Equilibrio en pareja: un reto por superar

El amor es maravilloso. Nos hace volar en una nube, sonreír de oreja a oreja, ser más positivos, empáticos, sensibles… Cambia nuestra perspectiva y enfoque ante la vida y, simple y sencillamente, nos hace mejores… O, así es, al menos hasta antes de comenzar a caer en la temible inseguridad que brinda el miedo irracional de perder a la persona sin la cual nuestra vida no sería la misma.  

 

Hay que entender que aunque el amor es una fuerza magnífica en nuestra vida, por más vueltas que dé nuestra cabeza y corazón, nunca debemos perder un punto fijo: el equilibrio. Sin equilibrio el amor puede volverse un tren por cuya velocidad no podrá ser detenido hasta que literalmente se descarrile y estrelle. ¿Cómo hacerle para lograr salir airoso de esta fantástica aventura?

Algunas personas piensan que satisfacer los imperativos que marca el sistema con respecto a cánones de belleza como cara de maniquí con un súper cuerpo trabajado en cada minúsculo musculo; riquezas, autos, casas, lujos, y él éxito o reconocimiento social, es la mejor vía para lograr que el amor llegue o, al menos, se quede por un tiempo; pero, ¿acaso esto es cierto?

 

Cuando tratamos tan afanosamente de cumplir con todo lo que nos dicen que debemos hacer, es cuando el amor se va y el por qué es muy sencillo. Nos enfrascamos en lo que otros nos han dicho que debemos querer/tener y dejamos de escuchar lo que quiere la persona que amamos e incluso nosotros mismos. Como millennials es hora de replantearnos este paradigma

 

Amar y desear todo cuanto nos dicen que debemos poseer para ser “felices”, la mayoría de las veces, no es muy factible. Y es que dentro de las trampas y letras pequeñitas del contrato del éxito nunca nos percatamos del inciso que decía “deje su corazón en prenda y resígnese a perder a quien más ama”. Hacer esto se convierte, muchas veces, en una utopía irrealizable, un sueño imposible que en su persecución nos arranca el corazón y nos condena al ostracismo social hasta que es demasiado tarde. Ese no es el camino. Y ¿entonces?

 

Aguanta vara

La mayoría de las parejas comienzan su historia bajo un panorama muy difícil, lejos de toda aquella fantasía disneylantesca del “y vivieron felices para siempre después de la boda” o del “all inclusive” de Hollywood  donde todos son bellos y exitosos sin esfuerzo alguno, digamos que por fruto de la casualidad —o la buena fortuna.

Conforme transcurre el tiempo, el amor te va poniendo a prueba y ahí vas brincando uno y otro obstáculo, tal cual si se tratase de una carrera, a diferencia de que en esta situación ambos miembros de la pareja deben sortear las dificultades al mismo tiempo y mantenerse más unidos ante la tempestad. Estas pruebas de fuego son las que someten a la relación a las más altas temperaturas y a continuos golpes y son las que forjan la fortaleza de un amor sólido y, sobre todo, de la confianza.

 

Hay que comprender que el principio básico de las relaciones es la universalidad: la unidad de lo diverso. Y esto no resulta sencillo, máxime cuando se trata de entender que no es una suma de factores, sino la integración de la aceptación, respeto y en algunas ocasiones, de concesiones que permitan hacer que dos personas logren convivir en paz y armonía. Es justo en este punto que incursiona la clave de todo: el equilibrio.

Comer cinco veces al día o lo que es lo mismo llevar una buena alimentación; procurar tu cuerpo, es decir, ejercitarte; ser sociable en la oficina, la casa o el colegio; lograr conquistar tus sueños y, encima de todo, ser rentable o exitoso, no es tarea fácil. Tanto tratamos de cuidar el equilibrio que nos venden los múltiples anuncios que, en dicho trajín, terminamos exhaustos y con ganas de cerrar los ojos y dormir ante tan avasallante dinámica.

 

Nadie dice que esta serie de “pasos” no sean importantes; pero, dentro de toda esta palabrería hemos olvidado lo más importante: echar un vistazo al interior de nosotros mismos y encontrar nuestra espiritualidad, desde la trinchera que a ti más te agrade, recordando que es sólo en esa paz desde donde podremos crecer y fructificar, entregarnos de corazón y amar.

Trabajar nuestro lado espiritual es la mejor manera de lograr grandes pasos hacia lo material. Al revés no funciona, porque casi siempre llegamos a esto a causa de una azarosa caída, un quiebre que nos despostilla en mil pedazos y nos mantiene frágiles y de ahí es cuando partimos, cuando resurgimos de las cenizas para volvernos a constituir en lo que “éramos”, aunque ciertamente nunca quedemos igual.

 

Equilibrarse en pareja es aprender a aceptar las diferencias, aunque a veces duelan, a compartir las afinidades o puntos en común, a celebrar las batallas ganadas e, incluso, las perdidas, a reconstruirse para adaptarse, a ser humilde aprendiendo a aceptar nuestros errores y a pedir perdón cuando es necesario. Es crecer construir nuestro propio trayecto en lo que se recorren cuestas y sinuosos caminos, las luminosas y fantásticas veredas e incluso los valles, desiertos y angosturas. Equilibrarse significa zambullirse dentro del corazón, la cabeza y el espíritu, para lograr un dialogo de saberes que te permita externar la belleza que llevas de adentro hacia a fuera, y no al revés.

La clave del futuro de las relaciones no se encuentra afuera de un cuerpo maravillosamente trabajado con una sonrisa imborrable, sin arrugas y un mundo lleno de objetos que te hacen creer que eres “exitoso”, sino adentro de uno mismo: mente, cuerpo y espíritu, trabajando con materias que nunca te imparten en las escuelas y para las que el mundo no te prepara en lo más mínimo.

 

Es quizá por eso que se vuelve un doble reto: detectar la mentira de los paradigmas impuestos, retarlos y construir unos mejores para tener relaciones más duraderas, estables y armoniosas.

Así que, ya lo sabes, cuándo busques equilibrarte en pareja elijan trabajar por lo último que esperarían: por su corazón, mente y espíritu, antes que por cumplir una serie de pasos que arrebatan el verdadero tiempo de vida y que nos dejan con cenizas entre las manos.

 

* Mireille Yareth es comunicóloga e historiadora, contáctala en [email protected]

Deja un comentario