¿A quién invito?

Deciden casarse, comienzan los preparativos y entonces aparece la famosa lista de invitados y con ella el dilema: ¿a quién invito? El listado parece interminable y la memoria continúa extrayendo nombres de familiares y amistades que, pensamos, deberán acompañarnos.

El decidir quiénes serán las personas que nos acompañarán en ese Gran Día puede resultar un verdadero dolor de cabeza si no lo sabemos manejar con objetividad, pues a la de por sí complicada selección se le añade la opinión y sugerencia de familiares y amistades, lo que podría dificultar, aún más, la situación.

La celebración es tuya y de tu pareja, por tanto, serán ustedes los que decidan a quiénes invitarán. Cuando los padres de los novios colaboran con los gastos del festejo, en algunas ocasiones, sienten el derecho ser ellos quienes decidan los nombres de los invitados; no obstante, si esté será su caso, platiquenlo con ellos dejándoles muy claro hasta qué punto podrán sugerir o decidir sobre esto. La recomendación es hablarlo en el momento en el que se ofrece la ayuda para que después, sobre la marcha de los preparativos, no tengan que enfrentar este tipo de problemas que sólo aumentarán la tensión.

El presupuesto que destinen a su festejo de bodas marcará la pauta del número de personas que podrán invitar; es importante respetar este punto pues ello los ayudará a no salirse de sus límites financieros ocasionando un gasto mayor al aumentar el número de comensales.

Con esto, lo siguiente será repartirse el número de invitados que corresponderá a cada uno; lo justo sería la mitad, pero factores como el hecho de que alguien o alguna de las familias aporte más para la celebración podrá influir en que la cantidad no sea equitativa o, bien, que el número de familiares y amistades varíe en gran medida de un miembro de la pareja a otro e incluso que la ciudad donde se realiza la celebración no sea la de origen de uno de ustedes, lo que imposibilitaría para invitar a todas las personas deseadas.

La comunicación, como en todo, será su mejor aliado para poder resolver de la mejor manera esta situación; háblenlo de una forma tranquila y objetiva dedicándole el tiempo necesario y exponiendo cada quien sus necesidades y razones, esto los ayudará a encontrar la mejor solución.

Teniendo definido el número de invitados que le corresponderán a cada uno, comiencen a elaborar sus respectivas listas de acuerdo a sus círculos sociales. Es decir, puedes comenzar por tus familiares, este sería el primer cículo: padres, abuelos y hermanos; en el segundo círculo, anota a los hermanos de tus padres, tus tíos, así como a sus respectivos hijos que serían tus primos.

Posteriormente, elabora las listas de los círculos de amistades: amigos de toda la vida, compañeros de escuela, de trabajo —y aquí no olvides a tu jefe—, etcétera. Recuerda que el primer círculo lo componen personas con quienes en la actualidad llevas relación y comunicación frecuente; aquellas amistades que frecuentas poco o de manera ocasional forman parte de un segundo círculo.

En una lista aparte coloca a tus padrinos si es que no forman parte de tu círculo familiar; primero anota a los que sigues frecuentando y después a quienes, quizás, hace años que no ves o que incluso desde que te apadrinaron jamás volviste a saber de ellos.

Estas listas serán la base para elegir a tus invitados y se convertirán en la herramienta básica para depurar y decidir a quién invitar.
Recuerda que el centro del círculo eres tú y entre más alejado esté el círculo de ti, menor será el compromiso.

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