Tradiciones de Grecia y Roma antigua

Conmemorando el mes de la mujeres, en esta edición te mostraremos algunas de las costumbres y tradiciones nupciales que predominaban en las antiguas civilizaciones griega y romana, desde el peinado de las novias, el nombre que se les daba durante los preparativos de bodas y el uso del velo, hasta la vestimenta del Gran Día. Dales un vistazo.

Melena de la novia
Las mujeres solteras en la antigua Esparta podían llevar sus cabellos sueltos y libres; sin embargo, el día de su boda, la madrina de la prometida rasuraba completamente su melena, posteriormente, la novia se vestida con ropas masculinas para esperar a oscuras la llegada de sus prometido. En Roma, las jóvenes solteras podían lucir diferentes peinados hasta el día de su boda pues una vez casadas era menester peinar sus cabellos o trenzas formando un moño, lo cual significaba que la mujer ya no era libre.

Prometida romana
En la antigua Roma la novia llevaba distintos nombres según las diversas fases de sus desposorios: cuando el mancebo había manifestado su proyecto de unión, se la llamaba la esperada (Sperata); después que la proposición había sido aceptada por su padre, pasaba a ser prometida; y no llegaba a ser sponsa, es decir, desposada, hasta que se habían cumplido las formalidades habituales.

El velo
Se cree que el uso del velo tiene su origen en el antiguo Imperio Romano donde era utilizado para ahuyentar a los malos espíritus que quisieran ocasionar daño a la feliz pareja. En Occidente, y con el transcurso de los años, el velo comenzó a representar la pureza, virtud, virginidad e inocencia de la prometida, mientras que en algunas culturas de Oriente aún se porta para ocultar el rostro de la futura esposa al novio quien sólo podrá verla al finalizar la ceremonia, dado que su enlace se debe a un acuerdo previamente concertado entre sus familias.

Nudo de Hércules
Una noche antes de su boda, la mujer romana tenía por costumbre consagrar a su dios todos los juguetes de su infancia simbolizando con ello el comienzo de una nueva etapa en su vida. A la mañana siguiente, la prometida se vestía con una túnica blanca que le llegaba hasta los pies y su madre le ceñía en su talle un cinturón cuyos extremos se ataban con un nudo especial llamado nodus Herculeus que sólo el esposo podría desatar.

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