Espiritualidad en pareja

Diciembre me ha motivado para escribir acerca de la espiritualidad en la
vida de pareja, ¿qué importancia puede tener para aquellos que viven en
matrimonio?

Es verdad que en estos tiempos posmodernos en muchas culturas, hogares y
familias se cuestiona la existencia y la utilidad de la espiritualidad; sin
embargo, para los más, la espiritualidad se vuelve la base de su desarrollo
humano.

La espiritualidad refiere una de
las experiencias más profundas del ser humano, ella lo hace dotar de sentido y
propósito sus propias acciones y su misma existencia sin importar cuáles sean
las condiciones externas, lo que implica el aprender a disfrutar de la vida
cotidinada sin importar las adversidades. Resulta una parte fundamental en la
vida del ser humano, negarla o restarle importancia provoca una gran
vulnerabilidad y vacío, es carecer de una gran fortaleza que nos ayudará en los
momentos más difíciles.

La dimensión espiritual nos permite alcanzar niveles
más elevados de humanidad, con ella es posible encontrar respuestas a
experiencias desafortunadas para las que la misma ciencia no tiene argumentos.
Digamos que, gracias a ella, podemos encontrar más fácilmente el sentido de la
vida, pues nuestra existencia adquiere otro significado que se acompaña por
cambios existenciales muy profundos, tanto que son capaces de modificar
nuestros objetivos y metas en la vida.

La espiritualidad del ser humano le da dirección a su
vida, lo hace evolucionar en aspectos meramente humanos como el respeto a la
vida, la fidelidad, la solidaridad, la comprensión, la empatía, la tolerancia a
las diferencias, el perdón y la capacidad de amar. Es contar con un sistema de
valores y con el compromiso de aplicarlos, ver más allá de uno mismo,
trascender, sentir inclinación por la vida. Mismos valores que en pareja se
transmitirán a los hijos mediante el ejemplo.

En medio del dolor y la incertidumbre, las personas
pueden encontrar en su interior, en su espíritu, la fortaleza necesaria capaz
de proporcionarles consuelo y resignación ante la adversidad. Hoy, como nunca,
es necesaria la práctica y el desarrollo de nuestra espiritualidad ya que en
ella encontraremos sentido a nuestro dolor y sufrimiento.

Por medio de la espiritualidad se construye un mundo
paralelo al puramente material, un mundo más humano, menos cruel, donde por
medio de nuestras creencias alimentamos nuestra fe y esperanza fortaleciendo el
espíritu para construir un mundo más justo e igualitario para todos.

La sabiduría de nuestro Dios, las prácticas asociadas
a la fe —ya sea por medio de los mandamientos, la vida en sacramento y la
cultura religiosa—, las creencias y los valores morales que profesamos, así
como las enseñanzas de vida, serán los andamiajes donde sostendremos nuestro
temple y carácter.

En la vida en pareja, la espiritualidad permite una
vida más plena, gracias a ella la posible lejanía del ser amado será menos
reclamada y más soportable, permitiéndole el espacio necesario para el
desarrollo de sus actividades laborales. La espiritualidad nos impide desarrollar
la dependencia y codependencia hacia los bienes materiales y las personas.

La espiritualidad nos exige vivirla, sentirla,
practicarla, más que tratar de entenderla. Por medio de ella nos comunicamos
con lo más profundo de nuestro ser y con el espíritu de los seres que amamos,
gracias a ella logramos adquirir la sabiduría que se le ha dado a nuestra
especie por gracia divina. Según la doctrina cristiana, el hombre es capaz de
conocer y amar a Dios y, por este medio, es capaz de ser feliz.

La humanidad desde todos los tiempos ha buscado
encontrar en qué lugar del cuerpo humano se encuentra o habita el espíritu, se
le ha buscado en el cerebro y otras veces en el corazón, la verdad es que no lo
sabemos; sin embargo, no se duda de su existencia, la ciencia ni lo niega ni lo
confirma, la filosofía y las religiones lo aceptan y lo consideran la parte
fundamental del ser humano.

Los griegos opinaban por medio de sus poemas
homéricos que el alma o espíritu era el doble del cuerpo físico visible y le
sobrevivía como su sombra. La
doctrina cristiana coincide con ello al afirmar que el alma espiritual no muere
y que está destinada a unirse de nuevo con su cuerpo al final de los tiempos.

Al respecto, San Pablo, el apóstol de Jesús, señala
la importancia de la sabiduría que se alcanza por medio del espíritu, la muerte
sólo es capaz de terminar con el cuerpo más no con el espíritu. La predicación
de Pablo es una llamada constante al espíritu, dispensador de la gracia divina
y de todos los dones que pueden ser concedidos al alma creyente. El espíritu da
vida y por lo tanto hay que convertirlo en morada de Dios en el espíritu de
cada uno.

Deseo que usted, estimado lector, en estas
festividades decembrinas, logre el más alto conocimiento de su espiritualidad y
que su propia semilla espiritual crezca, se fortalezca y motive su desarrollo
en esta importante e insustituible área del ser humano.

Por último deseo que esta Navidad se convierta en un
aliciente para que su espíritu sea el lugar en que renazca el niño Jesús para
que lo colme a usted y a los suyos de fuerza y los ayude a encontrar el
verdadero sentido de nuestra vida. ¡Feliz Navidad y el mejor año nuevo para
todos!

 

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