Violencia en las relaciones de pareja: a ver quién aguanta más

El amor y las relaciones de poder nunca han sido una buena combinación, ¿por qué? Porque a la larga, cuando las segundas aparecen, la relación se convierte en un juego destructivo basado en el reto de descubrir quién ganará. El problema es que nadie ganará y todos perderán.

 

Este tipo de relaciones ponen en evidencia lo poco que queda del amor, el desgaste de la relación, el vacío, hartazgo y una serie de pequeños detalles acumulados a través de los años que son lanzados de una trinchera a otra a manera de granadas causando un gran dolor al estallar. ¿Qué hacer? ¿Cómo parar?

Caer en  la cuenta de que vives un abuso de poder por parte de tu pareja, o que tú eres quien abusa del otro, nunca es sencillo. Por lo regular, todo se vuelve evidente cuando se trasluce la agresión, ya sea verbal, psicológica, económica o, incluso, y en el peor de los casos, física.

 

Darte cuenta de que una persona a quien amas es nociva para tu vida no es algo fácil; tratamos de ocultarlo. En este tipo de situaciones todo el mundo se da cuenta de lo que sucede excepto la víctima y aunque intenta esconderlo de todos, al final resulta que de que quien en verdad lo deseaba ocultar era de si mismo, por el dolor que produce dejar ir a una persona que consideramos importante en nuestras vidas; sin embargo,  en este punto es necesario cuestionarte: ¿en verdad quieres estar con alguien que te hace daño? ¿Por qué? ¿Acaso piensas que no mereces respeto y que no merces estar con alguien que te trate mejor?

Sacar de nuestra vida a personas nocivas que disfrutan el abuso hacia terceros o ponerlos en su lugar nunca ha sido una labor sencilla; muchas personas se acostumbran al maltrato por que es lo que han vivido toda su vida y, ahora, lo han normalizado, pensando que al ser lo común, es lo correcto. Esto es un grave error.

 

Una persona que trata mal a otra tiene un grave problema interno que deja traslucir lo vacío y herido que él está por dentro. Muchas de esas personas sufrieron maltrato, en su infancia o a lo largo de su vida, y lo único que hacen es evidenciar sus carencias emocionales de la peor forma, regresándole a la sociedad lo único que aprendieron: el maltrato. Entonces, ¿por qué dejar que te lastimen?

Si estás dentro de una relación de pareja violenta y hay niños de por medio, es probablemente que ellos absorban esta información como esponjitas  reproduciendo todo en las relaciones que establezcan en su vida de adultos, lo que contribuirá a conformar una sociedad lastimada y torcida.

 

Así como el fuego quema, estas personas también pueden provocar dolorosas heridas que tardarán años en sanar, por lo que, si lo detectas a tiempo, es mejor alejarte, pues estos personajes suelen ser como el sol, “mientras más lejos, mejor”, entre más cerca estén de ti, más te abrasaran. No son ni una buena influencia, ni una buena compañía a la larga.

 

Los dos filos de la navaja: la víctima y el victimario

Una relación sana siempre es de dos. Dos la inician, dos la continúan y dos la enriquecen; en caso de llegar el final, estas mismas dos personas son las la dan por terminada. Nunca nace, se desarrolla o finaliza porque uno de ellos así lo quiere o lo decide. Siempre se necesitan dos. Es cierto que en muchas relaciones una de las dos partes lleva el mayor compromiso; sin embargo, esto no tiene por qué ser así.

Cuando hablamos de relaciones mutiladas o enfermizas, plagadas de abusos de poder por una u otra parte, con frecuencia, habría que aceptar que siempre hay una víctima y un victimario ¿te identificas con alguno?

