfermedades. Hombres y mujeres en el uso del poder, en la política y puestos de autoridad, pierden el equilibrio.

Incapacidad para amar, dar y recibir afecto: la incapacidad de amar se relaciona con neurotransmisores vinculados con la regulación de las emociones, lo que explica el problema entre la incapacidad neurótica de querer y la angustiosa necesidad de ser querido. Esta carencia afectiva y la búsqueda del amor como paliativo puede atrapar en adicciones. El abandono, el abuso y la falta de afecto en el niño deja al Yo lastimado, herido, fragmentado, el alma se desconecta por un trauma. El abandono de sí mismo deja como consecuencia: miedo, inseguridad y falta de confianza. La mujer fabrica su armadura para mantenerse alejada de los hombres o hace uso de ellos, los seduce y cuando sienten afecto, se aleja.

Dependencia emocional encubierta: como el adolescente que depende de sus padres, la mujer con baja autoestima dependerá de un hombre que cubra su necesidad de ser protegida y que tome decisiones que ella no puede tomar. Al no poder hacerse responsable de ella misma, aprendió que tiene que depender de un hombre, posteriormente, cuando se da cuenta de su dependencia le da coraje, expresado abiertamente hacia los hombres, de manera que sus relaciones se vuelven conflictivas, con el padre, hermano, pareja, concluye que hombre-mujer no pueden vivir en armonía.

 

Dificultad para establecer relaciones interpersonales: la falta de aceptación hacia sí misma la vuelve irritable; su carácter, la poca adaptación y las constantes críticas de las que es víctima: la tachan de rara, de siempre estar a la defensiva. Carente de aceptación confirma que es mejor alejarse de sus compañeros, por lo que se vuelve antisocial.

La madre sumisa: la sociedad ha sido eminentemente machista. La mujer ha vivido presa de la imagen que la tradición le ha impuesto, hasta que las mujeres reclamaron sus derechos. Casarse y tener hijos era su destino, incluso con un hombre que tampoco elegían. Entregadas al cuidado de los hijos y a los quehaceres domésticos, el placer sexual no estaba permitido. Las demostraciones románticas, amorosas no estan incluidas, de manera que la relación de pareja se desvitaliza, permanecen unidos por el compromiso y responsabilidad. La madre repite frecuentemente a su hija que a los hombres lo único que les interesa es el sexo. Se queja de los machos, pero con el hijo repite el modelo, con atenciones lo hace dependiente. La hija se quejará de los privilegios al hermano, de las infidelidades del padre y sufrirá el lenguaje misógino. Cuando toma consciencia no quiere repetir la historia, ni vivir con otro macho, alimentará el resentimiento a los hombres.

La cultura: la cultura en la que nacemos es un gigantesco sistema de información que compartimos en el inconsciente colectivo. Dominadas por la consciencia moral, el poder masculino y, bajo el agua, el femenino de tipo submarino. Esas mujeres calladas, dependientes, sumisas, de alguna manera llevan el control, salen a la superficie y sacan su armamento, las mejores armas: la culpa y el chantaje. “Dios te va a castigar”, “Por pecador arderá en el infierno”. Con ese temor al castigo, más les vale seguir las reglas implícitas de su religión.

 

Recomendaciones

  • Los conflictos de pareja se vuelven adictivos y muy dañinos para los hijos, si no se resuelven serán el modelo a seguir, la misma historia. No se vale estar renegando, triangulando a los hijos en sus conflictos, dejándoles la carga de que no se divorcian por ellos. Tienen la responsabilidad de mejorar su relación acudiendo a terapia, en ocasiones el divorcio resulta más saludable.
  • Lo que te choca te checa. El odio a los hombres es una proyección de lo que no te agrada de ti misma.
  • Ayuda profesional. Muchas mujeres han sido víctimas de abuso sexual y presentan síntomas: depresión, ansiedad y trastornos obsesivos compulsivos. Es importante recuperarse de manera terapéutica.
  • Todo proceso de recuperación implica recuperar la autoestima. No hay autoestima alta, “dime de qué presumes y te digo de qué padeces”.
  • Hagas lo que hagas, es a ti a quién persigues y tu tarea es encontrarte.
  • “El día que una mujer pueda no amar con su debilidad, sino con su fuerza, no para escapar de sí misma, sino para encontrarse, no para humillarse, sino para afirmarse. Ese día el amor será para ella como para el hombre, fuente de vida y no un peligro mortal”, Simone de Beauvoir.

 

* Dra. Rosa Chávez Cárdenas es psicóloga, homeópata y terapeuta, contáctala en: www.rosachavez.com.mx [email protected] https://twitter.com/DrRosaCh https://www.facebook.com/Tratamientointegral/

 

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