La opinión del prometido

Por costumbre y tradición la organización de los festejos se ha dejado en su mayor parte en manos femeninas; aún no sé cuál sea la razón. Esto no siempre es lo mejor, y mucho menos cuando hablamos de la planeación de una boda ya que, en este caso, hablamos de dos involucrados: el novio y la novia, y por tanto la celebración es para los dos.

Lo que si resulta admirable es que aún tomando en cuenta esta situación, frecuentemente el novio juega sin molestarse un rol de robot dedicándose sólo a recibir órdenes y cumplirlas al pie de la letra:

— Tú, te pones esto…
— Tú, te sientas aquí…
— Tú, te paras de este lado…

Y etcétera, etcétera. Así es como el prometido desde el preludio de su matrimonio vive recibiendo y efectuando órdenes: “Saluda”, “Baila”, “Sonríe”, para que después, en su vida de casados, comiencen los reclamos: “Oye, ¿por qué no te acomides?”, “¿Por qué no me ayudas?”, “¿Por qué no te involucras?”. ¿Pero cómo puede hacerlo? si desde el día en que propuso matrimonio no ha hecho más que seguir las instrucciones. Claro, puede ser que yo exagere, pero no creo que mucho.

La novia debe tomar en cuenta la opinión de su pareja sobre las cuestiones que más le importan a él en los preparativos de bodas. Quizá a su pareja no le importe el color o la cantidad de las flores ni de los centros de mesa, pero es seguro que sí le importa cómo lucirá en su Gran Día, qué tipo de traje quiere usar y de qué color, a quiénes quiere invitar, qué tipo de música le gustaría bailar, cómo le gustaría que fueran sus invitaciones, entre otros tantos factores igual de importantes para los hombres.

Así como esto, también hay rituales que se realizan sin que sean del gusto del prometido y sin siquiera pedir su opinión, como quitarle el liguero a la novia y lanzarlo o hasta el famoso vals con la familia (a muchos les molestan estas tradiciones), e incluso en la misa hay quienes prefieren esperar a la novia en el altar en lugar de caminar por el pasillo de la mano de su mamá. La boda es una celebración de dos y como tal se debe organizar, con la opinión de los dos, así que dejemos de imponer y comencemos a preguntar.

Los hombres, en su mayoría, son espontáneos, prácticos y auténticos, elementos necesarios para disfrutar la planeación de la boda y claves para lograr que la celebración sea única, excepcional.

Y ni qué decir después de la vida matrimonial, el mundo de hoy reclama padres que sean más que proveedores, requiere que ellos se entreguen en su persona, que sean ejemplo de valores y virtudes. Una familia donde el padre está activamente presente forja una familia sólida, segura y plena.

Por eso es importante comenzar bien desde el principio, reconociendo y tolerando nuestras diferencias que a fin de cuentas, son las que nos complementan y engrandecen.

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