Por el placer de entregarse

Su figura resulta familiar para quienes conviven todos los días en el
piso de nefrología del Hospital Infantil Federico Gómez, en México, DF. Se
trata de Juan Diego López Piña, un joven de 18 años que dedica gran parte de su
tiempo a dar aliento a otros chicos que, como él, acuden a recibir terapia de
hemodiálisis o, bien, se encuentran internados tras haber sido diagnosticados
con algún padecimiento relacionado con los riñones o por alguna recaída.

Lo que lo hace tan especial para quienes tienen oportunidad de
conocerlo, no es solamente su compromiso por ayudarlos, ya sea mientras se
encuentra internado y también cuando tiene la suerte de estar fuera del
nosocomio, sino por su capacidad de inspirarles una sonrisa e inyectarles
ánimo, cuando sus fuerzas empiezan a decaer.

Su filosofía de vida es profunda, pero se reduce a un
solo concepto: “Sin importar la enfermedad que uno tenga hay que estar
contentos, la felicidad lo es todo para estar bien, si se tiene un buen estado
de ánimo es seguro que uno aprende a vivir lo que le ocurre de la mejor
manera”, dice mientras sus ojos reflejan esa amplia sonrisa que le cubre el
tapabocas que debe llevar casi todo el tiempo.

 

Mientras haya vida

Como la mayoría de los jóvenes, antes de que Diego fuera diagnosticado
con insuficiencia renal crónica, no había nada más en su panorama que el gusto
por divertirse y ver por sí mismo y su familia. Sin embargo, el hecho de pasar
largos periodos en el hospital sin gran actividad por realizar le llevó a
descubrir el cuarto de computación del hospital, donde los pacientes pueden
disponer de este tipo de aparatos y juegos de video, pero que en ese entonces
estaba fuera de servicio por no tener quien brindara atención.

“Yo me ofrecí a hacerlo, ahí empecé a conocer a otros
chavos y a convivir con ellos. Descubrí que podía realizar otro tipo de cosas y
ayudar más, así que me uní con las maestras que atienden el programa “Mi
escuela en el hospital”, y les apoyaba a dar clases de computación, español o
matemáticas y ahí sigo hasta ahora”, comparte el joven.

Afortunadamente, Diego pudo sacar fortaleza de su
condición de salud, en este tiempo logró terminar la preparatoria abierta y
espera entrar a la universidad para estudiar medicina, pues dice, sueña con
ayudar para que su familia esté cada vez mejor en todos los sentidos,
contribuir a salvar vidas como otros ya lo han hecho con la suya y animar a los
niños que como él han tenido la salud comprometida, “Quiero ser yo quien les dé
ánimo y que sepan que siempre hay una razón más para seguir adelante, y
sonrientes”.

 

Para todo hay tiempo

Contrario a lo que muchos podrían pensar Diego no vio su padecimiento
como un castigo o un motivo para derrotarse, explica que le sirvió para
encontrar el camino. Ahí, entre los muros de un hospital aprendió el concepto
de trabajo y solidaridad; poco a poco aprende de los médicos que atienden en el
lugar y él por su parte, contribuye dándoles seguridad y tranquilidad a los
niños.

Aunado a la experiencia de desarrollar empatía con
sus pares, su familia ha sido fundamental en este aprendizaje de vida, “yo no
me imagino mi vida sin ellos, todos me apoyan totalmente: mi madre cuando estoy
internado, mi papá y mis hermanos —uno mayor que él y dos más pequeños de 6 y 3
años respectivamente—. Se preocupan por que mi salud esté bien, están todo el
tiempo al pendiente de mí. Me inspiran a hacerlo todo y cuando no tengo
trabajo, ellos me dan dinero para pagar mis los pasajes hacia el hospital y me
impulsan a que continúe con mi labor”.

Es imposible dejar de preguntarle si además de
estudiar, ser voluntario, cuidar de su salud, también trabaja, él no duda en
responder: “Claro, vendo hamburguesas en un puesto y también salgo con mis
amigos… hay tiempo para hacer de todo, divertirse, estudiar, trabajar, ayudar y
arriesgar, aunque uno a veces sepa que va a perder, porque al final todo es
ganancia”.

Para Diego la vida es hoy y se debe disfrutar al máximo,
parte de ello es aprender a procurar el bienestar propio a partir de ofrecer un espacio de felicidad
a quienes nos rodean. Y tú, ¿ya tomaste la iniciativa?

Nuestras recomendaciónes: Cadena
de favores,
director: Mimi Leder, Estados
Unidos, 2000. El secreto para jóvenes,
Paul Harrington, Ediciones Urano, http://www.causas.org.

 

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