¡Atención a los conflictos!

Cuando hablan los esposos de sus dificultades matrimoniales es muy común oír una expresión como ésta: “Lo que provocó la crisis fue una verdadera tontería”. A medida que exponen sus dificultades con más detalle, uno puede apreciar cómo, en la mayoría de los casos, son efectivamente «tonterías», cosas «típicas”. Sin embargo, están preocupados porque sienten que esa tontería les está haciendo daño o, en casos más graves, destruyendo la relación. Tal vez no logran saber por qué. Veamos unos casos.

Él me deja a un lado cuando habla con otras personas y esto me hace sentir muy poco necesaria. Ya no me comenta sus intenciones debido, tal vez, al poco interés que yo demostré en sus gustos.

Yo soy una persona que practico mucho deporte. El domingo pasado jugaba la semifinal del campeonato. Mi esposa me informó dos días antes de que su sobrino iba a hacer la primera comunión. El vaso se derramó cuando le dije que no asistiría porque era la semifinal del campeonato.

Mi esposa no pidió mi opinión sobre un mueble que iba a comprar a pesar de que sabía que yo estaba preocupado por unos pagos que teníamos que hacer. Cuando me enteré, me enfadé muchísimo porque creo que manifiesta inmadurez e irresponsabilidad.

Se puede decir que no se trata aquí de problemas grandes. Además, algunos conflictos en la vida son inevitables en cuanto que el matrimonio es la convivencia de dos personas muy diferentes entre sí por su educación, historia y sensibilidad.

El secreto de un buen matrimonio está en saber resolver bien los conflictos que surgen —sean éstos graves o no—. El amor no es algo hecho para siempre. Es necesario crearlo todos los días y una muestra importante es estar atentos a lo que sucede dentro de la otra persona. Tener oídos no sólo para las palabras que se dicen, sino para los sentimientos que están detrás. Lo importante, en este primer paso, no es el preguntarte quién tiene la razón.

Esta actitud de atención a los sentimientos y estados emocionales es una parte esencial del amor y es fácil ver por qué. El amor busca hacer feliz al otro y una parte de esta felicidad es el hacer que se sienta comprendido y aceptado en todo su ser, en su modo de pensar y de actuar, en su sensibilidad y en sus gustos. Las personas son —somos— realidades muy complicadas, una extraña combinación de cuerpo y espíritu, de pobreza y grandeza. Necesitamos mucha comprensión. Esto no quiere decir que debamos hacer esfuerzos por ir más allá de gustos y susceptibilidades. Hoy te invito simplemente a fijarte en este mundo de los sentimientos y aceptar el hecho de que no se comportan siempre según «la lógica».

La última gota que derramó fue cuando yo estaba muy alterada porque había tenido un día muy difícil con los niños y él, en vez de ayudarme o comprenderme, se puso furioso y encima me regañó porque dijo que suficiente tenía con el trabajo para tener más problemas en casa.

Suscitó una seria dificultad entre nosotros que mi pareja hubiera aceptado por su cuenta un compromiso social que se superponía con otro compromiso que ya teníamos hacía tiempo de anticipación y que involucraba a nuestras dos familias.

Me duele el hecho de que él no me llame por teléfono cuando es muy tarde y no sé dónde está.

Suele provocar una explosión, en nuestro matrimonio, la intervención de mi familia política en algo en lo que nosotros no estamos de acuerdo. Basta que venga de allá para que se derrame el vaso.

¿Qué matrimonio no encuentra casos como éstos? Son situaciones que encarnan las complicaciones típicas de la vida humana en las que los sentimientos entran en juego y, a veces, en choque. Piensa ahora en tu propia relación y ve si captas y aceptas los sentimientos de tu pareja. Fíjate cómo reacciona a tus palabras, a tus acciones, a tus omisiones. Fíjate de forma objetiva, por encima de tus buenas intenciones.

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