 

Victimario

En una relación sana no existe ninguno de estos dos personajes, ni víctima ni victimario. Ellos aparecen cuando la debacle es más que inminente y cuando el amor agoniza. En una relación de poder, aunque no haya sido así desde el principio y las cosas hayan ido transformándose trágicamente, el victimario aparece tal cual Chucky, quizás no con un cuchillo en la mano, pero sí en la lengua, intentando demostrar una posición de “superioridad” ante quien se deje, quien por lo regular suelen ser los más débiles, sensibles o nobles a quienes toma por tontos y que, a la postre, se convertirán en sus víctimas. Por lo que, sí detectas un comportamiento así en tu relación, intenta ponerle un alto antes de que alguien salga lastimado. Ponle un freno a estas actitudes insanas haciéndole ver que dañar a otros a costa de su gozo personal, no es correcto ni sano, por el contrario, es una actitud equivocada.

Hacerle frente a una persona así no es fácil, sobre todo porque constantemente construyen estructuras mentales bajo las cuales poder ocultarse por si las cosas no resultan como ellos esperan, tratando de excusarse para así pasar de victimarios a víctimas, valiéndose de herramientas como: el chantaje y la manipulación.

 

Si detectas este tipo de actitudes en tu pareja:

 

1) Dale la cara y plantéaselo abiertamente.

2) Juntos, soliciten ayuda profesional.

3) Si tu pareja no se interesa en modificar su conducta, aléjate y pláticalo con una persona de tu entera confianza.

 

Con personas así, los cambios no suceden solos, se buscan y se generan con base en esfuerzo, perseverancia y sobre todo reconociendo de que hay algo que no anda del todo bien. Recuerda que si tienes una pareja así, no por fuerza quiere decir que sea malo, sino que tiene problemas a nivel interno que necesita trabajar con un profesional especializado en el área.

Es difícil que una persona con este perfil asuma su error y acepte pedir ayudar profesional, a menos que algo muy fuerte suceda y le evidencie el error que está cometiendo.

 

Víctima

La otra cara de la moneda en esta situación es la víctima, quien ya sea por trayectoria personal, rol socialmente establecido o adquirido, o porque también se encuentra mal emocionalmente, aceptará la larga serie de heridas que el victimario le intente propinar. Quizás sea ésta, en comparación con el victimario, quien se encuentra peor emocionalmente, pues dentro de sí considera que “merece” todo lo que los otros le entregan o hacen, cuando ciertamente no es así. Nadie merece que otra persona, sea quien sea, le haga daño. Infringir dolor y aceptarlo no es normal. Es momento de poner un freno a estas conductas ¡ya!

Durante siglos, un gran porcentaje de mujeres ha vivido sometido a la violencia y es momento de decir basta; sin embargo y pese al empoderamiento que actualmente vive la mujer, también es momento de ponerle un alto cuando intenta tomar la misma actitud de abuso y violencia hacia los hombres, intentando cobrar ‘lo que a ellas les hicieron’. Es momento de cortar esas cadenas, de tirar por tierra las armas internas que nos convierten en personajes de verdadero terror y convertirnos en seres humanos, de carne y hueso, con sentimientos, capaces de aceptar que cometemos errores y que no hay ninguna vergüenza en ello, que aceptarlo y asumirlo no nos hace menos y que podemos empezar a desaprender aquellos patrones adquiridos sumamente nocivos que no nos sirven más, para así poder caminar juntos de la mano en pro de mejores relaciones.

¡Basta ya de víctimas y victimarios!, de relaciones de poder torcidas cimentadas bajo rancios estereotipos y amalgamadas con los peores sentimientos: chantaje, manipulación y conmiseración. Somos nuevas generaciones y somos capaces de ser mejores que nuestro pasado, eso no nos delimita, solamente nos muestra las heridas cauterizadas que sí somos lo suficientemente valientes para afrontar, soportando el dolor que nos producen, podremos transformar en fortalezas para ser mejores y construir otros escenarios donde la vida sea mejor para todos, para nosotros y las generaciones que sigan. Luchemos por relaciones estables, sanas y mejores.

 

* Mireille Yareth, comunicóloga e historiadora, contáctala en: [email protected]

 

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