El amor en los tiempos del meme

Decir que “aquello que no está en línea, o en la red, no existe” es una frase típica de los mercadólogos empleada como estrategia de venta para convencer a sus clientes de que la mercadotecnia digital es lo de hoy y de que aquello que no es visto por estos canales, simplemente, no existe.

 

Tan repetitiva ha sido esta frase —y ha exigido tanto trabajo de fondo—, que ha terminado por convertirse en algo que pareciera real, tanto como aquella mentira que dicha cien veces es asumida por el cerebro como cierta. Una absoluta farsa de la boca para el cerebro que termina siendo aceptada e incorporada a modo de verdad.

Dentro de esta “realidad” efervescente de redes y de palabras transformadas en bits, es que al amor sigue transitando, adaptándose, a veces inconformándose, otras tantas burlándose y algunas más aferrándose a seguir y nunca morir.

 

Dentro de esta dinámica, el humor del mexicano se dibuja como único, irreverente, ácido, crítico, indolente, cómico/trágico y con pinceladas de pasado y presente unidas a modo de referencia/predicción.

En estas redes sociales —no importa de qué aplicación se trate—, no hay nada entorno al amor que no haya sido criticado, desde la coquetería o la melosidad, pasando por el desengaño, la culpa, hasta llegar al despecho. Canciones, escenas de películas, pinturas famosas, gifts animados, emojis han participado de una comunicación visual que encapsula el amor/desamor en imágenes, ya sean propias de una cultura local hasta una a escala global.

 

Para el caso del mexicano, el humor siempre mordaz es lo que caracteriza la burla a los excesos, ya sea porque las mariposas revolotean en nuestra vida o porque tiramos al lado opuesto dentro de una mazmorra de amargura. Sea como fuere, esa pizca de humor es lo que le da ese  toque mágico, esa pimienta  que convierte lo trágico en cómico y que condimenta nuestras relaciones a tal grado que se ha vuelto como la sal/azúcar misma, aquella que  da sabor a nuestro romanticismo. De repente no  vislumbramos cómo pudiesen ser las relaciones de generaciones atrás con inventos como las cartas o el teléfono, grandes innovaciones que tendían un lazo entre corazones que a la distancia seguían conectados y que se negaban a soltar el hilo ya fuese de tinta, a golpe de máquina de escribir o al otro lado del hilo tan solo para escuchar la mágica voz de la persona amada.

Hoy las nuevas tecnologías han conjuntado los múltiples esfuerzos de comunicación. Las cartas, el teléfono, los videos, las canciones en uno con la factibilidad de emplearlos todos al mismo tiempo con el toque dactilar de un solo dispositivo electrónico que nos permite mandar un mensaje al otro al otro lado de la línea ya sea para hablar o textear, diciendo las cosas directas en un tono serio, cuando la conversación lo amerita, o en uno sumamente divertido dependiendo de nuestro cambiante humor.

 

Dentro de toda esta manera de comunicarnos los memes han construido parte de una nueva forma de interactuar, pues desempeñan el papel de referente a través de una imagen ampliamente reconocida que empleamos a modo de comparación, que al agregarle un toque de humor compartido se vuelve viral.

Los memes en el amor exaltan el romanticismo, el afecto, ya sea para burlarse de su desbordante fuerza e impacto o para denotar sus efectos. Su contraparte no dista mucho de un similar efecto, pues aunque exalta el dolor de la pérdida intenta suavizarlo con pinceladas de comicidad.

 

Los memes son, así, creación de la inventiva comunicativa en redes, pero también cultura local, pues denotan la humorística que se mofa de los extremos tratando de hacerlos asequibles y no tan inalcanzables.

En una relación actual, ya sea entre millennials, xennials, centennials o cualquier otra generación, los memes se han vuelto parte de una comunicación medidada por la imagen y referenciada por una cultura que, aunque local, se ha expandido a referentes universales y que parte de la humorística mexicana entre amigos, novios, parejas, compañeros de vida, esposos y familia.

 

El amor en los tiempos del meme evidencia nuestra capacidad de evolucionar nuestro pensamiento y la velocidad con la que empleamos nuevas herramientas tecnológicas para seguir preservando rasgos únicos de nuestra esencia. Es una adaptación a la era digital en la cual no queda títere con cabeza y donde se refleja la humorística de un pueblo que aunque sumamente diverso se ríe de todo a su alrededor, aún de su propia desgracia ante el enfado de no poder cambiar su circunstancia en múltiples aspectos.

 

En el amor, los memes dan un toque de ironía. Son un llamado a decir: “Ah, mira, yo también pienso esto, o me siento así”. Son una extensión, como diría Marshall McLuhan, del humor. Un cambio de soporte que sostiene la esencia de la tragicomedia mexicana en pleno esplendor de la ‘melcochosidad’ y/o acidez.

 

* Mireille Yareth es comunicóloga e historiadora, contáctala en [email protected]

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