Trastorno negativista desafiante

El trastorno negativista desafiante inicia en la adolescencia, sin tratamiento psicológico puede volverse patología. Se presenta de manera más frecuente en los varones, sin embargo, hoy en día también se presenta en las mujeres. Las primeras señales son muy notorias, niños que vulneran en forma persistente las reglas y los derechos de los otros, en casos graves se vuelven crueles y destructivos, no muestran remordimiento ni consideración por los sentimientos de otros.

Por su comportamiento violento con los maestros y compañeros son señalados y etiquetados, cambian de manera frecuente de escuela y de empleo, muchos de ellos no terminan la carrera universitaria, el orgullo se vuelve soberbia, no aceptan que cometen errores. Desde el nacimiento es notorio su temperamento fuerte, son demandantes, no toleran los horarios para alimentase, hacen berrinche cuando quieren un juguete, en el juego no saben compartir, son egoístas y destructivos cuando se enojan.

 

Síntomas

Agresividad, irritabilidad, casi siempre están de mal humor, discuten, no aceptan las reglas, los límites, carecen de sentimiento de culpa, impulsivos, falta de tolerancia a la frustración, culpan a los otros, presentan resentimiento, son rencorosos y vengativos. No saben cómo lidiar con la ira. Si no se atiende en los primeros años con el paso del tiempo se complica al grado de volverse una patología, no se adaptan al ambiente que los rodea, escuela y vida laboral.

 

Las causas

El adolescente o el adulto que presenta los síntomas no llegó de otro planeta, el ambiente familiar y social es el caldo de cultivo. El problema reside en el sistema familiar; la comunicación es el principal problema. Los primeros años son básicos, son familias desorganizadas o muy estrictas en donde la comunicación no es clara, utilizan un doble lenguaje en el cual el verbal no concuerda con el lenguaje no verbal. En terapia familiar sistémica se llama “la doble atadura”, de una u otra manera está “atrapado sin salida”. Otro lugar importante es el lugar en donde pasan la mayor parte del tiempo: un internado, una congregación religiosa, la milicia, la academia de policía o un grupo con el que se identifican, por ejemplo, una pandilla.

La comunicación en la familia se lleva a cabo en varios niveles, como si hablaran un idioma diferente, un doble mensaje difícil de identificar. Por ejemplo, una madre obsesiva con la limpieza que niega que es ordenada, por el temor al castigo no queda de otra qué someterse a las reglas; la madre muestra desórdenes de pensamiento que someten y confunden. En otro caso, el padre alcohólico, estando alcoholizado somete, agrede y cuando pasa el efecto del alcohol, se presenta la cruda moral, se vuelve sensible y cariñoso queriendo compensar su personalidad alcohólica.

 

La formación reactiva

Los psicólogos debemos investigar siempre este aspecto en los niños con mal comportamiento; un hijo no deseado, no planeado. El tema es complejo y no siempre los padres dicen la verdad, se vuelve un mecanismo de defensa llamado “formación reactiva”. Cuando el niño o niña nace los padres, especialmente la madre, tratan de compensar los sentimientos de rechazo durante el embarazo sobreprotegiéndolo; no le ponen límites, compran lo que pide aún a costa de endeudarse. El que nace o adquiere alguna discapacidad. El enfermo que requiere cuidados especiales. El niño adoptado, en donde los padres adoptivos guardan celosamente el secreto. El “niño de oro”, esperado por muchos años por padres que no lograban el embarazo. El consentido de los abuelos, los tíos, el niño bonito, el único nieto, en fin.

Los padres con poco carácter que no saben poner límites, dan lo que ellos no tuvieron. Los sobreprotectores, ante cualquier síntoma lo llevan al médico. Los que en su inseguridad les inculcan miedos. Los que trabajan muchas horas y tratan de compensar el tiempo dando lo que les piden. Los de padres divorciados que siguen en disputa. Los que guardan secretos: tienen otra familia. Los que sus ingresos son producto de negocios ilícitos.

 

Casos clínicos

Juan, de 19 años, encontró a su padre tomado de la mano de una mujer saliendo de un hotel. Al regresar a casa, Juan acusó a su padre, le dijo que lo había visto; el padre lo negó, el joven insistió y el padre volvió a negarlo. Juan no resistió la mentira de manera que se salió de la realidad, lo diagnosticaron como esquizofrénico, dejó de estudiar, no salía de la casa y permaneció por años en tratamiento farmacológico; el padre se encarga de surtir el medicamento. Años después vinieron a consulta los dos; el hijo parecía muy lúcido le preguntó frente a mí, el padre volvió a negarlo. Le pedí que le dijera la verdad y le ofreciera disculpas por mentirle. El padre no lo aceptó. Juan volvió a su estado psicótico; atrapado sin salida, no regresaron a consulta.

 

Moy tiene 17 años, sus padres Mary y José tienen dos años divorciados; por su mal comportamiento Moy se la ha pasado de psicólogo en psicólogo, Mary pide las citas y José hace lo que ella ordena. Les pedí que pasaran padre e hijo a consulta; diferente sistema terapéutico, del individual al sistémico. Moy le reclamó a su padre: “Mamá me dijo que cuando estaba embarazada tú le pediste que me abortara, tú no me quieres”, el padre guardó silencio. Pedí que me explicara a qué se debía el reclamo. Los papás se conocieron en una fiesta, eran jóvenes universitarios, había mucho alcohol, tuvieron relaciones sexuales, no se volvieron a ver hasta dos meses después cuando Mary buscó a José para decirle que está embarazada. Él se sorprendió, estaba estudiando, le dijo: “Tienes que abortar, no me puedo hacer cargo de un hijo en este momento, no estoy enamorado de ti”. Ella se sintió ofendida, le dijo que se tenían que casar porque sus padres no aceptarían un embarazo, le advirtió que, de no hacerlo, se iba a suicidar y dejaría una carta para que supieran que él era el culpable. José se sintió atrapado. La consciencia no lo dejaba dormir, consiguió un trabajo y se casaron, la relación nunca fue buena. Trabajamos en resolver la culpa. Libre de cargas, mejoró la relación con su hijo, hasta se fueron a vivir juntos. Moy mejoró su comportamiento agresivo y se responsabilizó de los estudios.

 

Recomendaciones

  • Vale la pena acudir a terapia para resolver asuntos del pasado, antes de etiquetar a los hijos con patologías.
  • Es un mito decir que a ser padres nadie nos enseña y argumentar que no hay escuelas para padres. La escuela de padres es la que vivimos como hijos, la de los abuelos, la de los amigos que nos rodean, es decir, los modelos del sistema cultural en el que nos desenvolvemos. Incluye las reglas de la religión transmitida por los padres.
  • Es difícil reaprender otro sistema del que traemos aprendido, pero con ayuda terapéutica es posible.

 

* Dra. Rosa Chávez Cárdenas es psicóloga, homeópata y terapeuta, contáctala en: www.rosachavez.com.mx [email protected] https://twitter.com/DrRosaCh https://www.facebook.com/Tratamientointegral/

 

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